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  • 4 de octubre: San Francisco de Asís, patrón de Italia

    De la riqueza a la pobreza por amor a Cristo

    Un buen día, el joven Francisco paseaba a caballo por los alrededores de Asís cuando, por el camino, se le cruzó un leproso. Normalmente, los leprosos le aterrorizaban; no se acercaba a sus casas y se negaba a mirarlos. Cuando se encontraba con uno por la calle, apartaba la cabeza y se tapaba la nariz con los dedos para no respirar el mal olor que desprendían. Pero aquel día no se trataba de uno cualquiera. Desmontó de su caballo y le dio al leproso una moneda de plata, besándole la mano. Luego, siguió su camino. Pocos días después, con dinero en el bolsillo, fue a visitar a los leprosos del hospicio. Los reunió y empezó a repartir limosna, besando la mano de cada uno. Había vencido a sí mismo, y desde aquel momento dejó de tener miedo de los leprosos y les sirvió con humildad. Francisco se había transformado; ya no era el joven despreocupado que se paseaba por Asís vestido de juglar, haciendo bromas y bebiendo con sus amigos. Ya no era el derrochador del dinero que ganaba ayudando a su padre, Pietro di Bernardone, un rico comerciante, sino un convertido al amor por Cristo y por sus hermanos. Francisco era un hombre nuevo, quería llevar una existencia que ya no fuera superficial ni vacía. Comprendió que el Maestro a quien servir era Cristo y que su prometida sería para siempre Nuestra Señora la Pobreza. Corría el año 1205. Tenía 23 años. Había nacido, de hecho, en 1182, de una mujer llamada Pica de Bourlémont, originaria de Provenza, donde su padre fue a comerciar con telas. Su nombre de bautismo era Juan, pero le llamaron Francisco, precisamente por las raíces familiares de su madre. Hasta el episodio del encuentro con el leproso, había pasado su juventud divirtiéndose y sin preocupaciones. Se había alistado en la milicia que defendía Asís, en el bando gibelino, contra Perusa, en el bando güelfo, pero fue hecho prisionero en la batalla de Collestrada (1202). Fue encarcelado durante un año hasta que su padre pagó un rescate. Durante ese tiempo, cayó enfermo y comenzó un cierto acercamiento a la fe. Una vez de vuelta con su familia, pasó su convalecencia en la finca de sus padres, acercándose cada vez más a la naturaleza, en la que vio una señal del Creador. A pesar del calvario, siguió soñando con convertirse en caballero. Por ello, partió hacia Apulia para luchar bajo el mando de Gualtiero di Brienne. Sin embargo, en Spoleto volvió a enfermarse. Sus sueños se habían hecho añicos. En ese momento, oyó una voz que le decía que regresara a Asís. Estas experiencias le habían marcado; ya no era el joven de antes. Decidió dar su dinero a la Iglesia y en limosnas.

    Pero eso no le bastaba. Hizo un peregrinaje a Roma y encontró un pobre. Quiso experimentar lo que significaba vivir en la pobreza, así que cambió sus ropas por las del miserable y comenzó a mendigar a las puertas de una Iglesia. Al final del día, recuperó sus ropas, dio lo que había obtenido al pobre y regresó a Asís. Desde ese momento, entendió que la pobreza no lo asustaría. No muy lejos de su casa estaba la vieja Iglesia de San Damiano, ya en ruinas. Solo quedaba un gran crucifijo pintado sobre madera. Un día, el crucifijo cobró vida y le dijo estas palabras: “Francisco, ve, repara mi casa que, como ves, está toda en ruinas”. Su respuesta fue inmediata: “Con gusto, Señor”. Entonces, comenzó a vivir como ermitaño. La gente, sin embargo, lo tomó por loco y se convirtió en el hazmerreír de los ciudadanos. Su padre, preocupado porque pensaba que había perdido el juicio, lo llevó de vuelta a casa, lo encerró en su sótano y lo dejó solo con pan y agua durante varios días. Pero la intervención de su madre le permitió recuperar la libertad. El enfrentamiento con su padre llegó a un conflicto abierto, incluso patrimonial. De hecho, para recaudar dinero para restaurar la Iglesia de San Damiano, Francisco utilizó los ingresos de una venta de telas. Esta decisión no le gustó a su padre, quien lo denunció ante los consules de la ciudad. Luego, Pietro di Bernardone lo llevó a juicio ante el obispo Guido. En esa ocasión, Francisco realizó el gesto que ha pasado a la historia. En los locales de la antigua catedral de Asís, Santa María la Mayor, se despojó de toda su ropa para expresar su renuncia a toda propiedad terrenal. El obispo Guido, entonces, lo cubrió con su manto. Con este gesto, lo acogió bajo la protección de la Iglesia. Francisco declaró que Pietro di Bernardone ya no sería su padre, sino que lo sería el Padre de los Cielos. Estaba definitivamente libre de todo lazo o vínculo humano. Después de restaurar la iglesia de San Damiano, quiso reconstruir también otras iglesias, como Santa María de los Ángeles, conocida como la “Porziuncola”, y San Pedro de la Espina. Desprendido de todo, se vistió con una sencilla túnica e inauguró una nueva forma de vida. Recorrió ciudades y pueblos mendigando y anunciando la Palabra de Dios. Desde ese momento, nobles, burgueses, clérigos y laicos comenzaron a seguirlo y a vivir bajo su regla, después de haber renunciado a las preocupaciones y vanidades del mundo. Bernardo de Quintavalle fue el primero en dar todos sus bienes a los pobres. Algunos compañeros lo siguieron más de cerca. Se unieron a él Egidio de Asís, Pietro Cattani, Angelo Tancredi, Masseo, Leone y Ginepro. Pronto se convirtieron en doce. Francisco llamaba a sus compañeros “hermanos”.

    El 24 de febrero de 1209, Francisco acudió a la misa celebrada por un sacerdote en la capilla de la “Porziuncola”. Durante la lectura del pasaje de Mateo 10, 5ss, que hace referencia a la misión confiada por Jesús a los Apóstoles, comprendió que ése era el programa de vida al que estaba llamado.

    La primera Regla que escribió era un conjunto de citas del Evangelio y reglas de vida muy sencillas. Fue aprobada por Inocencio III en 1209. Con ella nació la Orden de los Hermanos Menores, que tenía como principios fundamentales la fraternidad, con vida en común, la humildad, el servicio a los últimos, la pobreza y el espíritu misionero.

    Conquistada por el ejemplo de Francisco, la joven Clara de los Offreducci, la tarde del Domingo de Ramos de 1211 o 1212, huyó de su casa para reunirse con él en la Porciúncula. Francisco le cortó el pelo y le hizo vestir el hábito franciscano. Al poco tiempo la siguió su hermana Inés: éste fue el comienzo de la Segunda Orden Franciscana.

    En 1217, en el Capítulo celebrado en Santa María de la “Porziuncola” en Asís, Francisco decidió enviar algunos hermanos a Francia, Alemania, Hungría, España y aquellas otras provincias de Italia donde sus discípulos aún no habían llegado.

    Comenzó así a enviar a los hermanos a predicar de dos en dos por las calles de pueblos y ciudades. Su forma de vida no consistía en permanecer en un monasterio, sino en compartir las dificultades y las pruebas de la vida con los demás. 

    Tres veces intentó Francisco llegar a Tierra Santa para convertir a los infieles. La primera, se embarcó en Ancona, quizá hacia 1212-1213, pero debido a una tormenta desembarcó en la costa de Dalmacia y regresó a Asís. Al año siguiente, intentó ir a Marruecos vía España, pero una enfermedad le obligó a regresar. La tercera vez fue en 1219, cuando se celebró el segundo capítulo general en la Porciúncula. Partió hacia Oriente vía Ancona. En agosto, llegó a Damietta sitiada por los cruzados; entonces, con el hermano Illuminato, quiso entrevistarse con el sultán al-Malik al-Kāmil, para anunciarle el Evangelio. No consiguió convertirlo, pero no fue objeto de persecución; al contrario, el sultán le dio un salvoconducto para viajar por sus dominios. En otoño de 1220 regresó a Italia.

    En 1219, un grupo de frailes menores vivía en la ermita de Olivais, cerca de Coimbra (Portugal). De allí partieron cinco frailes, primero a las regiones moras de Andalucía y luego a Marruecos, donde fueron martirizados por los sarracenos el 16 de enero de 1220. Un canónigo agustino, llamado Fernando, los había conocido en Coimbra. Impresionado por su testimonio, quiso entrar en la Orden de los Hermanos Menores, donde se convertiría en el famoso San Antonio de Padua.

    En 1223, Francisco quiso revivir el ambiente del nacimiento de Jesús. En Greccio, hizo preparar un pesebre, un asno y un buey. Los personajes eran los propios pastores y la gente del lugar. El altar para la celebración de la misa fue el pesebre y Francisco, que era diácono, cantó el Evangelio y luego predicó a los presentes, que habían acudido a conmemorar el nacimiento del Salvador.

    El 17 de septiembre de 1224, en La Verna, en las montañas del Casentino, meditaba sobre los sufrimientos de Cristo, cuando se le apareció un serafín que le imprimió los estigmas. En San Damián compuso en 1225 el famoso Cántico de las Criaturas. En junio de 1226 escribe su Testamento, donde subraya la importancia de conservar el espíritu original de la Regla, sin abandonar su vocación de ayudar a los últimos y a los necesitados.

    De regreso a Asís, sintiendo acercarse su muerte, se retira a la Porciúncula, habiendo llamado a su protector Iacopa de' Settesoli («hermano Iacopa»). Rodeado de sus frailes, les entregó su Testamento, que quiso que se observara como suplemento de la Regla, prohibiéndoles añadirle o interpretarlo. Murió el 3 de octubre de 1226, después de la puesta del sol.

    En la mañana del 4 de octubre, fue trasladado en solemne procesión desde la Porciúncula hasta la iglesia de San Jorge de Asís. En el camino, los restos mortales fueron mostrados a Clara y a sus hermanas en San Damián.

    Fue canonizado por Gregorio IX, en presencia de su madre Pica, el 16 de julio de 1228, tras uno de los procesos canónicos más rápidos de la historia de la Iglesia. Se examinaron unos cuarenta milagros realizados por él. Entre ellos, la curación de leprosos, hidrópicos y paralíticos. Pero también la fuga de náufragos, la liberación de prisioneros y la vuelta a la vida después de la muerte.  

    Sus restos mortales permanecieron en la iglesia de San Jorge hasta el 25 de mayo de 1230, fecha en la que fueron trasladados a la Basílica Inferior de Asís dedicada a él, construida por el Hermano Elías.

  • 4 October: Saint Francis of Assisi, Patron Saint of Italy

    From wealth to poverty for love of God

    One day, as young Francis was riding his horse in the countryside around Assisi, he came across a leper. He was usually very afraid of lepers and did not go near their homes, refusing to even look at them. If he did meet one on his path, he would turn his head the other way and pinch his nose to avoid the bad smell that came from them. But this was not an ordinary day. He got off his horse, gave the leper a silver coin, and kissed his hand. Then he resumed his journey. A few days later, with a pocket full of money, he went to visit a hospice of lepers. He called them all together and gave them alms, kissing the hand of each of them. He had defeated himself, and from that moment onwards, he was never afraid of lepers, whom he humbly served.

    Francis had changed. He was no longer the carefree young man who walked around Assisi’s streets dressed like a jester, joking and drinking with his friends. He no longer was a spendthrift with the money he earned helping his father, Pietro di Bernardone, a wealthy merchant. He had been converted to love God and his brothers and sisters. Francis was a new man. He no longer wanted to lead a superficial life, empty of meaning. He understood that Christ was the Master to serve, and that his betrothed would always be Lady Poverty. It was 1205 and he was 23 years old. He was born in 1182 to Lady Pica de Bourlémont, originally from Provence, where his father often went to trade in fabrics. His Baptism name was John, but he was known as Francis, precisely because of his French roots.

    Until his encounter with the leper, Francis had spent his youth having fun, without a care in the world. He had joined the militia that defended Assisi, the Ghibellines, against Perugia, which was under the Guelphs, but he was taken prisoner in the Battle of Collestrada (1202) and kept captive for one year, until his father paid a ransom. He became ill during his confinement and drew nearer to the faith. After returning to his family, he spent time recovering on his parent’s estate, drawing ever nearer to nature, in which he could see the signs of the Creator. Despite his trials, he continued to dream of being a knight. He thus left for Puglia to fight under the leadership of Gualtiero di Brienne. However, while he was in Spoleto, he fell sick again. His dreams had been shattered. In that moment, he heard a voice telling him to return to Assisi.

    These experiences had left their mark and he was no longer the young man he had been. He decided to give all his money to the Church and to alms. But it wasn’t enough. He went on a pilgrimage to Rome and met a poor man. He wanted to experience what it meant to be reduced to poverty. And so, he swapped his clothes with those of the poor man and begged for alms at the doors of a Church. At the end of the day, he recovered his clothes, gave the poor man what he had earned and returned to Assisi. From that time onwards, he understood that poverty would no longer scare him.

    Not far from Francis’ home, there was a small church, San Damiano, which had fallen to ruin. The only thing that was still left standing was a large painted wooden crucifix. One day, the Crucifix spoke to him, saying, “Francis, go and rebuild my church which, as you see, is falling down”. Francis immediately replied, “Yes, Lord, I will do it willingly”.

    He began to live like a hermit. People thought he had gone mad and he became the joke of the town. Worried that he had lost his mind, his father brought him home and locked him up for a few days in a small store room, feeding him only bread and water. But Francis’ mother intervened and he was freed. The tension with his father became a full blown disagreement that even included discussion on inheritance.

    In fact, to put together some money to repair San Damiano, Francis had used the profits from the sale of a few fabrics, which angered his father to the point that he reported him to the authorities. Pietro di Bernardone even took Francis before the Bishop, to be judged. But on that occasion, Francis did something that would go down in history. He stripped off his clothes in the rooms of the old Cathedral of Assisi, Saint Mary Major, renouncing all earthly possessions. Bishop Guido covered Francis with his cloak, and with this gesture, welcomed him under his protection. Francis renounced Pietro di Bernardone as his father, and stated that his Father was in Heaven. He was definitively free from any human trap or bond.

    After he had repaired San Damiano, Francis wanted to repair other churches too, like Saint Mary of the Angels, known as the Porziuncola, and San Pietro della Spina.

    Detached from everything, he wore a simple tunic and began a new life. He travelled through cities and villages, begging for alms and proclaiming the Word of God. From then on, he was joined by members of the nobility, the bourgeoisie, clerics and lay people, who wished to live according to his Rule, having given up all the concerns and vanities of the world. Bernardo di Quintavalle was the first one to give up all his possessions to the poor. Some companions followed Francis more closely, such as Egidio of Assisi, Pietro Cattani, Angelo Tancredi, Masseo Leone and Ginepro. They soon became 12. Francis called his companions “brothers”.

    On 24 February 1209, Francis attended Holy Mass celebrated by a priest in the Porziuncola chapel. When he heard the Reading of Matthew 10:15, which refers to the mission Jesus entrusted to the Apostles, he understood that that was the life he was called to live.

    The first Rule he wrote was a series of quotations from the Bible and very simple rules of life. It was approved by Innocent III in 1209, giving rise to the Order of Friars Minor. The basic principles were fraternity, by living together, humility, by serving the least ones, poverty and a missionary spirit.

    Captivated by Francis’ example, in the evening of Palm Sunday 1211 or 1212, Chiara degli Offreducci (Clare of Assisi) ran away from home to meet him at the Porziuncola. Francis cut her hair and gave her the Franciscan habit to wear. She was followed soon after by her sister Agnes, and the Second Franciscan Order was born.

    In 1217, during the General Chapter at Santa Maria della Porziuncola in Assisi, Francis decided to send some friars to France, Germany, Hungary, Spain and to the other provinces of Italy that had not yet been reached by his disciples.

    He sent his brothers out in pairs to preach in villages and cities. His way of life did not include remaining inside a monastery, but rather sharing all the difficulties and trials of life, with others.

    Francis tried to go to the Holy Land to convert the infidels, three times. The first time he set sail from Ancona, perhaps around 1212-13, but due to a storm, he landed on the Dalmatian coast and returned to Assisi. The following year, he tried to enter Morocco via Spain, but an illness forced him to return. His third attempt was in 1219, when the second General Chapter was celebrated in the Porziuncola. He left for the east, passing through Ancona. In August he reached Damietta, which was besieged by the crusaders. With Brother Illuminato, he went to meet Sultan al-Malik al-Kāmil, to proclaim the Gospel to him. He was unable to convert him, but Francis was not harmed. Indeed, the Sultan gave him freedom of movement throughout his land. In Autumn 1220, he returned to Italy.

    In 1219 a group of Friars Minor had been living in the retreat at Olivais, near Coimbra, Portugal, Five friars left Olivais and headed to the areas controlled by the Moors in Andalusia, then to Morocco, where they were martyred by the Saracens on 16 January 1220. An Augustinian canon, named Fernando, had met them in Coimbra and had been struck by their witness. He wanted to join the Order of Friars Minor and would later become the famous Saint Anthony of Padua.

    In 1223, Francis wanted to recreate the essence of the birth of Jesus. He set up the scene in Greccio with a manger, a donkey and an ox. The characters were portrayed by the shepherds and by local people. The Altar for the celebration was placed inside the manger and Francis, who was a deacon, sang the Gospel and preached to those who had come to relive the birth of our Saviour.

    On 17 September 1224, while he was meditating on the suffering of Christ in La Verna, in the Casentino Forests, a seraph appeared to him and gave him the stigmata. In 1225, he composed his celebrated Canticle of the Creatures. In June of 1226, he wrote his Testament, in which he underscored the importance of preserving the original spirit of the Rule, never abandoning the vocation to help the least ones and those in need.

    Upon his return to Assisi, feeling that death was approaching, he retreated to the Porziuncola and called for Iacopa de’ Settesoli (“Brother Iacopa”). Surrounded by his friars, he gave them his Testament, asking that it be observed as a supplement to the Rule, forbidding any additions to it or interpretations. He died after sunset on 3 October 1226.

    On 4 October, with a solemn procession, he was translated from the Porziuncola to the Church of San Giorgio in Assisi. Along the way, his mortal remains were shown to Clare and her sisters at San Damiano.

    He was canonized by Gregory IX, in the presence of his mother, Lady Pica, on 16 July 1228, after one of the briefest canonical processes in Church history. Some forty miracles attributed to him were examined. Among them were healings of lepers, of people with dropsy and paralysed people, rescued castaways, released prisoners and a return from death.

    His mortal remains were kept in San Giorgio until 25 May 1230, when they were transferred to Assisi’s Lower Basilica. Dedicated to Francis, its construction had been ordered by Brother Elias.

  • 4 octobre : Saint François d'Assise, Patron de l'Italie

    De la richesse à la pauvreté pour l'amour du Christ

    Un jour, alors de le jeune François se promenait à cheval dans la campagne d'Assise, il rencontra un lépreux sur son chemin. Normalement, il était terrifié par les lépreux, il ne s'approchait pas de leurs maisons et refusait de les regarder. S'il en rencontrait un dans la rue, il détournait la tête et se bouchait le nez avec ses doigts pour ne pas sentir la mauvaise odeur qu'ils dégageaient. Mais ce jour-là, ce ne fut pas un jour quelconque. Il descendit de son cheval et donna au lépreux une pièce d'argent en lui embrassant la main. Puis il poursuivit sa route. Quelques jours plus tard, avec de l'argent en poche, il alla rendre visite aux lépreux de l'hospice. Il les réunit et commença à distribuer l'aumône, en embrassant la main de chacun. Il s'était vaincu lui-même et, à partir de ce moment-là, il n'eut plus peur des lépreux et les servit humblement.

  • 4 ottobre: San Francesco d’Assisi, Patrono d’Italia

    Dalla ricchezza alla povertà per amore di Cristo

    Un giorno, il giovane Francesco era a cavallo per la campagna nei dintorni di Assisi, quando incrociò un lebbroso sul suo cammino. Normalmente, aveva un terrore non indifferente verso i lebbrosi, non si avvicinava alle loro case e si rifiutava di guardarli. Se ne incontrava uno per strada, girava la testa dall’altra parte e si chiudeva il naso con le dita per non sentire il cattivo odore che emanavano. Ma quel giorno, non fu uno qualsiasi. Scese da cavallo e diede al lebbroso una moneta d'argento baciandogli la mano. Poi, proseguì il suo cammino. Pochi giorni dopo, con in tasca del denaro, andò a visitare i lebbrosi dell’ospizio. Li riunì e iniziò a distribuire elemosine, baciando a ognuno la mano. Aveva vinto se stesso, e da quel momento non ebbe più timore dei lebbrosi e li servì umilmente.

  • El próximo Jueves de los Museos estará dedicado a San Francisco de Asís en el 800º aniversario de sus estigmas

    Ecos franciscanos en la Pinacoteca Vaticana

    “Celebrar a Francisco en el tiempo de Francisco. Ecos franciscanos en la Pinacoteca Vaticana en el 800º aniversario de la impresión de los estigmas”. Este es el tema de la conferencia que se celebrará el jueves 24 de octubre, a las 16:00 horas, en los Museos Vaticanos. El evento, que forma parte de la iniciativa El Jueves de los Museos, será transmitido también en directo por streaming.

  • Il prossimo Giovedì dei Musei dedicato a San Francesco d’Assisi a 800 anni dalle sue Stimmate

    Echi francescani nella Pinacoteca vaticana

    “Celebrare Francesco al tempo di Francesco. Echi francescani nella Pinacoteca Vaticana a 800 anni dall’impressione delle Stimmate”. È il tema della conferenza che si svolge, giovedì, 24 ottobre, alle ore 16, ai Musei Vaticani. L’appuntamento, che rientra nell’iniziativa Il Giovedì dei Musei, viene trasmesso anche in diretta streaming.

  • Next “Thursday in the Museums” dedicated to the 800th anniversary of Saint Francis receiving the Stigmata

    Franciscan Echoes in the Vatican Pinacoteca

    “Celebrating Francis in the time of Francis. Franciscan echoes in the Vatican Pinacoteca, 800 years after the appearance of the Stigmata”, is the theme of a conference that will be held at the Vatican Museums at 4:00 p.m. on Thursday, 24 October. The event, which is part of the “Thursday in the Museums” initiative, will be live streamed.

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