En el contexto de los primeros siglos del cristianismo, en una época dominada por el Imperio romano y marcada por graves persecuciones contra los discípulos de Cristo, surge la figura de san Fermín, venerado como obispo y mártir. Su memoria está profundamente arraigada en España y en Francia, donde su ejemplo ha alimentado la fe de generaciones enteras. La narración de su vida se sitúa entre la tradición y la realidad histórica, trazando el retrato de un hombre tenaz, animado por una fe inquebrantable y un profundo espíritu misionero.