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EL CARDENAL FERNANDO VÉRGEZ ALZAGA, PRESIDENTE DE LA GOBERNACIÓN DEL ESTADO DE LA CIUDAD DEL VATICANO, CONCLUYÓ EL MES MARIANO EN LOS JARDINES DEL VATICANO

Como tantas pequeñas llamas ante el Corazón de María

Cientos de pequeñas llamas, como fervorosas súplicas elevadas al Corazón de María para que así puedan llegar al Corazón de su Hijo. Son las de la larga procesión que el viernes 31 de mayo por la tarde recorrió los Jardines Vaticanos hasta llegar a la Gruta de Lourdes.

Tantos fieles reunidos para el rezo del Rosario, a la luz de los flambeaux, escucharon la meditación conclusiva del Cardenal Fernando Vérgez Alzaga, Presidente del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano.

En el día en que la Iglesia celebra la conmemoración litúrgica de la Visitación, el Cardenal encomendó a la Virgen María a todos los que sufren: a las víctimas del trabajo, de las guerras, del terrorismo, así como de las hambrunas y de los desastres naturales. También recordó a los enfermos, a las personas solas y abandonadas, a los sin techo, a los inmigrantes y a los desempleados.

Para ellos, el Presidente del Gobernatorato pidió la oración de todos, especialmente a través del Rosario, para que la Virgen conceda la conversión de los corazones, la renovación de la Iglesia y nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

El rezo del Rosario en los Jardines Vaticanos es una tradición que se repite año tras año, con la participación de Cardenales, prelados y presbíteros de la Curia Romana. Los cinco misterios se meditan a lo largo de los senderos vaticanos que conducen a la reproducción de la Gruta de Lourdes. Esta iniciativa, promovida por la Basílica de San Pedro, forma parte de una serie de celebraciones para el mes de mayo, tiempo en el que la Iglesia dedica una atención especial a la figura de María.

A continuación reproducimos el texto de la meditación del Cardenal:

Concluimos el rezo del Rosario encontrándonos ante la Gruta de Lourdes. Así termina el mes dedicado a la Virgen María. Resuena en nosotros esta noche lo que santa Bernardita pidió a sus conciudadanos: María quiere que acudamos aquí en procesión para rezar. También nosotros hemos respondido a esta invitación para aprender de María cómo rezar y cómo convertirnos en discípulos de Cristo.

Lo hemos hecho con flambeaux que exprimen a nuestra sensibilidad la luz de la oración, la que encomendamos a María para nuestras necesidades y las de nuestros hermanos y hermanas. Estos flambeaux representan nuestras súplicas y alabanzas que depositamos en el Corazón de María para que ella las presente al Corazón de su Hijo. Estos flambeaux simbolizan también la luz de la fe, de la esperanza y de la caridad.

 

El tramo que acabamos de recorrer ha sido una ocasión para manifestar júbilo y confianza en la intercesión maternal de María. A Ella queremos manifestar nuestra solidaridad con todos los que sufren, como las víctimas del trabajo, de las guerras, del terrorismo, pero también del hambre y de las catástrofes naturales. Recordandonos también de cuantos están enfermos, solos y abandonados. Y de quienes no tienen hogar, han dejado su patria, no tienen empleo.

¿Qué podemos hacer por ellos? Rezar a María con el Rosario, porque esta oración tiene una eficacia que no se puede explicar humanamente: es un don de Dios. Pidamos a la Virgen del Rosario la conversión de nuestros corazones, la renovación de la Iglesia, nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Rezando el Rosario, nos preparamos cada día a vivir eternamente los misterios de Jesús en el cielo.

Hoy, la Iglesia celebra la Visitación de la Virgen María. El relato evangélico evoca el encuentro entre dos «madres» que son objeto de la bendición de Dios. Isabel era mayor y estéril, pero gracias a la intervención de Dios queda embarazada. Y María, una muchacha anónima, se convierte en la Madre del Salvador.

La visita de María a su prima no fue sólo un instante familiar o de caridad. La Virgen se encaminó a ayudar a su prima Isabel, y su presencia se transformó en un anuncio misionero. Tras responder fiat a la petición de Dios, permite que el Verbo de Dios se encarne en su vientre. Así, María lleva a Dios en primer lugar a la familia de Isabel. Notamos que el episodio evangélico está lleno de alegría: la alegría del niño que salta en el vientre de Isabel, la alegría de la misma Virgen María, no porque se convierte en la Madre de Dios, sino porque Dios la ha elegido porque el Salvador viene a salvar a su pueblo. En una palabra, es la dicha mesiánica que inaugura una nueva era en la que Dios se manifiesta en Jesús.

Y es este misterio del ser en Dios, realizado de manera única por una criatura, la Virgen María, lo que celebramos en este día: Dios está en ella y ella está en Dios. Esta presencia de María en Dios, y de Dios en ella, es fuente de profundo gozo, que se expresa en el Magnificat.

Ante la Gruta de Lourdes, recemos también por el Papa Francisco y por su ministerio en la Iglesia. Pedimos a la Virgen que lo proteja con su bendición y le pedimos que nos proteja también a todos nosotros, a nuestras familias, a nuestros seres queridos y a todos los que buscan a Dios.

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