En la Navidad del Jubileo, el mensaje y la creatividad de los belenes instalados en la Gobernación
Jesús nace entre materiales reciclados y en medio del transcurrir de la cotidianidad
El Jubileo, con la representación de la Puerta Santa entreabierta, es el tema central de la escenificación de la Natividad, expuesta frente a la entrada del Palacio en la Gobernación. Se trata de un belén con una singularidad especial: puede contemplarse desde cualquier ángulo, ya que sus creadores —Augusto Minosse, Andrea Carlino y Fabio Frezza, del Servicio de Jardines y Medio Ambiente de la Dirección de Infraestructuras y Servicios— lo han concebido como una obra de 360 grados. La estructura se alza sobre una roca, en una colina elevada. Está protegida por una cubierta de madera y gomaespuma de colores. Justo debajo, se encuentra el grupo principal de María, José y el Niño, rodeados por pastores y Reyes Magos.
La escena central se distingue no solo por su ubicación elevada respecto al resto del conjunto, sino también por la ausencia de un techo. Jesús nace a cielo abierto, flanqueado únicamente por un arco de piedra y algunos restos de un muro. El arco simboliza a Cristo como la Puerta que conduce al Cielo, mientras que el muro en ruinas representa la caducidad de las cosas humanas, que encuentran en el Mesías la salvación frente a la inevitable destrucción y el olvido. Los Reyes Magos también han atravesado ese arco para rendir homenaje al Niño. Se presentan con vestiduras suntuosas y multicolores, portando los tradicionales regalos de oro, incienso y mirra.
Basta alejarse un poco de la escena principal para encontrarse con la cotidianidad. Se observan elementos que evocan la historia de la salvación, como la red de pescadores, que recuerda a los Apóstoles, los primeros discípulos, entre ellos los hermanos Pedro y Andrés. También aparecen pastores con su rebaño, evocando la figura del Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas, así como la memoria de aquellos pastores que, en la Nochebuena, fueron avisados por los ángeles que celebraban el nacimiento del Salvador.
No pueden faltar los animales, que participan junto a la humanidad en la alegría por el nacimiento de Jesús. Corderos, ovejas, gallinas, patos y animales salvajes enmarcan al Príncipe de la Paz, que nace en esta tierra. Se divisa gente común ocupada en sus tareas cotidianas: se la retrata yendo al mercado o desempeñando su oficio. Pueblos y ciudades despiertan con la noticia que ha cambiado el curso de la historia: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, y el poder está sobre sus hombros; se le llamará Consejero admirable, Dios poderoso, Padre eterno, Príncipe de la paz”, como proclama el profeta Isaías (9, 5).
La gente, sin saberlo, sigue con sus actividades diarias, mientras que, no muy lejos, ocurre un acontecimiento del que algunos son testigos. En realidad, todos pueden serlo, aunque sea a distancia en el tiempo y el espacio.
El belén está habitado por muchos personajes, protagonistas de la escena navideña. Lo mismo sucedió en 1223, cuando los habitantes de Greccio participaron en la primera representación de la Natividad, promovida por San Francisco de Asís. Hoy, como entonces, esos pastores, esas mujeres y hombres retratados en su vida cotidiana, pero también los espectadores, se maravillan ante el nacimiento del Niño que salvará al mundo.
Sobre la cubierta del belén, una gran estrella, similar a una veleta, indica con precisión el lugar donde se encuentra el Salvador: en medio de la cotidianidad, donde no solo la creación se convierte en escenario, sino también los materiales utilizados por el hombre, incluidos los desechos reciclados. De hecho, los creadores del belén han empleado no solo poliestireno y corcho, sino también restos y sobrantes de embalajes y cartones, recuperados en la isla ecológica de los Jardines Vaticanos.
El corcho también ha sido fundamental para la elaboración del belén instalado en la plaza de Santa Marta, frente a la Iglesia de San Esteban de los Abisinios. Este se presenta sobre una gran bobina de cables de teléfono. El techo está completamente construido con madera reciclada, recuperada de los restos de escenarios utilizados en la construcción. La escena de la Natividad se desarrolla sobre un tronco del bosque de los Jardines Vaticanos, bajo ramas procedentes de la poda de árboles. De este modo, se ha respetado el medioambiente, ya que no se ha cortado ninguna rama específicamente para la creación del belén, sino que se ha empleado madera ya descartada. El Niño, María y José están protegidos bajo un techo de madera con cerchas, cubierto de tejas y ladrillos curvados.
A la entrada del Palacio en la Gobernación, se encuentra una monumental Natividad con personajes artísticos, inspirados en la tradición napolitana.
Otros dos belenes, realizados por los mismos curadores, se encuentran en la primera planta del Palacio. Uno de ellos se sitúa en el pasillo de la presidencia. Esta representación se ha creado con materiales que reflejan su sencillez: además del imprescindible poliestireno y restos de cartón o de otros materiales reciclados, se ha utilizado corcho y musgo. La escena de la Natividad no se ubica en el centro, sino en uno de los laterales, para simbolizar que el Señor entra en la historia de la humanidad en silencio, sin estruendo, sin imponerse, sino proponiéndose. El techo está parcialmente en ruinas, rodeado de rocas y algunos arbustos. Este contraste se observa con la vivacidad y riqueza del entorno, donde se aprecia la actividad de una ciudad, con sus calles llenas de vida, sus casas y talleres llenos de personas ocupadas en su trabajo. La atmósfera es dinámica: comerciantes, artesanos y vendedores se encuentran en el día de mercado. La actividad es frenética: la gente compra alimentos, animales y objetos de todo tipo. También hay quienes descansan y observan a los transeúntes, mientras otros tocan algún instrumento o duermen apoyados en un fardo de trigo. No faltan los animales: ovejas, burros y caballos. Incluso se ve un horno en el que un artesano está cociendo pan.
El belén situado frente a la entrada de la Secretaría General tiene como escenario el paisaje de Tierra Santa en los tiempos de Jesús. Se distinguen las típicas viviendas blancas coronadas por cúpulas, rodeadas de palmeras y arbustos bajos. Entre las casas, se ven camellos en movimiento, acompañados de viajeros, comerciantes, pastores y rebaños de ovejas. Una cálida luz baña el paisaje, infundiendo una sensación de calor que se refleja sobre toda la aldea y el desierto.
En la elaboración de estos belenes, muchas personas han ofrecido su ayuda y apoyo a los tres curadores. Entre ellos, destaca el capellán de la Dirección de Infraestructuras y Servicios, el padre José Antonio Izquierdo Labeaga, L.C., así como los trabajadores de la Oficina de Edificación, el Taller Mecánico y el Laboratorio de Instalaciones Eléctricas.