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Dedicada a San José la centésima fuente de los Jardines Vaticanos

Un unicum fascinante

“Es una obra que enriquece el patrimonio artístico de este encantador espacio verde de la Ciudad del Vaticano, rico de testimonios histórico-artísticos de diversas épocas. De hecho, no sólo el prado, las flores, las plantas, los árboles, sino también las torres, las casitas, los templos, las fuentes, las estatuas y los demás edificios hacen de estos Jardines un unicum fascinante”. Así lo expresó Benedicto XVI durante la inauguración de la última fuente construida en los Jardines Vaticanos y dedicada a San José, el lunes 5 de julio de 2010.

Se trata de la última fuente en orden de tiempo, pero no la última en cuanto a belleza, la número 100, que adorna los Jardines Vaticanos. Está dedicada a San José, Patrono de la Iglesia Universal, y se encuentra cerca del Palacio de la Gobernación, en la ladera lateral frente a la plaza. Comenzamos nuestra aventura en el descubrimiento de las fuentes de los Jardines Vaticanos con esta obra artística.

Diseñada por el arquitecto Giuseppe Facchini, en colaboración con la arquitecta Barbara Maria Bellano, la fuente se presenta como un libro abierto, compuesto por seis paneles que contienen placas de bronce, obra del artista Franco Murer. En estas placas se representan episodios de la vida de José narrados en los Evangelios de Mateo y Lucas: el matrimonio de José y María, el sueño de José, el nacimiento de Jesús, la huida a Egipto, el hallazgo de Jesús en el Templo entre los doctores y, finalmente, el trabajo de José en Nazaret junto a Jesús.

En la primera placa, que retrata el matrimonio de José y María, se destaca que el padre putativo pertenecía a la estirpe real de David. Gracias a su matrimonio con María, confirió al Hijo el título legal de “hijo de David”, cumpliendo así las profecías.

En la segunda placa se representa el primer sueño de José. Tras descubrir el embarazo de María, había decidido no repudiarla, sino dejarla en secreto, como se lee en el Evangelio de Mateo (1,19). Sin embargo, un ángel se le apareció en sueños y le explicó que lo que ocurría en su esposa era obra del Espíritu Santo, y así, confiando en Dios, José aceptó las palabras del mensajero celestial y se comprometió en el plan de salvación.

La tercera placa aborda el misterio de la Navidad: en la noche del nacimiento del Niño, José está al lado de Jesús y de María, cuidando de ellos según la voluntad del Padre. Una tarea realizada en el anonimato y el silencio.

La cuarta placa representa un drama vivido por la Sagrada Familia: la huida a Egipto. Para escapar de la persecución de Herodes, que quería matar al Niño, José se ve obligado a abandonar precipitadamente su patria y refugiarse en Egipto. Una vez más, fue un ángel quien avisó en sueños a José para que pusiera al Niño a salvo.

En el Evangelio de Lucas se narra el episodio del hallazgo de Jesús en el Templo, como se muestra en la quinta placa. José está angustiado por la desaparición de Jesús y, al encontrarlo, se alegra, aunque recibe una lección de Jesús sobre la primacía de la voluntad de Dios, que está por encima de cualquier otra.

Por último, la sexta placa representa el trabajo de José en su taller de Nazaret, junto a Jesús. Es el misterio de la ocultación del Hijo de Dios que sólo María y José custodian y viven cada día.

En este sentido, el Papa Francisco, en la Carta Apostólica Patris Corde, del 8 de diciembre de 2020, con motivo del 150º aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal, subrayó: “Sabemos que era un humilde carpintero (cfr Mt 13,55), prometido de María (cfr Mt 1,18; Lc 1,27); un ‘hombre justo’ (Mt 1,19), siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios manifestada en su Ley (cfr Lc 2,22.27.39) y a través de cuatro sueños (cfr Mt 1,20; 2,13.19.22). Tras un largo y fatigoso viaje de Nazaret a Belén, vio nacer al Mesías en un establo, porque en otro sitio ‘no había lugar para ellos’ (Lc 2,7). Fue testigo de la adoración de los pastores (cfr Lc 2,8-20) y de los Magos (cfr Mt 2,1-12), que representaban respectivamente al pueblo de Israel y a los pueblos paganos”.

A los pies de las placas se encuentran dos estanques: el primero de seis metros y el segundo, conectado, de ocho metros. La fuente está construida con granito y pórfido, de los valles de Génova y de Cembra. Está conectada al sistema hidráulico que también alimenta las fuentes de la Plaza de San Pedro.

El agua brota de una roca situada en el centro y cae en los estanques elípticos de abajo. Desde el estanque superior, más pequeño, el agua forma una pequeña cascada para llegar al depósito más grande. El agua que fluye simboliza el agua viva que ofrece Cristo y que brota para la vida eterna (Jn 4,14).

En la base de la fuente se ha colocado un gran escudo de Benedicto XVI, visible desde la cúpula de San Pedro.

La obra, realizada por los trabajadores de la Dirección de Servicios Técnicos del Gobernatorato, como se llamaba entonces la Dirección de Infraestructuras y Servicios, fue donada al Papa por los Patrons of the Arts en los Museos Vaticanos, los esposos Hintze y Bob Castrignano de Londres, a los que se sumaron algunos municipios y empresas de la provincia de Trento, así como las monjas del Monasterio de San José en Kioto.

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