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Bandera

La bandera papal o de la Ciudad del Vaticano consiste en un manto bipartito de color amarillo (hacia el asta) y blanco, decorado en el centro con las Llaves Decusadas, scoronadas por el Triregno; el asta está enfundada con una lanza adornada con una escarapela de los mismos colores que la bandera y orlada de oro.

Antiguamente, la bandera del Estado Pontificio era de color amarillo-rojo (o más bien amaranto y amarillo, colores derivados de los colores del escudo de la Santa Sede), los dos colores tradicionales del Senado y del Pueblo Romano, que sin embargo fueron sustituidos por el blanco y el amarillo en 1808, cuando Pío VII ordenó a su Guardia Noble y a los demás Cuerpos Armados Pontificios que habían permanecido fieles que adoptaran una nueva escarapela con los colores mencionados para distinguirse de las restantes tropas incorporadas al ejército francés y a las que el general Sestio A. F. Miollis había concedido el derecho a utilizar los mismos colores. F. Miollis les había permitido seguir utilizando su antigua escarapela.

Fue izada por primera vez por la Marina Mercante. Sin embargo, la bandera papal blanca y amarilla más antigua data de 1824, pero con los colores colocados en diagonal, que luego fueron dispuestos en dos bandas verticales por Pío IX, quien, tras regresar de su exilio en Gaeta, hizo que se le añadiera el escudo papal en lugar de los lazos tricolores (blanco, rojo y verde) que se habían colocado en 1848. Sólo tras los Pactos de Letrán entre la Santa Sede e Italia, el 11 de febrero de 1929, la bandera papal adoptó su forma actual, al ser considerada también bandera de un Estado extranjero y, por tanto, protegida del mismo modo que todas las demás (art. 299 del Código Penal italiano). La bandera moderna se izó por primera vez el 8 de junio de 1929.

Hay que tener cuidado de no confundir la bandera papal con el Estandarte de la Santa Iglesia Romana, símbolo de su soberanía espiritual sobre todo el mundo. El Estandarte de la Santa Iglesia Romana consistía en un paño rojo, en cuya parte inferior se encontraba inicialmente la imagen de San Pedro, a veces acompañada por la de San Pablo, imágenes que fueron sustituidas posteriormente por el emblema de las llaves en decúbito coronadas por una cruz blanca por orden de Inocencio III (1198-1216), quien también explicó en uno de sus escritos la razón que le había llevado a tal cambio. Bajo el pontificado de Bonifacio VIII (1294-1303), el Estandarte de la Santa Iglesia Romana adoptó la forma que siempre ha mantenido, es decir, un paño de seda bermellón, cuyo fondo estaba simétricamente salpicado de numerosas estrellas de seis puntas bordadas en oro y que llevaba en el centro las simbólicas llaves cruzadas, rematado, sin embargo, por el conopeus o sinnicchio (pabellón); Terminado como un banderín en dos puntas, cada una adornada con una cinta dorada, el paño estaba unido a una larga asta dorada, ahuecada en la zona del asa y rematada con una pequeña lanza metálica, de la que colgaban cordones con borlas doradas.  El Estandarte de la Santa Iglesia Romana no sólo seguía al Pontífice cuando viajaba, o le acompañaba en las grandes solemnidades religiosas y civiles (procesión del Corpus Christi, posesiones papales, cabalgatas solemnes, etc.), sino que también era desplegado por las tropas en combate, presente por ejemplo en las Cruzadas como en Lepanto.

Las dos pinturas en mosaico situadas a ambos lados de la pila del reconstruido Triclinio Leoniano (1743) conservan la representación más antigua del Estandarte; Reproducen fielmente los mosaicos originales de los siglos VIII-IX, en el de la izquierda “Jesucristo entregando las llaves al Papa San Silvestre y el Estandarte a Constantino”, en el de la derecha “San Pedro entregando el palio a León III y el Estandarte a Carlomagno”; también hay varias pinturas en las que se ve el Estandarte elevado junto al trono pontificio.

La custodia del Estandarte de la Santa Iglesia Romana se confiaba, tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra, a una persona de alto rango, que por ello asumía el nombre y el cargo de “Vessillifero di Santa Romana Chiesa” (Portaestandarte de la Santa Romana Iglesia), también llamado “Gonfaloniere della Chiesa” (confaloniero de la Iglesia). Y prueba de lo honorable que era este cargo, quizá el más alto que los Papas podían conceder a un laico, es el hecho de que fue desempeñado más de una vez por soberanos, como Jaime II el Justo (1264-1327), rey de Cerdeña y Córcega, que lo recibió de Bonifacio VIII; Ladislao el Magnánimo (1376-1414), rey de Nápoles y Sicilia y rey de Hungría, que lo recibió de Inocencio VII. Otros ilustres titulares de este alto cargo son Ludovico, Delfín de Francia, a quien se lo concedió Eugenio IV (1431-47); Francesco Gonzaga, Duque de Mantua, a quien se lo confirió Julio II a principios del siglo XVI; Odoardo Farnese, quinto duque de Parma y Piacenza, que lo recibió de Gregorio XV (1621-23), mientras que Urbano VIII (1623-44) lo invistió con su propio hermano Carlo Barberini, y tras la muerte de éste en 1630 Torquato Conti duque de Guadagnolo. Conferido por Inocencio XI (1676-89) al marqués Giovanni Battista Naro con derecho de sucesión futura a todos los primogénitos de la familia, el cargo pasó finalmente de forma hereditaria a los Patrizi Montoro, tras la extinción en su familia de los Naro, cuyo linaje añadieron también al suyo.

Confirmando la importancia de la dignidad del Portaestandarte de la Santa Iglesia Romana, Clemente XI (1700-21) decretó, al inicio de su pontificado, que el titular de la dignidad fuera escoltado en los paseos solemnes por los dos Capitanes de la Caballería, respondiendo a la protesta planteada por estos últimos de que haciendo así se trataba de honrar al Estandarte de la Santa Iglesia Romana y no al portador. Cuando en 1801 Pío VII, sustituyendo a la disuelta Caballería, instituyó el nuevo Cuerpo de la Guardia Noble Papal, el Portador del Estandarte se incorporó al mismo como Capitán con el grado de Teniente General, ocupando su lugar en las cabalgatas, según la tradición, entre los dos Capitanes de la misma Guardia. El último testimonio papal de benevolencia hacia el Portaestandarte de la Santa Romana Iglesia fue el de Pío IX, que ordenó que el titular de este cargo, que lleva una insignia especial con la palabra Vexillifer, que lleva al cuello como condecoración, se contara siempre entre los Servidores Secretos.

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