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24 de agosto: San Bartolomé Apóstol

Michelangelo Buonarroti, San Bartolomeo (particolare del Giudizio Universale) 1536-1541, Cappella Sistina, Musei Vaticani.
Un israelita en quien no hay engaño

Bartolomé, uno de los doce apóstoles que siguieron a Jesús poco después del bautismo en el Jordán, aparece en los Evangelios sinópticos en la lista de los Apóstoles, siempre junto a su paisano Felipe. 

No tenemos mucha información sobre este Apóstol, cuya festividad se celebra el 24 de agosto, día en que la tradición sitúa su martirio. Era natural de Caná de Galilea, cerca de Nazaret, y de él dijo Jesús: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Jn 1,47). En el Evangelio de Juan, se refiere a Natanael, quien los exsegetas identifican con Bartolomé. Juan lo menciona en el relato de la llamada de los primeros discípulos, cuando Jesús le dice que lo había visto bajo la higuera antes de que se encontraran: En aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: «Sígueme».

Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.»

Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»

Felipe le contestó: «Ven y verás.»

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»

Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?»

Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».

Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».

Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».

Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

 

La incredulidad de Bartolomé era clara cuando Felipe le habló del Mesías, Jesús de Nazaret. Siendo de Caná de Galilea y conociendo bien Nazaret, no podía creer que el Salvador viniera de allí. Sin embargo, tras escuchar a Jesús, Bartolomé se convenció y se hizo su discípulo. Juan vuelve a mencionar a Natanael en el capítulo 21, cuando Jesús resucitado se aparece en la orilla del mar de Tiberíades: “Después de esto, Jesús se manifestó de nuevo a sus discípulos junto al mar de Tiberíades. Y así fue como se manifestó: estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos” (Jn 21, 1-2).

También en los Hechos de los Apóstoles (1, 12-14) se menciona a Bartolomé entre los discípulos que se reunieron en Jerusalén con María, la Madre de Jesús: “Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cerca de la ciudad. Entraron y subieron al piso superior, donde solían quedarse. Estaban allí Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo, Simón el Zelote y Judas de Santiago. Todos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hch 1, 12-14).

Según la tradición, San Bartolomé realizó muchos viajes misioneros llevando la Buena Nueva a los pueblos más lejanos: Capadocia, la India Superior, y varias regiones del Oriente Medio, incluyendo Armenia. No obstante, no contamos con detalles exactos sobre su itinerario. En la Edad Media se consolidó la tradición que narra su martirio, en el que fue desollado y decapitado. Por ello, en la iconografía se le representa con un cuchillo en una mano y un libro en la otra, y a veces también con su propia piel, como si fuera un manto.

A lo largo de los siglos, muchas iglesias han sido dedicadas a él y su devoción ha sido grande, especialmente para pedir su intercesión en casos de enfermedades de la piel. Una tradición armenia sostiene que el cuerpo del Apóstol fue enterrado en Albanópolis, la ciudad donde sufrió el martirio. En el año 507, el emperador Anastasio I trasladó sus restos a Daras, en Mesopotamia, donde le dedicó una iglesia. En 580, parte de sus reliquias fue llevada a Lipari, en Sicilia. Durante las incursiones sarracenas en 883, las reliquias fueron trasladadas a Benevento, hasta que en 998 el emperador Otón III mandó construir una iglesia en la Isla Tiberina en su honor, para albergar los restos de dos mártires: San Bartolomé Apóstol, cuyo cuerpo reposa en el altar mayor, y San Adalberto, obispo de Praga, quien fue asesinado en 997 mientras evangelizaba a los pueblos paganos en el extremo septentrional de la Europa cristiana.

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