Los dos apóstoles Simón y Judas Tadeo están unidos por la misma festividad. Es posible que el motivo se deba a su apostolado común en Mesopotamia y Persia, donde fueron a proclamar el Evangelio. No tenemos mucha información cierta sobre ellos, lo que sabemos es lo que se encuentra en el Nuevo Testamento.
Una mujer que se consumió en el amor a la Iglesia, que entregó todas sus energías a sus miembros, comenzando por el Sucesor de Pedro, los obispos, los sacerdotes, los consagrados y los laicos. Esta es Catalina de Siena, proclamada por Pablo VI en 1970 Doctora de la Iglesia, siendo la segunda mujer en recibir tal título, después de Santa Teresa de Jesús.
La Fiesta de la Sagrada Familia, formada por Jesús, María y José, se celebra el domingo siguiente a la Navidad. La razón es sencilla: mientras que en Navidad contemplamos el nacimiento del Hijo de Dios en Belén, rodeado de María y José, en la celebración de hoy, la Iglesia conmemora la vida cotidiana de la familia en Nazaret.
Anunciadores de los misterios de Dios
Contemplativos de la gloria de Dios y mensajeros de la Buena Nueva. Así son los tres Arcángeles que se celebran el 29 de septiembre. Sus nombres reflejan su misión, no su naturaleza. Son los mensajeros del Señor, encargados de anunciar su voluntad, y forman parte, junto con los Santos, de la "multitud inmensa de adoradores del Dios viviente".
No se dispone de información precisa sobre la figura de San Blas de Sebaste.
Lo que sabemos proviene de los Actas de San Blas, escritos en griego. Blas estudió filosofía en su juventud, ejerció como médico en Sebaste, en Armenia, su ciudad natal, y gozaba de gran estima. Cuando el obispo de la ciudad falleció, fue elegido por aclamación popular como su sucesor.
Los apóstoles Felipe y Santiago el Menor se conmemoran el mismo día porque sus reliquias fueron depositadas juntas en la Basílica de los Santos Doce Apóstoles, en Roma.
De Santiago, hijo de Alfeo, llamado “el Menor” por ser de menor estatura que el otro Santiago —el hijo de Zebedeo y hermano del evangelista san Juan—, sabemos muy poco. Lo cierto es que fue uno de los primeros discípulos de Jesús.
La tradición sostiene que era pariente de Jesús, quizás aquel primo al que hace referencia el evangelista san Mateo (Mt 13, 55).
Fraile dominico, gran asceta y firme impulsor de la Contrarreforma, San Pío V publicó el Catecismo y promulgó el Breviario y el Misal Romano —que desde entonces llevaron su nombre— aplicando fielmente los decretos del Concilio de Trento. Su nombre de nacimiento era Antonio Ghislieri, y fue elegido Papa en 1566.
Los Evangelios presentan a Andrés, hermano de Simón Pedro, como uno de los dos discípulos de Juan el Bautista que siguieron a Jesús desde el principio (Jn 1, 35-39). Nació en Betsaida, en Galilea, a orillas del lago de Tiberíades. Al igual que su hermano Simón (Pedro), era pescador. En su búsqueda de Dios, había sido discípulo del predicador Juan el Bautista, quien probablemente lo había bautizado. Cuando Juan el Bautista señaló a Jesús como “el Cordero de Dios” (Jn 1, 29-40) junto al río Jordán, Andrés lo siguió de inmediato y no se separó más de Él.
«El rasgo distintivo de la figura espiritual de san Jerónimo sigue siendo sin duda su amor apasionado por la Palabra de Dios, transmitida a la Iglesia en la Sagrada Escritura. Si todos los Doctores de la Iglesia -y en particular los de la primera época cristiana- extrajeron explícitamente de la Biblia el contenido de su enseñanza, Jerónimo lo hizo de un modo más sistemático y en cierto modo único». Lo recuerda el Papa Francisco en su Carta Apostólica Scripturae Sacrae affectus, del 30 de septiembre de 2020, en el XVI centenario de la muerte de san Jerónimo.
«¡Nunca olvidéis estas tres cosas: devoción al Santísimo Sacramento, devoción a María Auxiliadora y devoción al Santo Padre!». Con estas palabras, Don Juan Bosco solía exhortar a sus compañeros en sus últimos años.
Se sabe poco sobre Santa Balbina, cuyos restos reposan en la basílica romana que lleva su nombre, construida en su honor en el siglo IV, en el pequeño Aventino, en el barrio de San Saba.
Es considerado el último de los Padres latinos de la Iglesia y tiene el mérito de haber guiado la sociedad de la Península Ibérica —entonces centro de cultura y saber— en un intento de unificar a los habitantes romanos católicos con los godos arrianos.
Santa Bárbara, mártir del siglo III, es la Patrona del Cuerpo de Bomberos. Su memoria litúrgica se celebra el 4 de diciembre, y su culto se difundió a partir del siglo VII, cuando aparecieron los primeros Acta de su martirio. Aunque se conoce poco sobre ella, algunas tradiciones sitúan su origen en Oriente, a mediados del siglo III. Hija única de Dióscoro, un acaudalado pagano, se dice que poseía una gran belleza y recibía numerosas propuestas de matrimonio de poderosos señores. Sin embargo, Bárbara rechazaba casarse, por lo que su padre la confinó en una torre hasta que cambiara de opinión. Allí, instruida por filósofos y poetas, llegó a la conclusión de que Dios es uno solo y se convirtió al Cristianismo.
El miércoles de la Semana Santa de 1301, meditando sobre la muerte del Hijo de Dios, sintió dentro de sí estas palabras: “No te he amado en broma”. Es la frase que mejor identifica a Santa Ángela de Foligno, la mística franciscana que el Papa Francisco canonizó por equipolencia el 9 de octubre de 2013.
Un vástago de noble estirpe: a los doce años ya era abad comendatario y a los veintidós, cardenal, proyectado hacia una rápida y brillante carrera eclesiástica. Sobrino de un Papa, con el tiempo se convirtió en un formidable pastor, ejemplar y fervoroso predicador, impulsor de la aplicación de los decretos del Concilio de Trento. Es San Carlos Borromeo, quien no escatimó esfuerzos ni evitó adversidades para reformar la Iglesia, tanto en el clero como entre los religiosos, y para liberarla de los poderes externos que amenazaban su integridad. Por su celo, sufrió calumnias, humillaciones e incluso un atentado, siendo alcanzado por un disparo de arcabuz en la espalda mientras oraba, del que salió ileso.
Un buen día, el joven Francisco paseaba a caballo por los alrededores de Asís cuando, por el camino, se le cruzó un leproso. Normalmente, los leprosos le aterrorizaban; no se acercaba a sus casas y se negaba a mirarlos. Cuando se encontraba con uno por la calle, apartaba la cabeza y se tapaba la nariz con los dedos para no respirar el mal olor que desprendían. Pero aquel día no se trataba de uno cualquiera. Desmontó de su caballo y le dio al leproso una moneda de plata, besándole la mano. Luego, siguió su camino. Pocos días después, con dinero en el bolsillo, fue a visitar a los leprosos del hospicio. Los reunió y empezó a repartir limosna, besando la mano de cada uno. Había vencido a sí mismo, y desde aquel momento dejó de tener miedo de los leprosos y les sirvió con humildad. Francisco se había transformado; ya no era el joven despreocupado que se paseaba por Asís vestido de juglar, haciendo bromas y bebiendo con sus amigos. Ya no era el derrochador del dinero que ganaba ayudando a su padre, Pietro di Bernardone, un rico comerciante, sino un convertido al amor por Cristo y por sus hermanos. Francisco era un hombre nuevo, quería llevar una existencia que ya no fuera superficial ni vacía. Comprendió que el Maestro a quien servir era Cristo y que su prometida sería para siempre Nuestra Señora la Pobreza. Corría el año 1205. Tenía 23 años. Había nacido, de hecho, en 1182, de una mujer llamada Pica de Bourlémont, originaria de Provenza, donde su padre fue a comerciar con telas. Su nombre de bautismo era Juan, pero le llamaron Francisco, precisamente por las raíces familiares de su madre. Hasta el episodio del encuentro con el leproso, había pasado su juventud divirtiéndose y sin preocupaciones. Se había alistado en la milicia que defendía Asís, en el bando gibelino, contra Perusa, en el bando güelfo, pero fue hecho prisionero en la batalla de Collestrada (1202). Fue encarcelado durante un año hasta que su padre pagó un rescate. Durante ese tiempo, cayó enfermo y comenzó un cierto acercamiento a la fe. Una vez de vuelta con su familia, pasó su convalecencia en la finca de sus padres, acercándose cada vez más a la naturaleza, en la que vio una señal del Creador. A pesar del calvario, siguió soñando con convertirse en caballero. Por ello, partió hacia Apulia para luchar bajo el mando de Gualtiero di Brienne. Sin embargo, en Spoleto volvió a enfermarse. Sus sueños se habían hecho añicos. En ese momento, oyó una voz que le decía que regresara a Asís. Estas experiencias le habían marcado; ya no era el joven de antes. Decidió dar su dinero a la Iglesia y en limosnas.
Pero eso no le bastaba. Hizo un peregrinaje a Roma y encontró un pobre. Quiso experimentar lo que significaba vivir en la pobreza, así que cambió sus ropas por las del miserable y comenzó a mendigar a las puertas de una Iglesia. Al final del día, recuperó sus ropas, dio lo que había obtenido al pobre y regresó a Asís. Desde ese momento, entendió que la pobreza no lo asustaría. No muy lejos de su casa estaba la vieja Iglesia de San Damiano, ya en ruinas. Solo quedaba un gran crucifijo pintado sobre madera. Un día, el crucifijo cobró vida y le dijo estas palabras: “Francisco, ve, repara mi casa que, como ves, está toda en ruinas”. Su respuesta fue inmediata: “Con gusto, Señor”. Entonces, comenzó a vivir como ermitaño. La gente, sin embargo, lo tomó por loco y se convirtió en el hazmerreír de los ciudadanos. Su padre, preocupado porque pensaba que había perdido el juicio, lo llevó de vuelta a casa, lo encerró en su sótano y lo dejó solo con pan y agua durante varios días. Pero la intervención de su madre le permitió recuperar la libertad. El enfrentamiento con su padre llegó a un conflicto abierto, incluso patrimonial. De hecho, para recaudar dinero para restaurar la Iglesia de San Damiano, Francisco utilizó los ingresos de una venta de telas. Esta decisión no le gustó a su padre, quien lo denunció ante los consules de la ciudad. Luego, Pietro di Bernardone lo llevó a juicio ante el obispo Guido. En esa ocasión, Francisco realizó el gesto que ha pasado a la historia. En los locales de la antigua catedral de Asís, Santa María la Mayor, se despojó de toda su ropa para expresar su renuncia a toda propiedad terrenal. El obispo Guido, entonces, lo cubrió con su manto. Con este gesto, lo acogió bajo la protección de la Iglesia. Francisco declaró que Pietro di Bernardone ya no sería su padre, sino que lo sería el Padre de los Cielos. Estaba definitivamente libre de todo lazo o vínculo humano. Después de restaurar la iglesia de San Damiano, quiso reconstruir también otras iglesias, como Santa María de los Ángeles, conocida como la “Porziuncola”, y San Pedro de la Espina. Desprendido de todo, se vistió con una sencilla túnica e inauguró una nueva forma de vida. Recorrió ciudades y pueblos mendigando y anunciando la Palabra de Dios. Desde ese momento, nobles, burgueses, clérigos y laicos comenzaron a seguirlo y a vivir bajo su regla, después de haber renunciado a las preocupaciones y vanidades del mundo. Bernardo de Quintavalle fue el primero en dar todos sus bienes a los pobres. Algunos compañeros lo siguieron más de cerca. Se unieron a él Egidio de Asís, Pietro Cattani, Angelo Tancredi, Masseo, Leone y Ginepro. Pronto se convirtieron en doce. Francisco llamaba a sus compañeros “hermanos”.
El 24 de febrero de 1209, Francisco acudió a la misa celebrada por un sacerdote en la capilla de la “Porziuncola”. Durante la lectura del pasaje de Mateo 10, 5ss, que hace referencia a la misión confiada por Jesús a los Apóstoles, comprendió que ése era el programa de vida al que estaba llamado.
La primera Regla que escribió era un conjunto de citas del Evangelio y reglas de vida muy sencillas. Fue aprobada por Inocencio III en 1209. Con ella nació la Orden de los Hermanos Menores, que tenía como principios fundamentales la fraternidad, con vida en común, la humildad, el servicio a los últimos, la pobreza y el espíritu misionero.
Conquistada por el ejemplo de Francisco, la joven Clara de los Offreducci, la tarde del Domingo de Ramos de 1211 o 1212, huyó de su casa para reunirse con él en la Porciúncula. Francisco le cortó el pelo y le hizo vestir el hábito franciscano. Al poco tiempo la siguió su hermana Inés: éste fue el comienzo de la Segunda Orden Franciscana.
En 1217, en el Capítulo celebrado en Santa María de la “Porziuncola” en Asís, Francisco decidió enviar algunos hermanos a Francia, Alemania, Hungría, España y aquellas otras provincias de Italia donde sus discípulos aún no habían llegado.
Comenzó así a enviar a los hermanos a predicar de dos en dos por las calles de pueblos y ciudades. Su forma de vida no consistía en permanecer en un monasterio, sino en compartir las dificultades y las pruebas de la vida con los demás.
Tres veces intentó Francisco llegar a Tierra Santa para convertir a los infieles. La primera, se embarcó en Ancona, quizá hacia 1212-1213, pero debido a una tormenta desembarcó en la costa de Dalmacia y regresó a Asís. Al año siguiente, intentó ir a Marruecos vía España, pero una enfermedad le obligó a regresar. La tercera vez fue en 1219, cuando se celebró el segundo capítulo general en la Porciúncula. Partió hacia Oriente vía Ancona. En agosto, llegó a Damietta sitiada por los cruzados; entonces, con el hermano Illuminato, quiso entrevistarse con el sultán al-Malik al-Kāmil, para anunciarle el Evangelio. No consiguió convertirlo, pero no fue objeto de persecución; al contrario, el sultán le dio un salvoconducto para viajar por sus dominios. En otoño de 1220 regresó a Italia.
En 1219, un grupo de frailes menores vivía en la ermita de Olivais, cerca de Coimbra (Portugal). De allí partieron cinco frailes, primero a las regiones moras de Andalucía y luego a Marruecos, donde fueron martirizados por los sarracenos el 16 de enero de 1220. Un canónigo agustino, llamado Fernando, los había conocido en Coimbra. Impresionado por su testimonio, quiso entrar en la Orden de los Hermanos Menores, donde se convertiría en el famoso San Antonio de Padua.
En 1223, Francisco quiso revivir el ambiente del nacimiento de Jesús. En Greccio, hizo preparar un pesebre, un asno y un buey. Los personajes eran los propios pastores y la gente del lugar. El altar para la celebración de la misa fue el pesebre y Francisco, que era diácono, cantó el Evangelio y luego predicó a los presentes, que habían acudido a conmemorar el nacimiento del Salvador.
El 17 de septiembre de 1224, en La Verna, en las montañas del Casentino, meditaba sobre los sufrimientos de Cristo, cuando se le apareció un serafín que le imprimió los estigmas. En San Damián compuso en 1225 el famoso Cántico de las Criaturas. En junio de 1226 escribe su Testamento, donde subraya la importancia de conservar el espíritu original de la Regla, sin abandonar su vocación de ayudar a los últimos y a los necesitados.
De regreso a Asís, sintiendo acercarse su muerte, se retira a la Porciúncula, habiendo llamado a su protector Iacopa de' Settesoli («hermano Iacopa»). Rodeado de sus frailes, les entregó su Testamento, que quiso que se observara como suplemento de la Regla, prohibiéndoles añadirle o interpretarlo. Murió el 3 de octubre de 1226, después de la puesta del sol.
En la mañana del 4 de octubre, fue trasladado en solemne procesión desde la Porciúncula hasta la iglesia de San Jorge de Asís. En el camino, los restos mortales fueron mostrados a Clara y a sus hermanas en San Damián.
Fue canonizado por Gregorio IX, en presencia de su madre Pica, el 16 de julio de 1228, tras uno de los procesos canónicos más rápidos de la historia de la Iglesia. Se examinaron unos cuarenta milagros realizados por él. Entre ellos, la curación de leprosos, hidrópicos y paralíticos. Pero también la fuga de náufragos, la liberación de prisioneros y la vuelta a la vida después de la muerte.
Sus restos mortales permanecieron en la iglesia de San Jorge hasta el 25 de mayo de 1230, fecha en la que fueron trasladados a la Basílica Inferior de Asís dedicada a él, construida por el Hermano Elías.
Sainte Barbe, martyre du IIIe siècle, est la Patronne du Corps des pompiers et sa mémoire liturgique est célébrée le 4 décembre. Son culte se diffusa dès le VIIe siècle, période pendant laquelle les premiers Actade son martyre apparurent.
Fue conocido como el ángel del Apocalipsis por sus ardientes sermones sobre las postrimerías y el destino eterno que aguarda a la humanidad. Exhortaba a sus contemporáneos a vivir en coherencia con la fe profesada, anunciando el Evangelio con vigor y valentía, sin amedrentarse ante los poderosos de su tiempo.
Hablamos de San Vicente Ferrer, nacido el 23 de enero de 1350 en Valencia, hijo de don Guillermo Ferrer y de doña Constanza Miguel.
San Juan Neumann fue el primer obispo de los Estados Unidos en ser canonizado. Es conocido principalmente por su labor pastoral y educativa. Mientras fue obispo de Filadelfia, fundó el primer sistema escolar diocesano católico del país.
La joven Águeda es una de las mártires más conocidas y veneradas de la antigüedad cristiana.
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