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En la Iglesia de María, Madre de la Familia, en el Vaticano: la policía celebró al Patrón San Miguel Arcángel

Un servicio dedicado al bien común y a la paz

Hace setenta y cinco años, San Miguel Arcángel, Defensor del Pueblo de Dios y vencedor en la lucha del bien contra el mal, fue proclamado, el 29 de septiembre de 1949, patrón y protector de la Policía por Pío XII. Con motivo de la fiesta litúrgica del Arcángel —que es también patrón del Cuerpo de la Gendarmería—, el domingo por la mañana, 29 de septiembre, el Cardenal Fernando Vérgez Alzaga, Presidente del Gobernatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, celebró la misa en la iglesia vaticana de María, Madre de la Familia. Junto a él concelebraron Don Luigi Trapelli, coordinador nacional de los capellanes de la Policía del Estado, y otros cinco capellanes de policía.

Participaron en el rito, entre otros, Sor Raffaella Petrini, Secretaria General del Gobernatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, el ministro del Interior de la República Italiana, Matteo Piantedosi, el jefe de la Policía del Estado, Vittorio Pisani, y Luca Cintia, primer dirigente del Cuerpo de la Gendarmería, en representación del ingeniero Gianluca Gauzzi-Broccoletti y de Davide Giulietti, respectivamente comandante y subcomandante de la Gendarmería, ausentes por encontrarse de viaje con el Papa Francisco en Luxemburgo y Bélgica.

La liturgia fue animada por un grupo instrumental de la Banda Musical de la Policía del Estado y por el tenor Antonio Costa, policía en servicio en la comisaría de Catania. Para la ocasión, una imagen de San Miguel Arcángel y la Bula Pontificia de Pío XII, con la cual el Arcángel fue proclamado Patrón de la Policía, fueron colocadas en el altar. Dos policías y dos gendarmes dieron lectura a la Palabra de Dios, a las oraciones a San Miguel y a la del gendarme.

La conmemoración del 75.º aniversario del patronato fue compartida por la Policía del Estado italiana y la Gendarmería, como signo de la colaboración y la amistad entre ambas instituciones. Pío XII, al proclamar a San Miguel como patrón de la policía, quiso subrayar la importancia de la misión que los miembros del Cuerpo desempeñan cada día:

“No sorprende, por tanto, que los responsables del Cuerpo de Policía del Estado, en consideración de la grave y exigente tarea confiada a los diversos grupos de agentes de policía, en pro del bien común y en interés de los ciudadanos, preocupados al mismo tiempo por su integridad tanto física como moral, hayan querido invocar como Patrón ante Dios del mismo Cuerpo al Arcángel Miguel”. (Bula Providentissimi Dei est de Pío XII).

Al término de la misa, el Ministro del Interior y el Jefe de la Policía entregaron al Cardenal Vérgez Alzaga un obsequio en recuerdo de la celebración.

 

Publicamos la homilía del Cardenal Presidente:

Queridos hermanos y hermanas todos en Cristo,

Saludo al Ministro del Interior de la República Italiana, Dr. Matteo Piantedosi,

al Prefecto Vittorio Pisani, Jefe de la Policía del Estado,

a todas las Autoridades presentes y a todos vosotros, oficiales y agentes de la Policía italiana.

Saludo también a Sor Raffaella Pertini, Secretaria General de la Gobernación,

al ingeniero Gianluca Gauzzi-Broccoletti y al doctor Davide Giulietti, comandante y vicecomandante respectivamente de la Gendarmería Pontificia, ausentes por encontrarse de viaje con el papa Francisco en Bélgica y Luxemburgo, pero representados aquí por el doctor Luca Cintia, primer ejecutivo del Cuerpo de la Gendarmería Pontificia.

La festividad de San Miguel Arcángel es una oportunidad para destacar la labor de vosotros, policías y agentes de la paz. Como San Miguel, siempre estáis dispuestos a luchar para protegernos y garantizar el bienestar de nuestra sociedad. No solemos aprovechar la ocasión para dar las gracias a quienes se dedican a un servicio tan importante como el de la policía. Lo hacemos hoy en memoria de San Miguel, vuestro Patrón.

Queridos hombres y mujeres de la policía, os doy las gracias por la dedicación, a veces oculta, con la que desempeñáis vuestras funciones cada día, y por la lealtad que a menudo se traduce en arriesgar vuestras propias vidas. Vuestro delicado servicio debe estar acompañado desde arriba, y por eso habéis elegido a San Miguel como patrón.

Pero ahora quisiera invitaros a que reflexionéis sobre la Palabra de Dios que acabamos de escuchar. En la primera lectura, tomada del Libro de los Números, se hace referencia a dos personajes: Eldad y Medad. Se les menciona porque no abandonaron el campamento para ir a la tienda del encuentro a recibir de Dios una porción del espíritu de Moisés. No sabemos por qué no se unieron a los demás, pero esto nos ha permitido conocer los nombres de los dos hombres, mientras que de los setenta no poseemos ningún detalle.

Sin embargo, Eldad y Medad también profetizaron, lo que despertó los celos de Josué, «siervo de Moisés desde la adolescencia». Le molestaba que la profecía escapara al control de su amo. Incluso el apóstol Juan, según relata el evangelista Marcos, cuenta a Jesús que querían impedir que una persona realizara un exorcismo porque no se contaba entre sus discípulos fieles. Tanto Moisés como Jesús, en su respuesta a Juan, concuerdan en afirmar que nadie tiene exclusividad sobre Dios, nadie puede enjaularlo ni atarlo en su acción salvadora. El Espíritu de Dios sopla donde quiere y no se le puede enseñar cómo actuar.

Moisés, en respuesta a Josué, aspira que en el pueblo del Señor todos sean profetas. Jesús explica a Juan que ser sus discípulos no es un privilegio, sino una llamada al compromiso y al servicio. El propio Maestro deja claro que no ha venido a ser servido, sino a servir; no a condenar, sino a salvar. Todos están llamados a seguirle por los caminos más diversos e imprevisibles. Nadie está excluido. Vosotros también elegid siempre seguir a Cristo. Sed hombres y mujeres de paz para superar las tentaciones de la violencia y poneros al servicio de los grandes valores de la vida, la justicia, el perdón y la libertad.

Esta festividad nos permite reflexionar sobre la necesidad de intercesores en la vida cristiana, para que cada uno crezca en la fe y proclame que Jesús es el Hijo de Dios. En cierto sentido, la vocación de todo creyente es ser intercesor. Interceder es ejercer una función angélica.

El suyo es un servicio difícil, dedicado al bien común y a la paz. Un servicio que requiere un excedente de espíritu, honestidad y voluntad.

Son muchos los escenarios cotidianos en los que la dedicación y el heroísmo trabajan juntos para proporcionar a los ciudadanos seguridad frente a cualquier brote de violencia, honestidad frente a las diversas corrupciones, protección cuando diversas emergencias pueden sacudir la paz.

Las fuerzas de seguridad, y hoy nos fijamos especialmente en la Policía Estatal, se convierten en una extensión humana de los mensajeros divinos que son los ángeles. Una sociedad llega a ser madura no cuando puede superar idealmente cualquier mínimo peligro que la amenace, sino cuando dispone de los recursos para prevenir y proteger a toda la comunidad.

Los arcángeles nos protegen del lado de Dios, y los policías hacen lo mismo del lado de lo mejor de nuestra sociedad. Hay un vínculo que nos une a unos y a otros, y por eso honramos en esta fiesta a quienes nos ayudan invisiblemente como ángeles y damos las gracias de corazón a quienes visiblemente están a nuestro lado para protegernos.

La seguridad es un bien precioso que se consigue a través de un constante trabajo en equipo que requiere no sólo profesionalidad, sino también preparación espiritual.

En este sentido, el Papa Francisco, en su discurso a los responsables y al personal de la Inspección de Seguridad Pública en el Vaticano, el sábado 10 de febrero, subrayó que «el bien común y la paz en la sociedad no se improvisan y no siempre florecen espontáneamente. Las luces y las sombras de nuestra naturaleza humana, limitada y herida por el pecado, conllevan la necesidad de que haya quienes, ante el mal, no se queden mirando, sino que asuman la responsabilidad de intervenir, de proteger a las víctimas y de poner orden entre los delincuentes, teniendo siempre en el corazón el bien de todos».

Vuestro trabajo cotidiano se realiza también mediante la cooperación con el Cuerpo de la Gendarmería Pontificia, y por esta valiosa colaboración os doy las gracias. Confío en que el intercambio de experiencias e informaciones continúe y aumente con vistas al próximo Jubileo, durante el cual se requerirá un esfuerzo suplementario por parte de todos vosotros.

Os pido que recurráis a la oración y a los sacramentos para tener fuerza para afrontar los problemas y las dificultades que encontraréis en vuestro camino.

Ofrezco la Santa Misa por los policías muertos en acto de servicio, por sus familias y por toda la Policía del Estado. Que el Señor os bendiga, que la Virgen María os acompañe y que San Miguel Arcángel os proteja cada día.

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