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Presentación del sello conmemorativo por los 40 años de la firma del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile

Una controversia resuelta mediante la mediación de la Santa Sede

En conmemoración del conflicto evitado entre Argentina y Chile, gracias a la mediación de la Santa Sede, en relación con la controversia sobre la soberanía de la zona austral, en el extremo sur de América Latina, la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano ha emitido un sello conmemorativo.

Conmemora el 40 aniversario de la firma del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile, firmado el 29 de noviembre de 1984 en la Ciudad del Vaticano, suscrito el 29 de noviembre de 1984 en la Ciudad del Vaticano, y quiere ser también un homenaje a la inolvidable obra diplomática del Cardenal Antonio Samorè, enviado personal de Juan Pablo II, en la mediación.

El nuevo valor fue presentado el lunes 25 de noviembre por la mañana, en la Sala Regia del Palacio Apostólico, por el Cardenal Fernando Vérgez Alzaga, Presidente de la Gobernación, en presencia de Sor Raffaella Petrini y del abogado Giuseppe Puglisi-Alibrandi, respectivamente Secretaria General y Vice-Secretario General, del ingeniero Antonino Intersimone, Director de la Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas Informáticos, y del Jefe de Oficina, don Felice Bruno.

Entre los asistentes se encontraban, además, el Arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados, los Embajadores de Argentina y Chile ante la Santa Sede, y sus respectivas delegaciones oficiales.

El Tratado de Paz y Amistad fue suscrito por los Ministros de Relaciones Exteriores de Argentina y Chile, Dante Caputo y Jaime del Valle Allende, respectivamente, y también por el Secretario de Estado, el Cardenal Agostino Casaroli, como testimonio de la intervención de la Santa Sede en el proceso de mediación.

El sello, emitido por el Servicio de Correos y Filatelia de la Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas Informáticos de la Gobernación, presenta a los Ministros de Relaciones Exteriores de Argentina y Chile, y a los representantes de los Episcopados de ambos países, en presencia de San Juan Pablo II, quien los recibió en Audiencia el 30 de noviembre de 1984.

Para la ocasión, también se ha preparado un matasellos, que representa el apretón de manos entre los Ministros de Relaciones Exteriores de Argentina y Chile, simbólicamente sobrepasado por la mano del Cardenal Agostino Casaroli. El matasellos incluye las inscripciones “40º aniversario de la firma del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile”, “Correos Vaticanos” y la fecha de emisión 25.11.2024.

 

Publicamos el discurso del Cardenal Presidente:

 

Saludo Mons. Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales.

A los Excelentísimos Ministros de Asuntos Exteriores, a los Señores Embajadores ante la Santa Sede de Argentina y Chile:

 

Este acto conmemorativo de los 40 años de la firma del Tratado de Paz y amistad entre Argentina y Chile trae a mi mente tantos recuerdos personales de esos días.

Con motivo de la II Jornada Mundial de la Juventud, San Juan Pablo II convocó a los jóvenes a Buenos Aires.  El evento tuvo lugar los días 11 y 12 de abril de 1987, fue la primera JMJ de dimensión internacional fuera de Roma. La celebración de la Jornada concluyó el viaje apostólico del Papa Wojtyla a Uruguay,  Chile y Argentina. El cardenal Eduardo Francisco Pironio, hoy beato, lo acompañó en este viaje, como presidente del Consejo Pontificio para los Laicos. Como  su secretario, recuerdo aquellos días, y sobre todo, recuerdo bien, cuando el cardenal Pironio, invitado por el Pontífice, participó en la conmemoración de los Acuerdos de Montevideo entre Chile y Argentina, que tuvo lugar en el Palacio Taranco el 31 de marzo de 1987.

         Somos conscientes de que con esos Acuerdos se evitó una guerra entre dos países hermanos. Esto fue gracias a la mediación del inolvidable Cardenal Antonio Samorè y sus colaboradores, que como gran diplomático supo identificar la solución de las disputas y evitar el uso de la fuerza.

         También es innegable el esfuerzo de san Juan Pablo II por alcanzar el objetivo de la pacificación y la resolución de los conflictos entre los Estados. El beato Pironio fue testigo, en varias ocasiones, de cuánta energía gastó el Pontífice para lograr la paz, tratando de evitar la pérdida de vidas humanas y el sufrimiento de la población.

         El sello, que hoy inauguramos, quiere ser un testimonio, que se mantiene en el tiempo, de la gran búsqueda de la paz de San Juan Pablo II y de la capacidad diplomática de la Santa Sede. Por lo tanto, somos testigos de hasta qué punto la firma de estos Acuerdos ha sido una obra maestra de mediación y pacificación en el plano de las relaciones internacionales.

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