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El Cardenal Presidente celebró la Misa con motivo de la Epifanía junto a las familias de la Dirección de Servicios de Seguridad y Protección Civil

En Cristo, la estrella radiante de la mañana

La Epifanía: una fiesta para grandes y pequeños, para reunirse y compartir juntos la alegría por la llegada de los Reyes Magos con sus dones. Con este espíritu, el Cardenal Fernando Vérgez Alzaga, Presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, celebró una Misa solemne. La liturgia tuvo lugar la tarde del sábado 4 de enero, en la iglesia de María, Madre de la Familia.

Con el Cardenal concelebró el padre Franco Fontana, capellán de la Dirección de Servicios de Seguridad y Protección Civil y de los Museos Vaticanos. Entre los presentes se encontraban, entre otros, sor Raffaella Petrini, Secretaria General de la Gobernación, acompañada por el Vice-Secretario General, el abogado Giuseppe Puglisi. En representación de la Dirección de Servicios de Seguridad y Protección Civil asistieron el ingeniero Gianluca Gauzzi Broccoletti, Director, y Davide Giulietti, Subdirector.

Queridos amigos, hermanos y hermanas en Cristo:

El Evangelio de Juan, que hemos escuchado, nos invita a mirar la Navidad con ojos nuevos, redescubriendo su sencillez y su fuerza. Su mensaje, representado por el nacimiento de Jesús, no está dirigido a los poderosos ni a quienes se consideran ya realizados, sino que es un anuncio de amor y esperanza para todos, incluso para los más humildes y los pecadores. Al igual que los pastores de Belén, que no tenían nada que ofrecer sino su propio corazón, también nosotros estamos llamados a acoger el don de Dios, que se manifiesta de la manera más frágil: como un Niño.

La imagen del Niño Jesús, que revela el verdadero rostro del Señor, nos recuerda que el amor de Dios no provoca temor ni es impositivo. Al contrario, es un amor cercano, que no obliga, sino que invita a ser acogido. Es un amor que no juzga, sino que se solidariza con los pobres y los marginados, como los pastores, y que se dirige también a quienes se sienten alejados de Dios, como un niño que, con su inocencia, sabe despertar el afecto más sincero.

El Evangelio de Juan, con su lenguaje profundo y simbólico, nos invita a reflexionar sobre el significado de la venida de Jesús al mundo. No es solo un nacimiento, sino el inicio de una historia que habla de vida, luz, amor y salvación, en la que cada uno de nosotros está llamado a participar. La Navidad no es solo una conmemoración histórica, sino una invitación a vivir plenamente el encuentro con Dios, que viene a nosotros en la sencillez y debilidad de un Niño para transformar nuestras vidas y traer luz a nuestros corazones.

Esta es la belleza y la maravilla: Jesús es el Verbo hecho carne, es la plenitud de Dios. Acojamos en nuestro corazón al Verbo. Dirijámonos unos a otros con un corazón abierto, sin excluir a nadie. Eso es la Navidad: ser, juntos, para el Emmanuel, el Verbo encarnado que habita entre nosotros.

Él es el Verbo en las víctimas inocentes de los atentados y de la violencia. Es el Verbo en el sufrimiento de los cristianos perseguidos y martirizados a causa de su fe. Es el Verbo en la persona abatida por la enfermedad o la soledad. Es el Verbo en el corazón herido o traicionado. Y es el Verbo también en el centro de nuestras alegrías y celebraciones.

El próximo lunes 6 de enero celebraremos la Epifanía, una fiesta especialmente querida para los niños. Quisiera dedicarles unas palabras a ellos. En esta solemnidad, nos identificamos con los Magos y acudimos a adorar al Niño-Dios, la luz anunciada por el profeta Isaías.

Los Magos eran sabios que estudiaban los astros en busca de señales. El nacimiento del Rey de los judíos había sido anunciado por una estrella. Guiados por esa luz, partieron desde Persia para rendir homenaje a Jesús. Al llegar a Jerusalén, al final de su viaje, preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos?”, movidos por el deseo de descubrir quién era aquel que los había hecho emprender un camino tan largo.

Su búsqueda inquietó al rey Herodes, quien temía que ese Niño representara una amenaza para su poder. Para proteger su trono, Herodes urdió un plan: llamó a los Magos y les pidió que, al encontrar al Niño, lo informaran para que él también pudiera ir a adorarlo. Pero en realidad, su intención era eliminarlo.

Sin embargo, los Magos, guiados de nuevo por la estrella, llegaron a una humilde casa en Belén, donde encontraron al Niño Jesús junto a su madre María. Se llenaron de inmensa alegría y se postraron para adorarlo, ofreciéndole oro, incienso y mirra, reconociendo en Él al Cristo, la estrella radiante de la mañana (Apocalipsis 22,16), la luz que ilumina a toda la humanidad, incluso a los extranjeros como ellos.

Los Magos comprendieron que el verdadero poder no era el de Herodes, sino el del Rey de Reyes: un poder desarmado, al servicio de los humildes y de la paz. Por ello, decidieron regresar a su tierra “por otro camino”, ya que quien ha encontrado a Cristo no puede seguir recorriendo los mismos senderos de antes.

¡Feliz Epifanía a todos ustedes y a sus familias, especialmente a los niños! Que María, nuestra Madre, os acompañe con su ternura maternal. Así sea.

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