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Segunda edición de la Fiesta de la Familia promovida por la Gobernatorato

La visita del Papa Francisco

La visita del Papa Francisco a la segunda edición de la Fiesta de la familia, el pasado sábado 11 de mayo, en la explanada de San Miguel Arcángel del Gobernatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, fue una grata sorpresa. El Pontífice se detuvo a conversar con los participantes de la ini ciativa promovida por el Gobernatorato, saludando de manera especial a los niños y ancianos. A su llegada, fue recibido por el Cardenal Fernando Vérgez Alzaga, Presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y Presi dente del Gobernatorato; la Hermana Raf faella Petrini, Secretaria General; Giuseppe Puglisi-Alibrandi, Vice-Secretario General; y el Padre Franco Fontana, director de la comunidad salesiana en el Vaticano y ca pellán de la Dirección de Servicios de Se guridad y Protección Civil y de los Museos Vaticanos.

El espíritu de la Fiesta de la familia fue re saltado por el Cardenal Vérgez Alzaga du rante la misa, describiéndola como: "un encuentro cordial que une todas las reali dades del Gobernatorato". También des tacó que es “la expresión de la fraternidad que une a nuestra comunidad de trabajo y que hace de cada uno de sus miembros no solo un colega, sino un compañero de viaje en el camino de la vida”. A la cele bración eucarística siguió un tiempo de juegos y entretenimiento para niños y jó venes.

 

Homilía del Cardenal Fernando Vérgez Alzaga:

Nos hemos reunido hoy para celebrar la Fiesta de la Familia. Este es un encuentro cordial que une todas las realidades del Gobernato rato. Es la expresión de la fraternidad que enlaza nuestra comunidad de tra bajo, convirtiendo a cada miembro no solo en un colega, sino en un com pañero de viaje en el ca mino de la vida.

Mañana, en el mundo, también se celebra el "Día de la Madre". Quisiera en viar un afectuoso saludo a todas las madres, con las palabras del Papa Francisco, agradecién doles por su preciosa labor en la crianza de los hijos y en la defensa del valor de la familia. Recordamos también a las madres que nos miran desde el cielo y continúan velando por nosotros con su oración. Nuestro pensamiento se dirige a nuestra Madre celestial. A Ella nos encomenda mos para continuar con alegría y genero sidad nuestro camino.

Hoy celebramos la Solemnidad de la As censión al cielo del Señor. Esta fiesta no marca el final del misterio pascual; es solo una etapa del mismo. Es la última apari ción del Resucitado a sus discípulos. El tiempo pascual concluirá en Pentecostés con el don del Espíritu Santo.

La Ascensión celebra el retorno de Cristo al Padre en la gloria. “Dicho esto, mientras lo miraban, fue elevado, y una nube lo ocultó a sus ojos. Estaban mirando aten tamente al cielo mientras Él se iba, cuando se presentaron ante ellos dos hombres con vestiduras blancas, que dijeron: VA RONES galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.”, leímos en los Hechos de los Apóstoles. Y el Evan gelio según Marcos dice: “ El Señor Je sús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos luego fueron a predicar por todas partes”. Los textos litúrgicos expresan este misterio con un lenguaje simbólico. El cielo evoca el mundo divino, la nube la gloria de Dios.

Cristo no nos abandona. La Ascensión al cielo es la última aparición visible de Cristo resucitado. El cielo, donde Jesús ha en trado, comienza aquí cuando vivimos con Cristo en la tierra, cuando le ofrecemos nuestra vida, cuando le oramos, cuando estamos unidos a Él por los Sacramentos, cuando nos acogemos y servimos unos a otros.

Sin embargo, para que el nuevo mundo se haga realidad, para que el Reino de Dios se establezca en la tierra, no pode mos permanecer pasivos. En el Evangelio de Marcos, poco antes de su Ascensión, Jesús nos da un mandato, una misión: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura!”.

Poco antes de ascender al cielo, Jesús re sucitado envía a sus discípulos a anunciar la fe, el Evangelio, al mundo entero y a transformarlo según el proyecto de Dios. Jesús no les dice que se dejen transformar por el mundo: “El que crea y sea bauti zado, será salvo; pero el que no crea, será condenado”.

Mientras nos preparamos para Pentecos tés, pidamos al Espíritu Santo que conti núe su obra en nosotros, la fa milia del Gobernatorato, en nuestras comunidades, en nues tras familias, en nuestras parro quias, en su Iglesia. Que el mundo se abra al soplo del Es píritu y sea transformado. Cree mos también que Él está obrando en nuestras vidas. Que su amor nos penetre de tal ma nera que nuestro testimonio to que el corazón de aquellos que nos rodean y los lleve al Señor, que desea salvarlos.

San Agustín en "La Ciudad de Dios" escribe: “Tres cosas son increíbles y, sin embargo, han sucedido: es increí ble que Cristo haya resucitado en su carne, es increíble que el mundo haya creído en una cosa tan increíble, es in creíble que pocos hombres, descono cidos, inermes, sin cultura, hayan po dido hacer creer con tanto éxito al mundo, y en él también a los doctos, una cosa tan increíble”.

El plan divino solo puede realizarse con la fuerza que Dios mismo concede. Es por esto que, después de la Ascensión, los dis cípulos regresan a Jerusalén para esperar la venida del Espíritu Santo. La fiesta de la Ascensión nos lleva a la evangelización.

Hoy celebramos, entonces, la segunda edición de la fiesta de la familia. La Sa grada Familia es el ícono de la humanidad que acoge a Dios. Jesús no se convirtió en Dios; lo es desde siempre. Y cada ser humano tiene la vocación de convertirse, como Jesús, en hijo, aunque adoptivo, en hijo de Dios. En otras palabras, Jesús no reemplaza a Dios, sino que viene a reve larlo. Y al revelar quién es Dios (su Padre y nuestro Padre), también revela quién es el hombre (una criatura cuya vocación es participar de la misma vida divina de Je sús, hijo del Padre).

En toda la Biblia, este es el tema de la Alianza entre el cielo y la tierra, entre Dios y la humanidad. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, Dios se revela como un Pa dre que quiere extender su familia trinitaria a toda la humanidad, de ahí la en carnación de Jesús. Con su encarnación, Jesús elige a toda la humanidad como su familia. Por lo tanto, no somos nosotros quienes invitamos a Dios a tomar lugar en nuestras familias humanas, sino que es Dios quien toma la iniciativa de invi tarnos a entrar en su familia divina.

Quisiera ahora compartir con ustedes este momento de fiesta para recordar que tenemos la fortuna de poder rezar a María. Ella nos ayuda a rezar a Dios porque lo ha seguido con confianza toda su vida. Es accesible a todos, porque está tan cerca de nosotros. Es una gran alegría rezar a María, la Madre de Jesús y nuestra Madre. ¡Cada día, encuentren un momento para rezarle! Aprendan a rezar a María dejando hablar a su corazón. Naturalmente, en nuestro corazón no solo hay amor; hay muchas cosas, algunas bellas, otras feas. Pero lo que realmente importa es el amor.

“No somos huérfanos, tenemos una madre! La Virgen María, la madre Iglesia, y nuestra madre. No somos huérfanos, somos hijos de la Iglesia, somos hijos de la Virgen María y somos hijos de nuestras madres”. Estas palabras, pronunciadas por el Papa Francisco, acompañan los deseos de la familia del Gobernatorato para todas las madres. "Queridas madres", añadió el Santo Padre, "gracias, gracias por lo que son en la familia y por lo que aportan a la Iglesia y al mundo".


Concluyo, en esta Solemnidad de la Ascensión al cielo del Señor, bendiciéndolos de corazón a todos ustedes, a sus familias y a todos sus seres queridos. Encomendémonos todos a María, Madre de la Familia y Madre de la Iglesia. Así sea.

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