El 14 de diciembre la Iglesia celebra la festividad de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia.
Un contemplativo al servicio del Reino de Dios
“Dios humilla grandemente al alma para luego elevarla mucho”: así se expresaba San Juan de la Cruz, reformador, junto con Santa Teresa de Jesús, de la Orden del Carmelo. Es considerado uno de los más importantes poetas de la literatura española. Sus obras más destacadas son: Subida al Monte Carmelo, Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva.
Juan de la Cruz nació en 1542 en el pequeño pueblo de Fontiveros, cerca de Ávila, en la Vieja Castilla, hijo de Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez. Su padre pertenecía a una noble familia de origen judío convertida al cristianismo. Enamorado de una humilde tejedora de Toledo, fue desheredado, por lo que Juan nació en un entorno familiar muy pobre. Huérfano de padre a temprana edad, a los nueve años se trasladó con su madre y su hermano Francisco a Medina del Campo, no lejos de Valladolid. Asistió al Colegio de los Doctrinos, realizando también trabajos humildes para las monjas del convento de la Magdalena. Dadas sus cualidades humanas y sus logros académicos, fue admitido primero como enfermero en el hospital de la Concepción y luego en el Colegio de los Jesuitas. Ingresó a los dieciocho años y estudió humanidades, retórica y lenguas clásicas. Al finalizar el trienio, comprendió que Dios lo llamaba a la vida religiosa y entró en la Orden del Carmelo.
En el verano de 1563, inició el noviciado en Medina del Campo, tomando el nombre religioso de Matías. En 1564, fue enviado a perfeccionar sus estudios en la Universidad de Salamanca, donde durante tres años cursó artes y filosofía. En 1567 fue ordenado sacerdote y regresó a Medina del Campo para celebrar su primera misa. En esa ocasión, conoció por primera vez a Santa Teresa de Jesús, quien le propuso unirse a la reforma del Carmelo, aplicándola a la rama masculina de la Orden. Juan quedó impresionado por el programa de vida de Teresa y, juntos, lograron llevar adelante el proyecto de retorno a los orígenes de la Regla carmelitana.
El primer convento de la reforma se abrió el 28 de diciembre de 1568 en Duruelo, una localidad periférica de la provincia de Ávila. La comunidad estaba formada por Juan y tres compañeros, quienes renovaron su profesión de fe según la Regla primitiva. También cambió su nombre, pasando de llamarse Matías a Juan de la Cruz. A finales de 1572, a petición de Teresa, se convirtió en confesor y vicario del monasterio de la Encarnación de Ávila, donde la Santa era priora.
Lamentablemente, la reforma del Carmelo encontró obstáculos y oposiciones que causaron a Juan grandes sufrimientos. En 1577, acusado injustamente, fue secuestrado y encarcelado en el convento de los carmelitas de la antigua observancia de Toledo. Permaneció allí durante meses, sufriendo privaciones y presiones morales. En ese lugar compuso, junto con otros poemas, el célebre Cántico espiritual. En la noche del 16 al 17 de agosto de 1578, logró escapar, refugiándose en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de la ciudad. Fue entonces destinado a Andalucía, donde pasó diez años en varios conventos, especialmente en Granada. Desempeñó cargos de responsabilidad, como vicario provincial, y completó la redacción de sus tratados espirituales. De regreso en la Vieja Castilla, como miembro del gobierno general del Carmelo reformado, residió en el convento de Segovia, ejerciendo el cargo de superior. En 1591 fue relevado de todas sus responsabilidades y destinado a la nueva provincia religiosa de México. Mientras se preparaba para partir, se retiró al convento de Úbeda, cerca de Jaén, donde enfermó gravemente. Murió en la noche del 13 al 14 de diciembre de 1591, mientras sus hermanos recitaban el Maitines. Sus últimas palabras fueron: “Hoy cantaré el Oficio en el cielo”. Sus restos mortales fueron trasladados a Segovia. Fue beatificado por Clemente X en 1675 y canonizado por Benedicto XIII en 1726. Pío XI, en 1926, lo proclamó Doctor de la Iglesia.