La Presidenta de la Gobernación en la inauguración del año académico 2025-2026 de la Universidad de Tor Vergata
La managerialidad del cuidado
Un modelo de gestión inspirado en una visión humanista presupone «la aportación de líderes capaces de construir relaciones de confianza, de mostrar interés por las circunstancias y las historias personales, dispuestos a acompañar a sus colaboradores en los inevitables momentos de dificultad que atraviesa toda organización».
Con estas palabras se expresó Sor Raffaella Petrini, Presidenta de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, durante la Lectio Magistralis pronunciada con ocasión de la inauguración del cuadragésimo tercer año académico de la Universidad de Tor Vergata. La ceremonia tuvo lugar el viernes por la mañana, 21 de noviembre, en el Auditorio Ennio Morricone de la Macroárea de Letras y Filosofía del Ateneo romano.
La Presidenta definió este planteamiento como una forma de managerialidad del cuidado, entendida tanto como virtud cuanto como método capaz de generar valor también en el plano ético, gracias a relaciones de reciprocidad que consolidan la misión compartida de una organización.
En reconocimiento a su papel y a su contribución, el Ateneo concedió a Sor Petrini el Certificado de Benemérita y la Medalla del Ateneo. Intervinieron, entre otros, el Ministro de Sanidad, Orazio Schillaci, y el Rector, Profesor Nathan Levialdi Ghiron, quien abrió el acto con su lección inaugural.
El Rector recordó que «En una época marcada por aceleraciones y fragilidades, la universidad representa uno de los espacios institucionales en los que puede comprenderse el presente y prepararse el futuro con seriedad y visión». El tema de la jornada, «Un futuro que modelar en el espacio de la comunidad», subrayó el valor del conocimiento como palanca para construir un porvenir compartido, basado en la corresponsabilidad y el compromiso común.
El Ministro de Sanidad, Orazio Schillaci, destacó el profundo vínculo que le une al Ateneo y afirmó: «Invertir en conocimiento es siempre invertir en la salud de la sociedad. Cada laboratorio, cada departamento clínico, cada aula de esta Universidad constituye un espacio en el que se forja el futuro de la Nación: el futuro de una sanidad más justa, más innovadora y más cercana a las necesidades de las personas».
La ceremonia se abrió con el Cortejo académico, integrado por los rectores y rectoras de diecisiete universidades italianas, seguido de la actuación del coro góspel de la Universidad, dirigido por el maestro Alberto Annarilli.
El encuentro concluyó con el solemne acto de proclamación de la apertura del nuevo año académico por parte del Rector Levialdi Ghiron, quien renovó el compromiso del Ateneo de promover el saber como bien común y de continuar construyendo, junto con su comunidad, un futuro abierto al diálogo, a la responsabilidad compartida y a la participación activa.
A continuación, publicamos la Lectio Magistralis de la Presidenta de la Gobernación:
Dirijo mi saludo y expreso mi sincero agradecimiento al Magnífico Rector de esta Universidad, por la invitación que me honra y que he aceptado con gusto; saludo al Señor Ministro de Sanidad, Profesor Orazio Schillaci, y a las demás Autoridades aquí presentes; saludo igualmente a los numerosos Magníficos Rectores, a los Ilustres docentes y al personal administrativo; y, por último, deseo dirigir un saludo especial a todos los estudiantes que hoy participan en esta importante inauguración.
- Introducción
El 15 de mayo de 1891, en una Europa marcada por las tensiones de la Revolución Industrial y por la creciente mecanización de los procesos productivos, el Papa León XIII publicaba la primera encíclica social, Rerum Novarum, De las cosas nuevas, considerada la Magna Charta de la doctrina social de la Iglesia. Con ella se inaugura formalmente dicho magisterio y se introduce una reflexión destinada a transformar de manera radical la relación entre la Iglesia y la sociedad[1].
El Pontífice, si bien reafirmaba las reservas que sus predecesores habían expresado sobre ciertos aspectos y derivas de la modernidad, mostraba al mismo tiempo la firme voluntad de profundizar y esclarecer el significado y las implicaciones de la denominada «cuestión social», deseando presentar la imagen de «una Iglesia dispuesta a servir al mundo»[2], más abierta al diálogo con las realidades políticas, sociales y económicas de su tiempo.
De hecho, ya entonces resultaba manifiesto que el proceso de industrialización amenazaba con subordinar al ser humano a las exigencias del mercado. Dicho proceso había impulsado a poblaciones enteras a abandonar las zonas rurales y trasladarse a las ciudades, provocando un crecimiento rápido y desmesurado de los núcleos urbanos periféricos, carentes de los servicios esenciales. Ante una realidad tan difícil, comenzó a desarrollarse una actividad asistencial caritativa plural en sus formas, gracias al compromiso del clero, de religiosos y de laicos, cuyo propósito no era tanto el ascenso social de una clase cuanto el cuidado directo de las personas en su concreta vulnerabilidad.
- La evolución de la «cuestión social»
Si la «cuestión social» irrumpió como consecuencia de las transformaciones que, a finales del siglo XIX, afectaron a los procesos productivos y a la organización del trabajo, su configuración posterior estuvo condicionada por los profundos cambios culturales y sociopolíticos que caracterizaron el siglo siguiente.
La fase evolutiva más reciente —desde 1978 hasta nuestros días— se distingue por transformaciones culturales de gran calado en la visión del ser humano. La «cuestión social» ha dejado de ser meramente cuantitativa para afectar directamente a la calidad de la vida. Los desequilibrios influyen de manera profunda en la existencia de los pueblos, en las libertades y en los derechos humanos fundamentales. Como señaló con claridad el Papa Benedicto XVI en la encíclica social Caritas in veritate, hoy «la cuestión social se ha convertido en una cuestión radicalmente antropológica», especialmente ante la posibilidad de que la vida humana sea manipulada y transformada por la tecnología[3].
La renovada insistencia en la naturaleza antropológica de la «cuestión social» dirige la atención hacia el significado más profundo del desarrollo humano. Partiendo de la célebre definición de desarrollo «completo» y «auténtico» formulada por el Papa Pablo VI —como desarrollo de todo hombre y de todo el hombre[4]—, Benedicto XVI recordó que tal desarrollo «afecta a la totalidad de la persona en cada una de sus dimensiones»[5], por tratarse de un proceso verdaderamente multidimensional: personal y social, espiritual y corporal, histórico y trascendente[6].
El desarrollo integral abarca, por tanto, las dimensiones socio-relacionales y espirituales de la existencia humana, más difíciles de cuantificar, pero estrechamente vinculadas a aquellas «necesidades superiores» del ser humano descritas por Abraham Maslow[7]. En cualquier tipo de organización, un modelo de liderazgo orientado a favorecer este tipo de desarrollo está llamado a preservar todas estas dimensiones, porque, más allá de las estructuras, el primer capital que ha de protegerse y valorarse sigue siendo la persona en su integridad[8].
Esto resulta aún más evidente en el seno de las organizaciones educativas, donde la formación académica y cultural debería ofrecer a quien aprende, a quien enseña y a quienes desempeñan funciones diversas «un espacio vital que abarque la vida y hable a la vida»[9]: un lugar de encuentro y de interacción, reservado al diálogo entre las personas y entre las disciplinas.
- El cuidado de las relaciones
En esta línea evolutiva, apenas elegido para la Sede de Pedro, el Papa León XIV, al explicar él mismo la elección de un nombre inspirado en su ilustre predecesor, reafirmaba la importancia del patrimonio de la doctrina social de la Iglesia para responder a los desafíos que «la nueva revolución industrial» plantea a la defensa de la dignidad humana, de la justicia y del trabajo[10].
«La inteligencia artificial, las biotecnologías, la economía de los datos y las redes sociales están transformando profundamente nuestra percepción y nuestra experiencia de la vida» —observa el nuevo Pontífice— «en un escenario en el que la dignidad de lo humano corre el riesgo de quedar aplanada u olvidada, sustituida por funciones, automatismos y simulaciones. Pero la persona no es un sistema de algoritmos: es criatura, relación, misterio»[11]. De ahí el deseo de una renovada reflexión sobre el humanum, «en su corporeidad, en su vulnerabilidad, en su sed de infinito y en su capacidad de vínculo»[12], para que la ética no se convierta en un ejercicio desencarnado.
La persona vuelve a ocupar el centro, especialmente aquí, donde hoy nos encontramos reunidos, porque nadie educa por sí solo y la comunidad educadora constituye «un “nosotros” en el que todos los agentes implicados, incluida la sociedad civil, convergen para generar vida»[13].
La persona en el centro, en su naturaleza esencialmente relacional: así lo recordó también el Papa León XIV a los jóvenes de Tor Vergata, subrayando que «las relaciones humanas, nuestras relaciones con otras personas, son indispensables para cada uno de nosotros… Nuestra vida comienza gracias a un vínculo y es a través de los vínculos como crecemos»[14].
El cuidado de las relaciones pertenece tanto al ámbito de la vida privada de los individuos como al de la vida social, incluida la vida profesional. La atención hacia el otro constituye asimismo un principio fundamental en la gestión de organizaciones complejas, en la medida en que la moderna teoría del liderazgo reconoce hoy un profundo cambio de paradigma, atribuyendo una mayor eficacia operativa a líderes orientados no solo a dirigir, sino también a servir a sus colaboradores.
La orientación práctica de la acción directiva se desplaza así desde la tradicional maximización del valor para los inversores hacia la capacidad de mejorar la calidad de vida de los propios colaboradores, en sus dimensiones física, emocional y cognitiva[15].
- La prioridad del capital humano
Conviene recordar que la virtud cristiana de la esperanza, que celebramos en este Año Jubilar, se expresa en la vida de las personas también dentro de las estructuras organizativas que median cotidianamente su interacción con el entorno, porque el ser humano es un ser necesitado que, para satisfacer sus propias necesidades, requiere instrumentos, sistemas y, sobre todo, la presencia de los demás[16]. De este modo, la esperanza se vuelve performativa[17], regenerando y transformando concretamente la existencia, orientando la razón y la libre voluntad hacia la búsqueda compartida de la felicidad.
Frente a las fragmentaciones culturales y las lógicas de cierre polarizantes, que alimentan la desconfianza y empobrecen la sociedad, la esperanza se opone al desencanto y bebe de las «reservas de bien que existen en el corazón de la gente, pese a todo»[18]. En esta línea, también y especialmente en el ámbito educativo, las estrategias de gestión fundadas en la centralidad del humanum poseen la capacidad de liberar nuevas energías relacionales, intelectuales y espirituales, que encuentran su fuerza precisamente en esas «reservas». Las instituciones capaces de organizarse internamente según criterios de valorización y cuidado de su propio capital humano estarán, a su vez, mejor preparadas para acoger a quienes están llamadas a servir. Esta visión, sustentada por la capacidad de establecer relaciones de confianza entre las personas, impulsa a «pensar y actuar en términos de comunidad»[19], para sentirse «corresponsables en la mejora del mundo»[20].
Desde esta perspectiva, el contexto académico —espacio de estudio y de trabajo— se convierte en un lugar privilegiado para cultivar la «amistad social»[21], basada en la capacidad de valorar la aportación de todos, incluso en la diversidad, en la búsqueda del bien común. A quien ejerce la guía le corresponde preparar el terreno para que las personas crezcan en la conciencia de su propia limitación, de modo que estén abiertas a quienes nos ayudan a crecer y nos enriquecen a cualquier edad, y para que tengan «corazones que se dejen completar»[22]. Esto resulta especialmente relevante aquí, donde el mencionado diálogo entre personas y disciplinas se convierte en un instrumento privilegiado para el desarrollo humano integral.
Por otra parte, el fin de la educación es siempre la construcción de una comunidad que no esté concebida a la medida de las necesidades individuales, sino que ofrezca también un espacio para la definición de objetivos comunes[23]. En este sentido, la actividad formativa es un instrumento esencial de integración y alcanza su objetivo último cuando logra formar personas dispuestas a caminar juntas, a comprenderse y respetarse mutuamente, atentas a los más vulnerables, a quienes encuentran dificultades para mantener el ritmo[24]. En el ámbito educativo, afirma el papa León XIV, no se debe «izar la bandera del monopolio de la verdad, ni en el análisis de los problemas ni en su resolución»; lo más importante es «saber acercarse» para aprender a afrontar juntos cuestiones siempre nuevas[25]. Este tipo de formación, humana y académica, es una fuerza de paz que contribuye a sanar fracturas, colmando distancias culturales y generacionales.
La aplicación de un estilo de liderazgo «humanístico» dentro de las organizaciones[26], incluidas las educativas, favorece la promoción de una ética —o de una actitud— orientada al cuidado de las personas y de los bienes que estamos llamados a gestionar y no a poseer[27]. Se trata de una actitud esencialmente enraizada en el principio cristiano de la mutua dependencia, así como en la conciencia de que, a lo largo de la existencia, todos nosotros, sin excepción, somos a la vez sujetos (activos) y objetos (pasivos) de cuidado.
Son por tanto prácticas de esperanza, en el seno de las organizaciones, aquellas promovidas por directivos «humanísticos», atentos no solo a los instrumentos profesionales, a las técnicas y a los resultados, sino también sensibles al cuidado de sus colaboradores. Son directivos que se revelan expertos «en humanidad»[28], dispuestos a responder a las legítimas necesidades de estima y reconocimiento de las personas. Sin menoscabar la importancia de las competencias profesionales que aquí se enseñan y se aprenden —hard skills—, conviene renovar la atención hacia las cualidades humanas, morales y de carácter —soft skills—, que se manifiestan como factores indispensables para impulsar eficazmente el cambio de paradigma al que se ha hecho referencia anteriormente.
La comprensión y la empatía son hoy reconocidas como factores clave de un liderazgo eficaz, pues permiten a quien conduce aliviar los niveles de estrés que pesan sobre las personas. Esto se vuelve aún más necesario ante los efectos perjudiciales que «la incivilidad y la falta de amabilidad» en las interacciones provocan, también en el ámbito de las relaciones profesionales[29]. Las investigaciones confirman hasta qué punto estos factores condicionan el bienestar de las personas. Desde esta perspectiva, aspectos tradicionales de la práctica del cuidado dentro de las organizaciones son precisamente la disponibilidad para atender a las necesidades del otro y asumir la responsabilidad de intentar satisfacerlas, en la medida de lo posible, promoviendo un clima de serenidad y de respeto recíproco[30].
Un modelo de gestión «humanística» presupone la aportación de líderes capaces de construir relaciones de confianza, de mostrar interés por las circunstancias y las historias personales, y dispuestos a acompañar a sus colaboradores en los inevitables momentos de dificultad que atraviesa toda organización[31]. Se trata de una forma de managerialidad que me agrada definir como «del cuidado»[32], entendida tanto como práctica cuanto como virtud, es decir, orientada a generar valor dentro de una organización también desde el punto de vista moral, favoreciendo la construcción de relaciones de reciprocidad que refuercen su misión compartida[33].
- Consideraciones conclusivas
El primado del cuidado en la gestión de las organizaciones complejas, incluidas las educativas, configura un modelo de dirección centrado en la persona, atento ante todo al respeto de la dignidad de su naturaleza —corporal y espiritual—, y orientado asimismo a la mejora de su calidad de vida tanto en el ámbito profesional como en el formativo[34]. Un modelo de gestión fundamentado en el servicio y en la multidisciplinariedad, en la atención a las personas y a las cosas, encaminado a cultivar relaciones de reciprocidad y a promover el desarrollo integral del capital humano[35], puede constituir un estándar de referencia ética también en el ámbito académico, como instrumento para responder a los desafíos de la nueva «cuestión social».
La práctica del cuidado en la gestión, vivida asimismo como ejercicio de la virtud de la esperanza que marca este Año Jubilar, satisface aquella aspiración humana común que es la búsqueda de la felicidad: una aspiración que alimenta las expectativas del corazón e inspira las actividades humanas, ordenándolas hacia un bien más alto y sosteniéndolas frente al desaliento[36]. Para los educadores, se trata de una práctica que previene también el riesgo de caer en un «racionalismo sin alma»[37], condicionado por la cultura tecnocrática, cultivando, por el contrario, la capacidad de pensar y reflexionar sobre la realidad de la existencia humana en su integralidad.
Es una práctica esencialmente comunitaria, animada por el esfuerzo compartido de formar —sobre todo mediante el ejemplo— a personas dispuestas a cultivar la fraternidad, a hacer prevalecer la solidaridad sobre la competición, a proteger a los más frágiles, a tender puentes y reconciliar a los opuestos[38], a convivir pacíficamente con la diversidad; en definitiva, a sentirse miembros de una única familia humana. De este modo, la Universidad encarna la «gran misión» de ensanchar los confines del conocimiento, para convertirse en «un espacio abierto a la humanidad y a la sociedad»[39], allí donde la verdad se busca en común, la libertad se ejerce como respuesta responsable y la autoridad se expresa en el servicio[40].
Sobre estos presupuestos, como invita a considerar el actual Pontífice, la educación no mide su valor únicamente según el eje de la eficiencia, sino en función de la dignidad de la persona y de la capacidad de perseguir el bien común[41]. Ante la nueva «cuestión social», la práctica del cuidado en la gestión asume como fin último contribuir a «humanizar la educación»[42], no solo mediante la adquisición de competencias, el estudio y la investigación científica, sino también recurriendo a la riqueza de la humanidad: es decir, mediante la puesta en común de aquellos talentos y fragilidades que todos llevamos dentro.
[1] W. McCORMICK S.J., Antes de la Rerum Novarum: cinco encíclicas sociales de León XIII, La Civiltà Cattolica, 3 (2025) 183.
[2] Ivi, 184.
[3] BENEDICTO XVI, Caritas in Veritate, Ciudad del Vaticano 2009, n. 75, cursiva original.
En la encíclica social Laudato si’ (2015), el Papa Francisco habla de la mayor amenaza del «paradigma tecnocrático» (nn. 106-114). La tecnología y su rápido desarrollo se han convertido en un «paradigma indiferenciado y unidimensional» que lleva al ser humano a intentar extraer todo lo posible de las cosas, ignorando o olvidando con frecuencia la realidad que tiene delante. El «paradigma tecnocrático» exalta la idea de un sujeto que toma control y capacidad de manipular un objeto externo, transformándolo mediante el uso de procedimientos técnicos, lógicos y racionales. En Laudate Deum (2023), el Papa advierte del peligro de adoptar «la idea de un ser humano sin límites», cuyas capacidades podrían ampliarse indefinidamente a través de la tecnología (n. 21).
[4] PaBlo VI, Populorum progressio, 14.
[5] Benedicto XVI, op. cit., 29.
[6] Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2004, 38.
Aquí se hace referencia a la conocida jerarquía de las necesidades propuesta por el psicólogo estadounidense Abraham Maslow en su artículo de 1943, “A Theory of Human Motivation”, publicado en Psychological Review, n.º 50, pp. 370-396.
[7] Aquí se hace referencia a la conocida jerarquía de las necesidades propuesta por el psicólogo estadounidense Abraham Maslow en su artículo de 1943, “A Theory of Human Motivation”, publicado en Psychological Review, n.º 50, pp. 370-396.
[8] Cf. Benedicto XVI, op. cit., 25.
[9] Francisco, Encuentro con los docentes universitarios, Viaje Apostólico a Luxemburgo y Bélgica, 27 de septiembre de 2024.
[10] León XIV, Discurso al Colegio Cardenalicio, 10 de mayo de 2025.
[11] Id., Discurso a los Obispos italianos, 17 de junio de 2025.
[12] Ibíd.
[13] León IV, Carta Apostólica Trazar nuevos mapas de esperanza, LEV, Ciudad del Vaticano 2025, 3.1.
[14] Id., Vigilia de oración, Jubileo de los Jóvenes, Tor Vergata, 2 de agosto de 2025.
[15] Cf. McKinsey & Company, What is leadership?, en www.mckinsey.com/featured-insights/mckinsey-explainers/what-is-leadership#/ (consultado el 28 de diciembre de 2024); T. Allas – B. Schaninger, The boss factor: Making the world a better place through workplace relationships, en www.mckinsey.com/capabilities/people-and-organizational-performance/our-insights/the-boss-factor-making-the-world-a-better-place-through-workplace-relationships (consultado el 29 de diciembre de 2024).
[16] Cf. R. Petrini – A. Sacco, Enriquecerse, La Cittadella, Asís 2024, 17.
[17] Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Spe Salvi, LEV, Ciudad del Vaticano 2007, 2.
[18] Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti, LEV, Ciudad del Vaticano 2020, 196.
[19] Ibíd., 116.
[20] Ibíd., 162.
[21] Ibíd., 99.
[22] Ibíd., 89.
[23] León IV, Carta Apostólica Trazar nuevos mapas de esperanza, op. cit., 3.1; cf. Francisco, Encuentro con los estudiantes universitarios en la Université Catholique de Louvain, 28 de septiembre de 2024.
[24] León IV, Carta Apostólica Trazar nuevos mapas de esperanza, op. cit., 3.1.
[25] Ibíd., 4.3.
[26] L. Bruni, El mercado y el don, Egea, Milán 2015, 50-56; cf. también D. Melé, Understanding Humanistic Management, «The Humanistic Management Journal» 1 (2016) 33-55.
[27] A este enfoque hace referencia, en particular, el Motu Proprio Il Diritto Nativo del Papa Francisco, promulgado el 20 de febrero de 2023, sobre el patrimonio de la Sede Apostólica, en el cual se establece que «la destinación universal de los bienes de la Santa Sede les confiere naturaleza pública eclesiástica. Las entidades de la Santa Sede los adquieren y utilizan no para sí mismas, como un propietario privado, sino en nombre y por autoridad del Romano Pontífice, para la consecución de sus fines institucionales, igualmente públicos, y, por tanto, para el bien común y al servicio de la Iglesia universal».
[28] L. Bruni, El mercado y el don, 43; cf. D. Melé, Human Quality Treatment: Five Organizational Levels, «Journal of Business Ethics» 120 (2014) 457–471; G. Manzone, Teología Moral Económica, Queriniana, Brescia 2016, 311-320.
[29] Cf. C. Porath, The Price of Incivility, «Harvard Business Review» 91 (2013) 114-121; también T. Brower, Empathy Is The Most Important Leadership Skill According To Research, «Forbes», 19 de septiembre de 2021; I. De Vivo – D. Lumera, Biología de la amabilidad, Mondadori, Milán 2021, 23-37.
[30] Cf. V. Held, The Ethics of Care: Personal, Political, and Global, 649-682; S. Brotto, Ética del cuidado, 69-71; M. Hamington – M. Sander-Staudt, Introduction: Care Ethics and Business Ethics, en ID. (eds.), Applying Care Ethics to Business, 221.
[31] Cf. L. Bruni, El mercado y el don, op. cit., 63.
[32] Cf. R. Petrini, Integral Human Development Through a Leadership of Care, Terrence R. Keeley Vatican Lecture, Nanovic Institute for European Studies, University of Notre Dame, South Bend, 1 de noviembre de 2023; véase también R. Petrini, El protagonismo de las mujeres para el futuro de la Iglesia, X Curso de especialización en información religiosa, Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma, 8 de marzo de 2023.
[33] Cf. V. Held, The Ethics of Care: Personal, Political, and Global, Oxford University Press [ed. digital], Nueva York 2006, 649; T. F. Hawk, An Ethic of Care: A Relational Ethic for the Relational Characteristics of Organizations, en M. Hamington – M. Sander-Staudt (eds.), Applying Care Ethics to Business, Springer [ed. digital], Nueva York 2011, 609-629; S. Brotto, Ética del cuidado, Orthotes, Nápoles 2013, 69; I. Ungvári Zrínyi, Authentic Human Relations and the Economy, en O. Setter – L. Zsolnai (eds.), Caring Management in the New Economy, Palgrave Macmillan, Cham 2019, 51-60; H. R. Younger, The Art of Caring Leadership, Berrett-Koehler Publishers Inc. [ed. digital], Oakland 2021, 1478-1605.
[34] Cf. B. Sorge, Introducción a la Doctrina Social de la Iglesia, 82-87.
[35] El sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017) afirmó que el dilema central de la libertad humana en la civilización moderna es la alternativa entre la competición y la solidaridad (cf. Z. Bauman – C. Giaccardi – M. Magatti, El destino de la libertad, Città Nuova, Roma 2016, 37). Mientras que la competición impulsa a las personas a avanzar imponiendo sus exigencias e intereses sobre los demás, la solidaridad presupone que hombres y mujeres pueden convivir de forma cooperativa y ser, todos, más felices.
[36] Cf. Ibíd., 1818.
[37] Francisco, Encuentro con los docentes universitarios, Viaje Apostólico a Luxemburgo y Bélgica, 27 de septiembre de 2024, cursiva original.
[38] León XIV, Audiencia Jubilar, 25 de octubre de 2025.
[39] Francisco, Encuentro con los docentes universitarios, op. cit.
Cf. León IV, Carta Apostólica Trazar nuevos mapas de esperanza, op. cit., 4.3.
[40] Cf. León IV, Carta Apostólica Trazar nuevos mapas de esperanza, op. cit., 4.3.
[41] Ibíd.
[42] Francisco, Discurso a los participantes en la Sesión Plenaria de la Congregación para la Educación Católica, 9 de febrero de 2017.
