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4 DE NOVIEMBRE: SAN CARLOS BORROMEO

Las almas se salvan de rodillas

Un vástago de noble estirpe: a los doce años ya era abad comendatario y a los veintidós, cardenal, proyectado hacia una rápida y brillante carrera eclesiástica. Sobrino de un Papa, con el tiempo se convirtió en un formidable pastor, ejemplar y fervoroso predicador, impulsor de la aplicación de los decretos del Concilio de Trento. Es San Carlos Borromeo, quien no escatimó esfuerzos ni evitó adversidades para reformar la Iglesia, tanto en el clero como entre los religiosos, y para liberarla de los poderes externos que amenazaban su integridad. Por su celo, sufrió calumnias, humillaciones e incluso un atentado, siendo alcanzado por un disparo de arcabuz en la espalda mientras oraba, del que salió ileso.

Nació el 2 de octubre de 1538 en Arona, en la noble familia Borromeo, siendo el segundo hijo de Gilberto y Margarita. Estudió derecho canónico y civil en Pavía, y a los 21 años ya era doctor in utroque iure. En 1560, su tío materno, Gian Angelo, de la noble familia Médici de Marignano, fue elegido Papa con el nombre de Pío IV. Su tío le llamó a Roma y le confió cargos de responsabilidad, entre ellos el de administrador apostólico de la Archidiócesis de Milán desde el 7 de febrero de 1560, y el de legado pontificio en Bolonia y en Romaña durante dos años. En diciembre de 1560 fue nombrado Secretario de Estado.

En 1562, tras la muerte de su hermano Federico, se le pidió que abandonara los cargos eclesiásticos y se casara para perpetuar la descendencia familiar. Carlos prefirió seguir el camino del sacerdocio, que recibió el 4 de septiembre de 1563; tres días después fue también consagrado obispo. Escogió como lema episcopal Humilitas.

Como Secretario de Estado, trabajó para reanudar las sesiones del Concilio de Trento, en las que participó entre 1562 y 1563. Así, se convirtió en uno de los principales promotores de la Contrarreforma y en presidente de la comisión de teólogos designada por Pío IV para redactar el Catechismus Romanus. Logró además la aprobación de decretos sobre las órdenes sagradas y la creación de seminarios, y abogó para que los pastores residieran en sus diócesis. En 1565, con solo 27 años, Carlos tomó posesión de la Archidiócesis de Milán, de la que había sido nombrado arzobispo. Su celo pastoral le impedía permanecer inactivo. Realizó tres visitas pastorales a la diócesis, abrió seminarios para la formación de sacerdotes, construyó iglesias, escuelas, colegios y hospitales. En 1578, fundó la Congregación de los Oblatos de San Ambrosio. Al llevar a cabo la reforma tridentina, tuvo que enfrentarse a los gobernadores españoles y al poder civil.

Fue un verdadero ejemplo de caridad evangélica: vendió incluso el principado de Oria, que había heredado de su hermano, y donó el producto a los pobres de Milán. Hombre de oración y penitencia, repetía a menudo que “las almas se conquistan de rodillas”.

Su amor por los pobres y los necesitados se manifestó especialmente en los años 1576 y 1577, durante la peste, que de él tomó el nombre y que Manzoni inmortalizó en su novela Los novios. El arzobispo fue el único punto de referencia para toda la ciudad también durante la posterior hambruna.

En noviembre de 1584, falleció a los 46 años. Fue beatificado en 1602 por Clemente VIII y canonizado en 1610 por Pablo V. Sus restos reposan en la Cripta de la Catedral de Milán.

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