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Historia de la numismática

La numismática (del griego nòmisma) es la ciencia relacionada con el estudio y la descripción de las monedas desde una perspectiva histórica, artística y económica. La numismática, por tanto, es con sus monedas un libro abierto sobre la historia del mundo y de la humanidad. Estos pequeños discos metálicos representan y han representado no sólo un medio de intercambio, sino que son expresión del arte, la civilización y el progreso de los pueblos.

Los inicios de la acuñación de moneda en el mundo antiguo se remontan al siglo VII a.C., pero la invención de este medio de intercambio no fue en ningún país la obra de un día ni la concepción de un hombre de genio; en su función social, el dinero se desarrolló y perfeccionó de generación en generación como la navegación y la escritura.

Antes de su invención, se habían ideado otros modos de intercambio al servicio del comercio, costumbre tan antigua como la humanidad y de la que el dinero se ha convertido, con el paso del tiempo, en el instrumento esencial. Estos métodos se adoptaron en todas partes en la siguiente secuencia

el intercambio puro y simple de mercancías, es decir, el intercambio en especie (trueque);

la elección de un producto, el más buscado y el más abundante en el mercado;

en una etapa posterior, la preferencia por aquel material que presentaba las mayores ventajas en cuanto a su valor intrínseco, su composición homogénea, su conservación y durabilidad, los usos que se le podían dar y su utilidad más general, es decir, el "metal".

Los monumentos figurativos y las fuentes literarias demuestran que ningún pueblo de la antigüedad, en su fase primitiva de existencia, pudo escapar a esta ley natural, ni Egipto, ni Asiria, ni Caldea, ni los países del Tigris y el Éufrates.

Al principio, los metales más utilizados eran principalmente el oro, el electro y la plata. Fueron los sumerios, un antiguo pueblo de Mesopotamia, en torno al 4.000 a.C., los primeros en desarrollar la serie numérica infinita, quienes definieron la relación de valor entre los metales antes de establecer su relación con las mercancías. Como los sumerios creían que el oro era sagrado para la deidad del sol y la plata para la luna, comparando los movimientos revolucionarios del sol y la luna, definieron la relación de 1 a 13 correspondiente a la proporción entre el año solar y los meses lunares y adoptaron esta relación como base de sus valoraciones. Esta relación de 1 a 13, elaborada exclusivamente sobre la base de creencias astológico-mitológicas, permaneció inalterada, encontrando aplicación válida entre los griegos, los romanos, la Edad Media, el Renacimiento, hasta nuestros días, más exactamente hasta 1971, cuando la derogación de los acuerdos de Bretton Woods condujo a la inconvertibilidad del dólar y a la abolición del patrón oro.

Inicialmente, estos metales se intercambiaban al peso, con la balanza en la mano, rompiéndolos en fragmentos o cortándolos en pedazos según una escala de pesos, es decir, según el sistema de pesos local. Esta práctica revela ya claramente el concepto de responsabilidad y competencia, con el que entramos en la última fase que anuncia la moneda propiamente dicha, la moneda estatal, que representa un monopolio estatal que ha permanecido intacto hasta nuestros días.

Los metales preciosos eran administrados por sacerdotes, que asumían el papel de administradores de la economía y de las transacciones que tenían lugar ante los templos. En las disputas que inevitablemente surgían, los sacerdotes también actuaban como árbitros, ganándose así la confianza del pueblo y del gobernante. La alianza entre el poder temporal y el sacerdotal encontraba así su sello en la gestión del dinero, de modo que éste también se depositaba en el templo. El dinero conservaba así su carácter sagrado; aunque era expresión de la soberanía temporal, salía del tesoro del templo y volvía a los dioses para ser convertido.

Cuando hablamos de la invención del dinero, nos limitamos, por así decirlo, a aquella innovación por la que el Estado, en un momento dado, monopolizó su emisión. Todo hace pensar que en la cuenca mediterránea esta innovación tuvo lugar entre los siglos VII y VI a.C. entre los reyes de Lidia, bajo el reinado de Creso, donde aparecieron los primeros discos de metal, de diversos tamaños, en los que el rey hacía estampar su sello. Casi de inmediato, aunque no simultáneamente, la moneda se utilizó en las principales ciudades griegas ribereñas del mar Egeo, extendiéndose así a todos los centros más importantes, con una fortuna sólo comparable a la de los mayores inventos humanos. Paralelamente a la aparición del dinero, también se produjo un profundo cambio en la vida social de los pueblos. A una fase inicial basada en la agricultura y el pastoreo sucedió una vida comercial cada vez más intensa, como consecuencia de la cual las poblaciones se desplazaron a aquellas aglomeraciones que más tarde darían lugar a las nuevas ciudades. La moneda perdió entonces su carácter sagrado y, aproximadamente medio siglo después de su invención, se produjo la circulación monetaria entre los pueblos, que se extendió a todas las grandes civilizaciones que se alternaron a lo largo de los siglos.

El estudio de la numismática nos permite, por tanto, documentar, comprender y conocer la historia de la humanidad sin valernos de escritos, sino únicamente a través de efigies, figuraciones, breves grafitos y símbolos que, en cualquier caso, han caracterizado y determinado la evolución de la humanidad y son la base de nuestra civilización moderna.

Hoy en día, con la casi completa decimalización y racionalización de los sistemas monetarios de los distintos países, la globalización de algunos grandes mercados mundiales (por ejemplo, Europa Occidental) y la llegada del euro, asistimos a una nueva expansión de las economías que ya no están vinculadas a Estados individuales, sino a un sistema multieconómico-financiero en el que el epicentro ya no es de naturaleza puramente estatal o jurídico-política, sino, por el contrario, económico-financiera.

Al fin y al cabo, no hay nada nuevo bajo el sol, desde las alianzas (incluidas las monetarias) de hace miles de años hasta las recientes experiencias de la Unión Monetaria Latina (segunda mitad del siglo XIX) que luego naufragó en las guerras que caracterizaron ese periodo histórico concreto.

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