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El próximo Jueves de los Museos estará dedicado a San Francisco de Asís en el 800º aniversario de sus estigmas

Ecos franciscanos en la Pinacoteca Vaticana

“Celebrar a Francisco en el tiempo de Francisco. Ecos franciscanos en la Pinacoteca Vaticana en el 800º aniversario de la impresión de los estigmas”. Este es el tema de la conferencia que se celebrará el jueves 24 de octubre, a las 16:00 horas, en los Museos Vaticanos. El evento, que forma parte de la iniciativa El Jueves de los Museos, será transmitido también en directo por streaming.

Dedicado al Santo Patrón de Italia —a poco más de un mes de la conmemoración litúrgica del 17 de septiembre, fecha en la que se celebraron los ochocientos años de la impresión de los estigmas en su cuerpo—, el encuentro será presentado por Barbara Jatta, directora de la Dirección de los Museos y del Patrimonio Cultural. A continuación, intervendrán Claudia Bolgia, de la Universidad de Udine; Anna Pizzamano, del Departamento de Arte Bizantino-Medieval de los Museos Vaticanos; y Adele Breda, excuradora del Departamento de Arte Bizantino-Medieval.

Con motivo del evento, los asistentes podrán visitar la sección medieval de la Pinacoteca Vaticana, en la que se ha dedicado una pared al Pobrecillo de Asís y a su época. En la Sala I, se expone por primera vez el mosaico con el rostro de San Lucas, uno de los pocos fragmentos supervivientes de la antigua fachada de la Basílica de San Pedro.

Este Jueves de los Museos está dedicado al recuerdo de San Francisco, partiendo de sus estigmas y recorriendo ese periodo a través de las fuentes documentales, testimonios culturales y artísticos. La tradición narra que en el verano de 1224, dos años antes de su muerte, el Pobrecillo se retiró al monte de La Verna para un tiempo de oración y silencio. En esa ocasión, pidió a Dios poder compartir la Pasión de Cristo. Su oración fue escuchada y le apareció un serafín, como cuenta San Buenaventura de Bagnoregio:

“Al contemplar esa visión, Francisco quedó lleno de asombro, y en su alma se mezclaban el dolor y el gozo. Sentía una alegría desbordante al ver a Cristo, de aspecto benigno, aparecerle de un modo tan admirable y afectuoso; pero al mirarle tan clavado en la cruz, su alma fue herida por una espada de compasión. Tras un arcano y profundo coloquio, cuando la visión desapareció, dejó en su alma un ardor serafínico y, al mismo tiempo, imprimió en su carne los signos externos de la pasión, como si hubieran sido sellados en su cuerpo, ablandado por la fuerza abrasadora del fuego.

Inmediatamente comenzaron a aparecer en sus manos y pies los signos de los clavos; en la concavidad de las manos y en la parte superior de los pies surgían las cabezas de los clavos, y en el reverso las puntas. El lado derecho del cuerpo, como si hubiera sido perforado por una lanza, estaba marcado por una cicatriz roja, que a menudo manaba sangre” (Leyenda Mayor).

Respecto a las estigmas del Santo, el monje trapense Thomas Merton (1915-1968) subrayaba: “Que Francisco recibiera los estigmas fue una señal divina de que, entre todos los santos, él era el más semejante a Cristo. Más que ningún otro, consiguió reproducir en su vida la sencillez, la pobreza y el amor de Dios y de los hombres que caracterizan la vida de Jesús. Conocer simplemente a San Francisco significa comprender el Evangelio y seguirlo con su espíritu sincero e íntegro; es vivir el Evangelio en toda su plenitud. San Francisco fue, como todos los santos deben intentar ser, sencillamente otro Cristo. El Cristo resucitado revivió de manera perfecta en ese Santo, completamente poseído y transformado por el Espíritu de la caridad divina”.

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