Seleccione su idioma

Los belenes instalados en la Gobernación

Jesús nace entre la flora de los Jardines Vaticanos

Cuando aún no había drones portadores de muerte surcando el cielo, sino únicamente las estrellas indicando la ruta a los caminantes, Jesús nacía en Belén. El Príncipe de la Paz venía al mundo en el silencio, en la humildad, en el ocultamiento.

Para que aquel acontecimiento no sea solo un recuerdo, sino que permanezca como un momento decisivo en la historia de la humanidad, desde 1223, es decir, desde cuando san Francisco de Asís quiso implicar a los habitantes de Greccio para realizar la primera representación de la Natividad, la tradición cristiana prepara los belenes.

Así como en el Valle Santo Reatino, rodeado por las cumbres de los Apeninos, por verdes colinas y por abundantes torrentes, del mismo modo en los Jardines Vaticanos y en todo el Estado la frondosa vegetación y los distintos ambientes se han convertido en escenarios para la exposición de los belenes. En efecto, en la intención de los creadores —Augusto Minosse, Fabio Frezza y Vincenzo Caputo del Servicio de Jardines y Medio Ambiente de la Dirección de Infraestructuras y Servicios, con la colaboración de los operarios del Taller de Instalaciones Eléctricas—, el objetivo ha sido reproducir, en pequeño, en la Natividad, una parte de la flora presente en los Jardines Vaticanos. La variedad de plantas y flores existentes se convierte así en una invitación al respeto de la creación, a la belleza de la naturaleza, en un himno al Creador. Con un recuerdo particular del octavo Centenario de la composición del Cántico de las criaturas por parte de san Francisco de Asís cuando, en la primavera de 1225, pocos meses después de la experiencia de La Verna, pasó cincuenta días en el monasterio de San Damián, donde vivían santa Clara y sus hermanas. En una noche de gracias y de sufrimientos, san Francisco compuso el famoso himno de alabanza y agradecimiento a Dios.

Plantas como el Buxus pumila, la piracanta, la Convallaria, el Pittosporum, el Helichrysum italicum, la Myrsine africana, el Chamaecyparis, la hiedra, el liquen y el musgo sirven de fondo a la Natividad. Todas ellas están dispuestas sobre un tronco de alcornoque, mientras, una vez más, la Puerta Santa está abierta para recordar el Jubileo en curso, que finaliza el 6 de enero de 2026, solemnidad de la Epifanía del Señor.

El belén está construido de tal modo que, desde cualquier punto de observación desde el que se contemple, se presenta completo, en el sentido de que es visible a 360 grados. Se alza sobre una colina elevada, en cuya cima se encuentra el núcleo principal, con el Niño, María y José, rodeados por algunos pastores y por los Magos, con sus suntuosos atuendos y los tradicionales dones. Sobre la cubierta del belén, una gran estrella gira según la dirección del viento. Ella indica a quien está lejos el lugar donde nació Jesús. Lo señala a tanta gente inmersa en el transcurrir cotidiano de los días, mientras se afana en cumplir sus propias tareas. Algunos personajes son testigos oculares del nacimiento del Salvador. Otros permanecen lejos, al margen, a veces indiferentes, a veces inconscientes. Pero Jesús ha nacido también para ellos. Lo expresa el lugar donde se encuentra recostado en el pesebre, elevado con respecto a todo lo demás, abierto, más aún, de par en par, sin un techo que lo resguarde. Solo lateralmente se distinguen un arco de piedra y algunos restos de muro. No hay techo, porque no existen barreras para la gracia de Dios: llega a todas las criaturas. Es más, el arco quiere simbolizar a Cristo, la Puerta para llegar hasta el Cielo, y el muro en ruinas, la caducidad de las cosas humanas, que solo en el Salvador pueden encontrar esperanza y eternidad.

Aquel a quien el universo no puede contener, que está fuera del tiempo e inmortal, se abaja hasta hacerse criatura. A este propósito, san Agustín subraya: «Yace en un pesebre, pero contiene el universo entero; mama de un seno, pero es el pan de los ángeles; está envuelto en pocos paños, pero nos reviste de inmortalidad; es alimentado, pero es adorado; no encuentra cobijo en una posada, pero se edifica un templo en el corazón de sus fieles» (Sermón 190, 4).

Este es el sentido del nacimiento de Cristo en la cima de una colina sin resguardo. Su redención es universal. Él ha venido a salvar a lo que estaba perdido y a llamar hacia sí a discípulos, haciéndolos pescadores de hombres. Y he aquí las redes para la pesca, en recuerdo de Pedro y Andrés, pero también los pastores con sus rebaños, símbolo del Buen Pastor que da su propia vida por sus ovejitas.

No solo la flora de los Jardines Vaticanos tiene un amplio protagonismo en el belén, sino que se ha prestado también atención al reciclaje y al ahorro, pues se han utilizado como materiales restos de embalajes, cartones, recuperados en la isla ecológica.

Otro belén que engalana las vías del Estado es el instalado en la plaza de Santa Marta, ante la iglesia de Santo Stefano degli Abissini. Está realizado sobre una bobina de cables telefónicos. En la base se han colocado troncos de madera de alcornoque y algunas plantas, las mismas que se han utilizado para el belén ante el Palacio de la Gobernación, además del Evonymus y la Cycas revoluta.

Un tronco del bosque de los Jardines Vaticanos, madera de desecho, sostiene la escena donde se acoge al Niño, con María y José. La Sagrada Familia está resguardada por un techo de madera con cerchas, cubierto con tejas y canalones. Todo es material reciclado y recuperado de los restos de escenarios utilizados en la construcción.

En la entrada del Palacio de la Gobernación se encuentra una monumental Natividad de la tradición napolitana. Otros belenes han sido instalados, por los mismos responsables, en la primera planta del Palacio. Uno se halla a la entrada de la Secretaría General y representa el paisaje de Tierra Santa en tiempos de Jesús. Entre las características viviendas, rodeadas de palmeras y arbustos propios de la flora local, se distinguen camellos y pastores con rebaños de ovejas. Otros personajes parecen desplazarse por las calles, mientras Jesús nace bajo un arco derruido, fuera del poblado.

En el patio del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, bajo el árbol de Navidad —un abeto rojo de ocho metros—, se ha expuesto un artístico belén procedente de México. Con los Magos, un pastor, la Sagrada Familia y un ángel festivo que anuncia el nacimiento del Salvador.

Tagged under: novedades Belenes

Seleccione su idioma