La “Nasa del Pescador” en memoria de San Pedro
La realización a cargo del Servicio de Jardines y Medio Ambiente de la Gobernación
En honor del primer papa, el Servicio de Jardines y Medio Ambiente de la Dirección de Infraestructuras y Servicios de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano ha renovado una tradición que se remonta a finales del siglo XVIII y que no se revivía desde 2017.
Desde la víspera de la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, en las dos columnas de mármol blanco africano de la puerta central de la Basílica Vaticana cuelga la llamada ‘Nassa del Pescatore’ (Nasa del Pescador) en recuerdo del oficio del Príncipe de los Apóstoles.
Se trata de una estructura de aleación metálica con forma de nasas, es decir, un antiguo instrumento de pesca compuesto por un embudo y una red donde el pez queda atrapado, atraído hacia el interior, por un cebo. Recuerda a las nasas que los pescadores del lago de Tiberíades dejaban al atardecer en alta mar y recuperaban al amanecer para recoger el pescado y reponer el cebo.
Esta nasa, que cuelga de un extremo mediante dos cuerdas, está totalmente cubierta de ramitas de hojas de plantas aromáticas. 500 manojos de mirto de Tarento (myrtus tarentina) están atados al cuerpo central, mientras que 400 manojos de laurel (laurus nobilis) están atados a lo largo de las cuerdas. Así nos lo explica Rafael Tornini, jefe del Servicio de Jardines y Medio Ambiente, quien subraya que su realización requiere un trabajo muy laborioso, en el que participan unas diez personas. De hecho, el primer paso, ya una semana antes del 29 de junio, es la tala del mirto de Taranto, que abunda en los lindes del bosque de los Jardines Vaticanos. Una vez cortado, el follaje se lleva a la sede del servicio, en el corazón de los Jardines, y se somete a una operación de clasificación y lavado. Con unas tijeras se cortan las hojas demasiado jóvenes, ya que se marchitarían en poco tiempo. A continuación se preparan racimos que se sumergen en una cuba de agua y se trasladan a una cámara frigorífica. A continuación se compra laurel, porque en los Jardines Vaticanos no hay suficientes plantas para proporcionar la cantidad necesaria. El laurel también se somete al mismo tratamiento.
Dos días antes de la solemnidad, la cesta se coloca bajo un gran toldo y se fija lateralmente a dos anillos de acero. Allí, a la altura de la vista, dos jardineros sujetan los manojos de mirto con alambre, mientras otros trabajadores mantienen la estructura en su sitio. No sólo el exterior, sino también el interior se cubre con las aromáticas hojas que desprenden un olor característico.
Mientras tanto, las dos cuerdas se estiran y se anclan a otros anillos de acero y dos jardineros los cubren, en una meticulosa operación, con manojos de laurel. Una vez que todo está en su sitio, una furgoneta lleva la nasa hasta el parvis de la basílica vaticana y la iza para colgarla de las columnas de mármol, que representan simbólicamente a los dos apóstoles Pedro y Pablo, cimientos de la Iglesia.
El Servicio de Jardines y Medio Ambiente, para celebrar y honrar a San Pedro, también se encargó de las decoraciones florales que se colocan delante del Altar de la Confesión de la basílica y de la estatua del primer Papa.