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  • 29 DE SEPTIEMBRE: ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL

    Anunciadores de los misterios de Dios


    Contemplativos de la gloria de Dios y mensajeros de la Buena Nueva. Así son los tres Arcángeles que se celebran el 29 de septiembre. Sus nombres reflejan su misión, no su naturaleza. Son los mensajeros del Señor, encargados de anunciar su voluntad, y forman parte, junto con los Santos, de la "multitud inmensa de adoradores del Dios viviente".

  • 30 de noviembre: San Andrés Apóstol

    El hermano de Simón Pedro

    Los Evangelios presentan a Andrés, hermano de Simón Pedro, como uno de los dos discípulos de Juan el Bautista que siguieron a Jesús desde el principio (Jn 1, 35-39). Nació en Betsaida, en Galilea, a orillas del lago de Tiberíades. Al igual que su hermano Simón (Pedro), era pescador. En su búsqueda de Dios, había sido discípulo del predicador Juan el Bautista, quien probablemente lo había bautizado. Cuando Juan el Bautista señaló a Jesús como “el Cordero de Dios” (Jn 1, 29-40) junto al río Jordán, Andrés lo siguió de inmediato y no se separó más de Él.

  • 30 DE SEPTIEMBRE: SAN JERÓNIMO, DOCTOR DE LA IGLESIA

    La Biblia en el centro de la vida

    «El rasgo distintivo de la figura espiritual de san Jerónimo sigue siendo sin duda su amor apasionado por la Palabra de Dios, transmitida a la Iglesia en la Sagrada Escritura. Si todos los Doctores de la Iglesia -y en particular los de la primera época cristiana- extrajeron explícitamente de la Biblia el contenido de su enseñanza, Jerónimo lo hizo de un modo más sistemático y en cierto modo único». Lo recuerda el Papa Francisco en su Carta Apostólica Scripturae Sacrae affectus, del 30 de septiembre de 2020, en el XVI centenario de la muerte de san Jerónimo.

  • 4 de diciembre: Santa Bárbara, Patrona del Cuerpo de Bomberos

    Testigo de Cristo hasta el don de la vida

    Santa Bárbara, mártir del siglo III, es la Patrona del Cuerpo de Bomberos. Su memoria litúrgica se celebra el 4 de diciembre, y su culto se difundió a partir del siglo VII, cuando aparecieron los primeros Acta de su martirio. Aunque se conoce poco sobre ella, algunas tradiciones sitúan su origen en Oriente, a mediados del siglo III. Hija única de Dióscoro, un acaudalado pagano, se dice que poseía una gran belleza y recibía numerosas propuestas de matrimonio de poderosos señores. Sin embargo, Bárbara rechazaba casarse, por lo que su padre la confinó en una torre hasta que cambiara de opinión. Allí, instruida por filósofos y poetas, llegó a la conclusión de que Dios es uno solo y se convirtió al Cristianismo.

  • 4 DE NOVIEMBRE: SAN CARLOS BORROMEO

    Las almas se salvan de rodillas

    Un vástago de noble estirpe: a los doce años ya era abad comendatario y a los veintidós, cardenal, proyectado hacia una rápida y brillante carrera eclesiástica. Sobrino de un Papa, con el tiempo se convirtió en un formidable pastor, ejemplar y fervoroso predicador, impulsor de la aplicación de los decretos del Concilio de Trento. Es San Carlos Borromeo, quien no escatimó esfuerzos ni evitó adversidades para reformar la Iglesia, tanto en el clero como entre los religiosos, y para liberarla de los poderes externos que amenazaban su integridad. Por su celo, sufrió calumnias, humillaciones e incluso un atentado, siendo alcanzado por un disparo de arcabuz en la espalda mientras oraba, del que salió ileso.

  • 4 de octubre: San Francisco de Asís, patrón de Italia

    De la riqueza a la pobreza por amor a Cristo

    Un buen día, el joven Francisco paseaba a caballo por los alrededores de Asís cuando, por el camino, se le cruzó un leproso. Normalmente, los leprosos le aterrorizaban; no se acercaba a sus casas y se negaba a mirarlos. Cuando se encontraba con uno por la calle, apartaba la cabeza y se tapaba la nariz con los dedos para no respirar el mal olor que desprendían. Pero aquel día no se trataba de uno cualquiera. Desmontó de su caballo y le dio al leproso una moneda de plata, besándole la mano. Luego, siguió su camino. Pocos días después, con dinero en el bolsillo, fue a visitar a los leprosos del hospicio. Los reunió y empezó a repartir limosna, besando la mano de cada uno. Había vencido a sí mismo, y desde aquel momento dejó de tener miedo de los leprosos y les sirvió con humildad. Francisco se había transformado; ya no era el joven despreocupado que se paseaba por Asís vestido de juglar, haciendo bromas y bebiendo con sus amigos. Ya no era el derrochador del dinero que ganaba ayudando a su padre, Pietro di Bernardone, un rico comerciante, sino un convertido al amor por Cristo y por sus hermanos. Francisco era un hombre nuevo, quería llevar una existencia que ya no fuera superficial ni vacía. Comprendió que el Maestro a quien servir era Cristo y que su prometida sería para siempre Nuestra Señora la Pobreza. Corría el año 1205. Tenía 23 años. Había nacido, de hecho, en 1182, de una mujer llamada Pica de Bourlémont, originaria de Provenza, donde su padre fue a comerciar con telas. Su nombre de bautismo era Juan, pero le llamaron Francisco, precisamente por las raíces familiares de su madre. Hasta el episodio del encuentro con el leproso, había pasado su juventud divirtiéndose y sin preocupaciones. Se había alistado en la milicia que defendía Asís, en el bando gibelino, contra Perusa, en el bando güelfo, pero fue hecho prisionero en la batalla de Collestrada (1202). Fue encarcelado durante un año hasta que su padre pagó un rescate. Durante ese tiempo, cayó enfermo y comenzó un cierto acercamiento a la fe. Una vez de vuelta con su familia, pasó su convalecencia en la finca de sus padres, acercándose cada vez más a la naturaleza, en la que vio una señal del Creador. A pesar del calvario, siguió soñando con convertirse en caballero. Por ello, partió hacia Apulia para luchar bajo el mando de Gualtiero di Brienne. Sin embargo, en Spoleto volvió a enfermarse. Sus sueños se habían hecho añicos. En ese momento, oyó una voz que le decía que regresara a Asís. Estas experiencias le habían marcado; ya no era el joven de antes. Decidió dar su dinero a la Iglesia y en limosnas.

    Pero eso no le bastaba. Hizo un peregrinaje a Roma y encontró un pobre. Quiso experimentar lo que significaba vivir en la pobreza, así que cambió sus ropas por las del miserable y comenzó a mendigar a las puertas de una Iglesia. Al final del día, recuperó sus ropas, dio lo que había obtenido al pobre y regresó a Asís. Desde ese momento, entendió que la pobreza no lo asustaría. No muy lejos de su casa estaba la vieja Iglesia de San Damiano, ya en ruinas. Solo quedaba un gran crucifijo pintado sobre madera. Un día, el crucifijo cobró vida y le dijo estas palabras: “Francisco, ve, repara mi casa que, como ves, está toda en ruinas”. Su respuesta fue inmediata: “Con gusto, Señor”. Entonces, comenzó a vivir como ermitaño. La gente, sin embargo, lo tomó por loco y se convirtió en el hazmerreír de los ciudadanos. Su padre, preocupado porque pensaba que había perdido el juicio, lo llevó de vuelta a casa, lo encerró en su sótano y lo dejó solo con pan y agua durante varios días. Pero la intervención de su madre le permitió recuperar la libertad. El enfrentamiento con su padre llegó a un conflicto abierto, incluso patrimonial. De hecho, para recaudar dinero para restaurar la Iglesia de San Damiano, Francisco utilizó los ingresos de una venta de telas. Esta decisión no le gustó a su padre, quien lo denunció ante los consules de la ciudad. Luego, Pietro di Bernardone lo llevó a juicio ante el obispo Guido. En esa ocasión, Francisco realizó el gesto que ha pasado a la historia. En los locales de la antigua catedral de Asís, Santa María la Mayor, se despojó de toda su ropa para expresar su renuncia a toda propiedad terrenal. El obispo Guido, entonces, lo cubrió con su manto. Con este gesto, lo acogió bajo la protección de la Iglesia. Francisco declaró que Pietro di Bernardone ya no sería su padre, sino que lo sería el Padre de los Cielos. Estaba definitivamente libre de todo lazo o vínculo humano. Después de restaurar la iglesia de San Damiano, quiso reconstruir también otras iglesias, como Santa María de los Ángeles, conocida como la “Porziuncola”, y San Pedro de la Espina. Desprendido de todo, se vistió con una sencilla túnica e inauguró una nueva forma de vida. Recorrió ciudades y pueblos mendigando y anunciando la Palabra de Dios. Desde ese momento, nobles, burgueses, clérigos y laicos comenzaron a seguirlo y a vivir bajo su regla, después de haber renunciado a las preocupaciones y vanidades del mundo. Bernardo de Quintavalle fue el primero en dar todos sus bienes a los pobres. Algunos compañeros lo siguieron más de cerca. Se unieron a él Egidio de Asís, Pietro Cattani, Angelo Tancredi, Masseo, Leone y Ginepro. Pronto se convirtieron en doce. Francisco llamaba a sus compañeros “hermanos”.

    El 24 de febrero de 1209, Francisco acudió a la misa celebrada por un sacerdote en la capilla de la “Porziuncola”. Durante la lectura del pasaje de Mateo 10, 5ss, que hace referencia a la misión confiada por Jesús a los Apóstoles, comprendió que ése era el programa de vida al que estaba llamado.

    La primera Regla que escribió era un conjunto de citas del Evangelio y reglas de vida muy sencillas. Fue aprobada por Inocencio III en 1209. Con ella nació la Orden de los Hermanos Menores, que tenía como principios fundamentales la fraternidad, con vida en común, la humildad, el servicio a los últimos, la pobreza y el espíritu misionero.

    Conquistada por el ejemplo de Francisco, la joven Clara de los Offreducci, la tarde del Domingo de Ramos de 1211 o 1212, huyó de su casa para reunirse con él en la Porciúncula. Francisco le cortó el pelo y le hizo vestir el hábito franciscano. Al poco tiempo la siguió su hermana Inés: éste fue el comienzo de la Segunda Orden Franciscana.

    En 1217, en el Capítulo celebrado en Santa María de la “Porziuncola” en Asís, Francisco decidió enviar algunos hermanos a Francia, Alemania, Hungría, España y aquellas otras provincias de Italia donde sus discípulos aún no habían llegado.

    Comenzó así a enviar a los hermanos a predicar de dos en dos por las calles de pueblos y ciudades. Su forma de vida no consistía en permanecer en un monasterio, sino en compartir las dificultades y las pruebas de la vida con los demás. 

    Tres veces intentó Francisco llegar a Tierra Santa para convertir a los infieles. La primera, se embarcó en Ancona, quizá hacia 1212-1213, pero debido a una tormenta desembarcó en la costa de Dalmacia y regresó a Asís. Al año siguiente, intentó ir a Marruecos vía España, pero una enfermedad le obligó a regresar. La tercera vez fue en 1219, cuando se celebró el segundo capítulo general en la Porciúncula. Partió hacia Oriente vía Ancona. En agosto, llegó a Damietta sitiada por los cruzados; entonces, con el hermano Illuminato, quiso entrevistarse con el sultán al-Malik al-Kāmil, para anunciarle el Evangelio. No consiguió convertirlo, pero no fue objeto de persecución; al contrario, el sultán le dio un salvoconducto para viajar por sus dominios. En otoño de 1220 regresó a Italia.

    En 1219, un grupo de frailes menores vivía en la ermita de Olivais, cerca de Coimbra (Portugal). De allí partieron cinco frailes, primero a las regiones moras de Andalucía y luego a Marruecos, donde fueron martirizados por los sarracenos el 16 de enero de 1220. Un canónigo agustino, llamado Fernando, los había conocido en Coimbra. Impresionado por su testimonio, quiso entrar en la Orden de los Hermanos Menores, donde se convertiría en el famoso San Antonio de Padua.

    En 1223, Francisco quiso revivir el ambiente del nacimiento de Jesús. En Greccio, hizo preparar un pesebre, un asno y un buey. Los personajes eran los propios pastores y la gente del lugar. El altar para la celebración de la misa fue el pesebre y Francisco, que era diácono, cantó el Evangelio y luego predicó a los presentes, que habían acudido a conmemorar el nacimiento del Salvador.

    El 17 de septiembre de 1224, en La Verna, en las montañas del Casentino, meditaba sobre los sufrimientos de Cristo, cuando se le apareció un serafín que le imprimió los estigmas. En San Damián compuso en 1225 el famoso Cántico de las Criaturas. En junio de 1226 escribe su Testamento, donde subraya la importancia de conservar el espíritu original de la Regla, sin abandonar su vocación de ayudar a los últimos y a los necesitados.

    De regreso a Asís, sintiendo acercarse su muerte, se retira a la Porciúncula, habiendo llamado a su protector Iacopa de' Settesoli («hermano Iacopa»). Rodeado de sus frailes, les entregó su Testamento, que quiso que se observara como suplemento de la Regla, prohibiéndoles añadirle o interpretarlo. Murió el 3 de octubre de 1226, después de la puesta del sol.

    En la mañana del 4 de octubre, fue trasladado en solemne procesión desde la Porciúncula hasta la iglesia de San Jorge de Asís. En el camino, los restos mortales fueron mostrados a Clara y a sus hermanas en San Damián.

    Fue canonizado por Gregorio IX, en presencia de su madre Pica, el 16 de julio de 1228, tras uno de los procesos canónicos más rápidos de la historia de la Iglesia. Se examinaron unos cuarenta milagros realizados por él. Entre ellos, la curación de leprosos, hidrópicos y paralíticos. Pero también la fuga de náufragos, la liberación de prisioneros y la vuelta a la vida después de la muerte.  

    Sus restos mortales permanecieron en la iglesia de San Jorge hasta el 25 de mayo de 1230, fecha en la que fueron trasladados a la Basílica Inferior de Asís dedicada a él, construida por el Hermano Elías.

  • 4 décembre : Sainte Barbe, Patronne du Corps des pompiers

    Témoin du Christ jusqu’au don de sa vie

    Sainte Barbe, martyre du IIIe siècle, est la Patronne du Corps des pompiers et sa mémoire liturgique est célébrée le 4 décembre. Son culte se diffusa dès le VIIe siècle, période pendant laquelle les premiers Actade son martyre apparurent.

  • 5 de septiembre: Santa Teresa de Calcuta

    La pequeña pluma de Dios

    “Dios sigue amando al mundo y nos envía a ti y a mí para que seamos su amor y su compasión hacia los pobres”: con estas palabras, Santa Madre Teresa de Calcuta exhortaba a todos los que se cruzaban en su camino, invitándolos a participar en la caridad hacia los más necesitados. Estaba profundamente convencida de que, al servir a los más pobres entre los pobres, no se debía actuar meramente como asistentes sociales, sino como hermanos que buscan a otros hermanos. Pues su caridad no era una simple filantropía, sino una caridad vivificada por la fe. Para ella, la urgencia no solo radicaba en liberar a las personas de la miseria material, sino también en transmitirles el mensaje sublime de que Dios es Amor, un amor que se encarna en la atención y el cuidado hacia su sufrimiento. Su pensamiento, en este sentido, era muy claro: "Dios se ha identificado con el hambriento, el enfermo, el desnudo, el que no tiene hogar; hambre no solo de pan, sino también de amor, de cuidados, de reconocimiento por parte de alguien; desnudez no solo de ropas, sino también de esa compasión que pocos sienten hacia quienes no conocen; falta de techo no solo por carecer de refugio material, sino por no tener a nadie a quien llamar próximo".

  • 6 de diciembre: San Nicolás de Bari

    El Santo ecuménico

    Nicolás de Mira, más conocido como Nicolás de Bari, fue un obispo nacido en Patara, Licia (actual Turquía), alrededor del año 270 d.C.. Es un santo que une a la mayoría de las Iglesias y confesiones cristianas, venerado tanto en Oriente como en Occidente. Su festividad se celebra el 6 de diciembre, día de su muerte, y el 9 de mayo, en conmemoración de la traslación de sus reliquias a Bari.

  • 7 de octubre: Beata Virgen María del Rosario

    Una corona de rosas como resumen del Evangelio

    La fiesta del Rosario fue instituida por San Pío V con el nombre de "Santa María de la Victoria", en recuerdo permanente de la batalla de Lepanto, librada el 7 de octubre de 1571, en la cual la flota de la “Liga Santa” derrotó a la del Imperio otomano. Los cristianos atribuyeron la victoria a la protección de María, a quien habían invocado rezando el Rosario antes de la batalla.

  • 8 de septiembre: Natividad de la Bienaventurada Virgen María

    El cumpleaños de la Madre de Jesús

    La Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa se unen en la celebración de la Natividad de María. Esta festividad nació en Oriente y fue introducida en Roma por Sergio I en el siglo VII. En ese día, una procesión partía de la iglesia de San Adriano en el Foro y llegaba a la Basílica de Santa María la Mayor. Según el calendario litúrgico, se conmemora el 8 de septiembre. En Oriente, la Natividad de María ya se celebraba en el siglo IV, vinculada a la construcción de la Basílica de Santa Ana en Jerusalén. Este lugar de culto se alzaba en el sitio donde se encontraba la casa en la que María nació de Ana y Joaquín. Desde Jerusalén, el recuerdo de la Natividad de María pasó a Constantinopla, y la Iglesia de Oriente la celebra vinculándola a la Concepción. No se debe olvidar que solo de Jesús, María y Juan el Bautista la Iglesia celebra el nacimiento en la tierra, además del nacimiento en el Cielo.

  • 9 DE NOVIEMBRE: DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA LATERANENSE, CATEDRAL DE ROMA

    Mater et Caput de todas las Iglesias

    La Archibasílica del Santísimo Salvador y de los Santos Juan Bautista y Evangelista, comúnmente conocida como San Juan de Letrán, es la Catedral de Roma. Mater et Caput de todas las Iglesias de Urbe y Orbe, es un punto de referencia para la Iglesia Universal. El 9 de noviembre celebramos su consagración, que tuvo lugar en el año 324 por el Papa Silvestre. Hace exactamente 1700 años.

  • 9 De Octubre: San Juan Henry Newman, Oratoriano y Cardenal

    Por el camino de la luz amable

    Jesús, “quédate con nosotros y comenzaremos a brillar como Tú brillas, a ser una luz para los demás” (Meditations on Christian Doctrine, VII, 3). Esta célebre frase del Cardenal John Henry Newman resume su pensamiento y su legado. Fue una figura incómoda en su tiempo, que suscitó reacciones diversas, incluso entre los católicos. A él se debe la apertura hacia los laicos y su participación en la evangelización en una Inglaterra del siglo XIX, aferrada a las tradiciones y reacia a las innovaciones. Newman no fue un hombre que se acobardara y promovió un laicado inteligente y bien instruido: “Quiero un laicado que no sea arrogante, ni precipitado en sus palabras, ni polémico, sino hombres que conozcan su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde se sitúan, qué creen y qué no creen, que conozcan su credo tan bien como para dar razón de él, que conozcan tan bien la historia como para poder defenderlo” (The Present Position of Catholics in England, IX, 390). Así, involucró a los laicos en la enseñanza y la catequesis, enfrentando oposición incluso entre el clero.

  • Domingo 11 de agosto: Conmemoración de la muerte de Santa Clara de Asís

    Patrona universal de la televisión y las telecomunicaciones.

    Nochebuena 1252 en Asís: Santa Clara estaba confinada en su cama en el dormitorio del monasterio de San Damián a causa de su enfermedad. Sus hermanas la dejaban sola para el rezo de maitines, pero a ella le hubiera gustado reunirse con ellas al menos esa noche. Así que pidió al Señor que le concediera su deseo, tal era su devoción al misterio del nacimiento del Salvador. Más de siete siglos después, el 14 de febrero de 1958, Pío XII proclamó a Clara patrona universal de la televisión y de las telecomunicaciones. El episodio sigue de actualidad, ya que, el día en que se celebra el nacimiento de la Santa al Cielo, el 11 de agosto, la Gobernación también la recuerda por su patronazgo de la Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas de Información.

  • El 14 de diciembre la Iglesia celebra la festividad de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia.

    Un contemplativo al servicio del Reino de Dios

    “Dios humilla grandemente al alma para luego elevarla mucho”: así se expresaba San Juan de la Cruz, reformador, junto con Santa Teresa de Jesús, de la Orden del Carmelo. Es considerado uno de los más importantes poetas de la literatura española. Sus obras más destacadas son: Subida al Monte Carmelo, Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva.

  • San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia

    Es uno de los primeros cuatro Doctores de la Iglesia en Occidente, quien promovió la evangelización de Inglaterra y dictó las normas del canto sacro que de su nombre ha tomado denominación. Gregorio fue llamado con justicia Magno, pues sus obras y virtudes bien lo atestiguaron. Nacido en una noble y rica familia romana en torno al año 540, tuvo una buena formación cultural. Sus estudios abarcaron el derecho, la Biblia y las obras de los Padres de la Iglesia, en particular San Agustín.

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