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El Presidente de la Gobernación en la inauguración de la Pinacoteca del Santuario de Pompeya

Un prodigio de Andrea Mantegna

De la Deposición de Cristo de Andrea Mantegna a otras doce obras maestras que trazan un itinerario artístico y espiritual a través de imágenes dedicadas a la vida de la Virgen.

Son los tesoros expuestos en el nuevo espacio consagrado al arte sacro en la Pinacoteca mariana del Pontificio Santuario de Pompeya, inaugurado el sábado 8 de noviembre en la sala Marianna De Fusco por Monseñor Tommaso Caputo, Arzobispo-Prelado y Delegado Pontificio de Pompeya, y por Sor Raffaella Petrini, Presidenta de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.

En su intervención, Monseñor Caputo evocó el Año Jubilar en curso y su significado para el Santuario, subrayando que «el arte es un camino al corazón de la espiritualidad de Pompeya. La Pinacoteca que hoy abrimos es un nuevo capítulo de la obra iniciada a finales del siglo XIX por san Bartolo. La luz del arte se une así a la llama de la devoción». Cada pieza expuesta, afirmó, es «una etapa hacia la Virgen». Y añadió: «Pensadlo bien: toda la historia de la nueva Pompeya nace de un cuadro, el que Bartolo Longo quiso llevar hace 150 años a los campesinos de este valle. Era una imagen deteriorada, pero se convirtió en el corazón palpitante de la ciudad nueva».

El Arzobispo destacó en particular el significado del lienzo de Mantegna: «También en esta obra, recuperada tras años de olvido, encontramos un paralelismo entre nuestro tiempo y el de san Bartolo. Seguimos enriqueciendo el patrimonio artístico y espiritual de la ciudad».

Por su parte, Sor Petrini llamó la atención sobre el valor del nuevo museo, donde «entre las diversas obras que atestiguan la devoción mariana en el territorio napolitano, especialmente en época barroca, destaca sin embargo una obra renacentista: un auténtico prodigio de Andrea Mantegna».

Redescubierta recientemente gracias a la colaboración entre los Museos Vaticanos y el Santuario, la obra —documentada en el siglo XVI en la basílica napolitana de San Domenico Maggiore— había desaparecido de las fuentes históricas. Determinante fue la investigación del profesor Stefano De Mieri, de la Universidad Suor Orsola Benincasa, quien reconoció la originalidad del lienzo a partir de una imagen disponible en la página web de la Conferencia Episcopal Italiana. Los análisis técnicos y la restauración posterior confirmaron que la Deposición de Cristo, conservada en el Santuario de Pompeya, es efectivamente obra del maestro veneciano Andrea Mantegna.

Tras haber sido presentada en la Pinacoteca de los Museos Vaticanos, en una muestra titulada El Mantegna de Pompeya. Una obra maestra recuperada, la pieza ha regresado al Santuario para integrarse, desde el sábado 8 de noviembre, en la nueva Pinacoteca mariana.

En la Deposición de Cristo (h. 1497), núcleo de todo el recorrido, estalla el drama del dolor: la angustia se adivina en el rostro de María, relegada casi al fondo de la escena, como desvaneciéndose. Pocos personajes, marcados por la desesperación, se perfilan bajo un cielo profundo y suspendido.

El itinerario museístico presenta a María en los distintos momentos de su vida: como Inmaculada Concepción en un gran lienzo de la segunda mitad del siglo XVII, obra del círculo de Andrea Vaccaro; como Madre que muestra al Niño en la Natividad y en la Huida a Egipto; y, de nuevo, como Madre del Hijo, en una tela próxima al estilo de Bartolomeo Cavarozzi, pintor romano de la primera mitad del Seiscientos. Se la contempla también como Reina, en un lienzo atribuido a Giovan Bernardino Azzolino (siglo XVII); como Reina del Rosario en una obra de Vincenzo Diano de 1787; y en la gloria entre los santos, en una pintura de finales del siglo XVII.

Este nuevo espacio dedicado al arte sacro enriquece el patrimonio cultural y espiritual de la ciudad mariana de Pompeya.

A la inauguración asistieron, entre otros, la doctora Barbara Jatta, directora de los Museos y Bienes Culturales; el doctor Alberto Albanesi, vicedirector de gestión y administración de los Museos Vaticanos; el doctor Francesco Biferali, responsable del Departamento de Arte de los siglos XV-XVI; el doctor Gabriel Zuchtriegel, director general del Parque Arqueológico de Pompeya; la doctora Lorenza D’Alessandro, restauradora y profesora de la Universidad de la Tuscia; Michele Varone, responsable de la oficina técnica del Santuario; y Carmine Tavarone, historiador del arte. El acto fue moderado por Angelo Scelzo, director de Il Rosario e la Nuova Pompei.

 

A continuación, publicamos el discurso de Sor Raffaella Petrini:

 

Es para mí motivo de profunda alegría poder estar hoy presente en esta importante ceremonia: la inauguración de un nuevo Museo en el Pontificio Santuario de la Beata Virgen María del Santo Rosario de Pompeya, uno de los santuarios marianos más venerados del mundo y destino privilegiado de millones de devotos y peregrinos procedentes de todos los continentes.

Estoy aquí, además de para traer el saludo de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano al Arzobispo Tommaso Caputo y a todos sus colaboradores —y en nombre también de los Secretarios Generales, entre ellos el abogado Giuseppe Puglisi-Alibrandi, que hoy nos acompaña—, para rendir homenaje a la belleza en una circunstancia afortunada y, por algunos aspectos, irrepetible: tan solo tres semanas después de la canonización de Bartolo Longo, el insigne fundador del Santuario de Pompeya.

En la homilía de la Misa celebrada el pasado 19 de octubre, en la explanada de la Basílica de San Pedro, el Santo Padre se refería a los siete nuevos santos como aquellos “que, con la gracia de Dios, mantuvieron encendida la lámpara de la fe; es más, se convirtieron ellos mismos en lámparas capaces de difundir la luz de Cristo”.

Entre ellos figura san Bartolo Longo, quien, siguiendo el ejemplo de Cristo, dedicó su vida a las obras de caridad en Pompeya, fundando en 1887 el orfanato femenino y en 1892 el hospicio para hijos de encarcelados, por citar solo dos de sus iniciativas más significativas.

En el nuevo Museo que hoy inauguramos, entre las distintas obras expuestas que testimonian la devoción mariana en el territorio napolitano —especialmente en época barroca— destaca una pieza del Renacimiento: un extraordinario lienzo de Andrea Mantegna que representa la Deposición de Cristo.

Datado a finales del siglo XV, el cuadro fue descrito en 1524 por el humanista Pietro Summonte en una carta como “una obra donde Nuestro Señor es bajado de la cruz y colocado sobre un sudario, de mano de Mantegna”. En su época debió de constituir una auténtica irrupción en el panorama artístico napolitano y, más ampliamente, del sur de Italia.

Esta magnífica tela, que fue objeto de una exposición en los Museos Vaticanos entre marzo y septiembre de este año, así como de un catálogo que reconstruye su historia e iconografía y documenta el meticuloso proceso de restauración y los análisis científicos realizados, presenta una escena profundamente expresiva y conmovedora: Cristo, recién bajado de la cruz en el Gólgota —cuya cima desierta con las tres cruces se vislumbra en la parte superior derecha— es llevado al sepulcro por sus discípulos Nicodemo y José de Arimatea, mientras María, sumida en la sombra y casi petrificada por el dolor, san Juan Evangelista y santa María Magdalena lloran su muerte con un pathos extraordinario y sobrecogedor. Y es precisamente Magdalena, cuyo rostro está surcado por abundantes lágrimas, quien sostiene entre sus manos un rosario con cuentas de coral y un colgante de cristal de roca, un detalle particularmente oportuno para un santuario dedicado a la Virgen del Rosario.

La representación intensa y dramática del Cristo yacente de Mantegna, que ocupará un lugar de honor en el nuevo Museo pompeyano, no puede dejar de evocar los sufrimientos y la pobreza atendidos a lo largo de toda su vida por san Bartolo Longo, que supo ayudar y consolar a los últimos, movido por la profunda llamada a reconocer en los pobres y los que sufren el corazón mismo de Cristo, “sus sentimientos y sus decisiones más profundas, a las que todo santo trata de conformarse”, como recuerda la reciente Exhortación Apostólica Dilexi te (3).

Permitidme concluir encomendando la nueva Pinacoteca a la Reina del Rosario y recordando juntos las primeras palabras de Papa León XIV quien, nada más ser elegido, el pasado 8 de mayo —día de la Súpplica a la Virgen—, al asomarse a la Logia de las Bendiciones de la Basílica de San Pedro, dirigió su primer pensamiento precisamente a María, nuestra Madre. Invoquémosla también hoy, para que continúe caminando con nosotros, permanezca a nuestro lado y nos ayude con su intercesión y con su amor.

Gracias.

 

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