Una luz escondida
Lo que impresiona en ella no es la excepcionalidad de sus obras, sino su capacidad de transformar lo ordinario en ofrenda. Santa María Bertilla Boscardin, cuyo nombre de bautismo era Ana Francisca, fue una mujer sencilla, por momentos impulsiva, pero dotada de una profunda determinación y de una gran capacidad de dominio interior. A menudo víctima de celos y malentendidos, nunca se dejó abatir: su propósito —«quiero hacerme santa y llevar a Jesús muchas almas»— se convirtió en su programa de vida.