Entrevista a Monseñor Ivo Muser, Obispo de Bolzano-Bressanone
El Árbol de Navidad, “embajador” del territorio
“Embajador” del territorio, de su cultura y de la fe de los habitantes de Lagundo y del Valle de Ultimo, así como de toda la diócesis de Bolzano-Bressanone: eso es lo que representa el Árbol de Navidad, el abeto rojo que este año será donado al Papa León XIV para ser colocado en la Plaza de San Pedro. Una tradición que se renueva año tras año y que no considera la tala del árbol como un gesto de agresión a la naturaleza, sino como la expresión de una gestión forestal responsable, en la que la extracción de un ejemplar contribuye a la salud y al crecimiento del bosque. De ello habla en esta entrevista concedida a www.vaticanstate.va el obispo de Bolzano-Bressanone, Monseñor Ivo Muser.
¿Cuál es el significado más profundo del don del Árbol de Navidad?
Ante todo, es un signo tangible de comunión con el Santo Padre y con la Iglesia universal. El Valle de Ultimo y el municipio de Lagundo, junto con la Provincia de Bolzano y nuestra diócesis de Bolzano-Bressanone, expresan mediante este gesto su pertenencia a un cuerpo más amplio, reafirmando su vínculo afectivo y espiritual con el Sucesor de Pedro. Es una manera de decir: “Estamos contigo, Papa León; deseamos orar y compartir contigo la alegría de la Navidad.” El árbol se convierte así en “embajador” de nuestro territorio, de su cultura y de nuestra fe. Es un modo de llevar un fragmento de nuestra Iglesia local al corazón de la Iglesia universal.
¿De qué manera este gesto se relaciona con el mensaje cristiano de la Navidad?
Aunque el árbol de Navidad tenga su origen en la tradición nórdica, la Iglesia le ha otorgado un significado nuevo y profundamente cristiano. Los abetos conservan su follaje incluso en invierno, convirtiéndose así en un símbolo natural de la vida que triunfa sobre la muerte, evocando aquel “Árbol de la Vida” presente en el relato del Génesis. Jesucristo es el nuevo Adán que, con su nacimiento, muerte y resurrección, vuelve a abrir a la humanidad el acceso al Árbol de la Vida, es decir, a la vida eterna.
¿Cómo podemos vivir la Navidad de un modo más respetuoso con el medio ambiente y con la Creación, recuperando su sentido más auténtico y espiritual?
Vivir la Navidad con respeto hacia el medio ambiente y la Creación es un hermoso testimonio de nuestra fe, que nos llama a ser custodios de los dones recibidos. Dios eligió entrar en el mundo con un cuerpo, en un lugar y en un tiempo concretos. Honrar esta “materialidad” significa respetar la Creación que Él mismo habitó, evitando degradarla con residuos y derroches. Como recordaba con frecuencia el Papa Francisco, el consumismo constituye un peligro para el espíritu. Una Navidad vivida en la autenticidad de la fe privilegia la calidad de las relaciones sobre la cantidad de los regalos.
Algunos se preguntan si talar un árbol contradice el respeto por la naturaleza. ¿Qué respondería usted?
Comprendo esa preocupación, que nace de un amor sincero por la naturaleza. Sin embargo, la tala del árbol no es un acto irrespetuoso, sino el resultado de una gestión forestal prudente, en la que la extracción forma parte de un cuidado activo que garantiza la salud del bosque y controla su crecimiento. En el Tirol del Sur, la reforestación no es un simple proyecto, sino una práctica consolidada y un pilar de la gestión forestal sostenible: por cada árbol talado se plantan otros nuevos, asegurando bosques sanos y resilientes para las generaciones futuras.
Los jóvenes desempeñan un papel importante en el cuidado de la Creación. ¿Cómo puede la Iglesia acompañarles e inspirarles en este camino?
Sin duda, los jóvenes no solo desempeñan un papel importante, sino que son protagonistas esenciales en la custodia de la Creación. Su pasión, su deseo de autenticidad y su preocupación por el futuro los convierten en los testigos más creíbles en este camino. La Iglesia subraya su papel único e insustituible en la promoción de decisiones responsables, que van más allá de los simples eslóganes “verdes”, entendiendo la salvaguardia de la Creación como una respuesta a la llamada de Dios y proponiendo una cultura del “cuidado” frente a una cultura del “descarte”.
¿Cuál es la relación entre la Iglesia local y la belleza natural que la rodea?
Creer en Dios Creador significa aprender de nuevo a maravillarse ante los prodigios de la naturaleza. Nosotros, en el Tirol del Sur, tenemos el privilegio de vivir en un rincón bendecido de la Creación, lo que facilita este sentimiento de asombro. La Creación merece reverencia y respeto, y vivir en una tierra tan colmada de belleza es un don. Sin embargo, debemos recordar siempre que, si los seres humanos deseamos vivir y sobrevivir, hemos de reconocer ciertos límites a nuestra acción y comprender que no estamos legitimados para hacer todo lo que potencialmente podríamos.
¿Qué mensaje desea transmitir a quienes contemplarán este árbol?
Deseo que la admiración ante la Creación sea también suscitada por nuestro Árbol de Navidad y que invite a la reflexión. Hoy más que nunca hacen falta personas atentas, sensibles y respetuosas, dispuestas a abrazar estilos de vida sostenibles y sobrios: no querer poseerlo todo, no reclamarlo todo, sino apartarse de la mentalidad del “siempre más”, del “aún más”. Debemos abandonar la obsesión por el crecimiento constante y por el incremento ilimitado de los beneficios. Es necesario recuperar la moderación, el asombro, la gratitud y, no menos importante, la alabanza a nuestro Dios, que se hace uno de nosotros en el misterio de su Encarnación, de la cual el Belén y el Árbol de Navidad son símbolos privilegiados.
