Orígenes y naturaleza
El Estado de la Ciudad del Vaticano nació con los Pactos de Letrán, celebrados entre la Santa Sede e Italia el 11 de febrero de 1929 y ratificados el 7 de junio de 1929.
Su personalidad como entidad soberana de derecho internacional público, distinta de la Santa Sede, está universalmente reconocida.
La Iglesia católica lleva a cabo su misión de anuncio de la verdad del Evangelio, para la salvación de todos los hombres, y de servicio a la paz y a la justicia, en beneficio de todos los pueblos, tanto a través de las diversas Iglesias particulares y locales, diseminadas por todo el mundo, como a través de su gobierno central, constituido por el Papa y los Organismos que le asisten en su responsabilidad para con la Iglesia universal (designados con el nombre de Sede Apostólica o Santa Sede).
El Sumo Pontífice reside en el Estado de la Ciudad del Vaticano, donde también se encuentran algunos de los Organismos mencionados.
El Estado tiene, por tanto, la singular característica de ser un instrumento de la independencia de la Santa Sede y de la Iglesia católica respecto de cualquier poder constituido. En cierto sentido, es un signo del carácter sobrenatural de la propia Iglesia, ya que las estructuras del Estado Vaticano se reducen al mínimo necesario para su funcionamiento.