2 de octubre: Santos Ángeles Custodios
Mensajeros al servicio de Dios
En la Biblia, la presencia de los ángeles es constante y recorre toda la historia de la salvación. Muchos episodios se refieren a su acción y a su papel como instrumentos y mensajeros de Dios. Baste recordar, en el Antiguo Testamento, la lucha de Jacob con el ángel, de quien recibe el nombre de Israel (Gn 32,25-29), y la escalera, soñada por él, que desde la tierra tocaba el Cielo y era bajada y subida por multitud de ángeles (Gn 28,12). Pero también el ángel que sale al encuentro de la esclava Agar y le anuncia el nacimiento de Ismael (Gn 16,7ss); o el ángel que precede al pueblo de Israel en su peregrinación por el desierto (Ex 14,19). Y de nuevo los dos ángeles que sacan a Lot y su familia de Sodoma (Gn 19, 1ss), o la intervención del ángel que detiene la mano de Abraham a punto de sacrificar a su hijo Isaac (Gn 22, 11-13). O también Daniel, que fue salvado de las llamas del horno por un ángel (Dan 3, 49), o el ángel que trae alimento al profeta Elías en el desierto (1 Re 19, 5-10).
En el Nuevo Testamento, la presencia de los ángeles se inaugura con el anuncio a María de la Encarnación del Hijo de Dios. Es el arcángel Gabriel quien lleva a cabo esta misión (Lc 1,26ss). Por otra parte, las huestes de ángeles que anuncian el nacimiento de Cristo a los pastores no tienen nombre (Lc 2,8ss), como tampoco lo tienen el ángel que se aparece a José en sueños, diciéndole que huya a Egipto con María y el Niño (Mt 2,13) y otro que le pide que vuelva cuando haya cesado el peligro (Mt 2,19). También están los ángeles que sirven a Jesús después de las tentaciones en el desierto (Mt 4,1-11) y, en el momento de su arresto, Jesús se refiere a «más de doce legiones de ángeles» que podrían acudir en su ayuda (Mt 26,53). En los momentos dramáticos de la Pasión, en el Huerto de los Olivos, un ángel consuela a Jesús (Lc 22,43). En la Resurrección, la presencia de los ángeles es significativa: de camino al sepulcro, a María Magdalena, Juana y María, madre de Santiago, se les aparecen «dos hombres con vestiduras resplandecientes» (Lc 24,4) y el recuerdo de la «visión de los ángeles» de la que fueron testigos en palabras de los discípulos de Emaús (Lc 24,23). A continuación, se menciona al ángel del Señor que «removió la piedra y se sentó sobre ella» (Mt 28,2) y el episodio de María Magdalena que, de pie junto al sepulcro, llorando, «se inclinó hacia el sepulcro y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, sentados uno a un lado de la cabeza y el otro a un lado de los pies, donde habían depositado el cuerpo de Jesús» (Jn 20,11-12). Los Hechos de los Apóstoles mencionan a «dos hombres con vestiduras blancas» (1:10-11), que explican a los discípulos que Jesús ha ascendido al cielo y volverá del mismo modo que ellos le vieron ascender.
En los Hechos de los Apóstoles se describe la intervención de un ángel que libera a Pedro de la cárcel (12:1-11). En la Apocalipsis, se menciona a los siete ángeles que están en la presencia de Dios (8:1-13). Por lo tanto, en la Escritura, el ángel transmite el mensaje del Señor de tres maneras: como manifestación de Dios y de su presencia eficaz, como adorador del Señor e intercesor en favor de la humanidad, y como intérprete que anuncia y explica la acción divina.
Jesús habla varias veces de los ángeles, como cuando reveló la existencia de los ángeles custodios: «Mirad que no despreciéis ni a uno solo de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en el cielo ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos (Mt 18,10). En varias ocasiones, pues, expulsa demonios y libera a las personas de su influencia. Cuando Jesús se refiere a su regreso final, afirma que el Hijo del hombre «enviará a sus ángeles con gran trompeta, y reunirán a sus elegidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro (Mt 24, 31)».
La Iglesia celebra la memoria litúrgica de los santos ángeles custodios el 2 de octubre. En la colecta reza así: «Oh Dios, que en tu misteriosa providencia envías a tus ángeles desde el cielo para custodiarnos y protegernos, concédenos que en el camino de la vida nos sostengamos siempre con su ayuda para unirnos a ellos en la alegría eterna».
En el Catecismo de la Iglesia Católica, números 334-335, se subraya: «Toda la vida de la Iglesia se beneficia de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles. En la liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo; invoca su asistencia (así en el In paradisum deducant te angeli... - In paradisum deducant te angeli - en la liturgia de los difuntos, o también en el Himno de los querubines en la liturgia bizantina), y celebra la memoria de algunos ángeles en particular (San Miguel, San Gabriel, San Rafael, los ángeles de la guarda)».
En cuanto al papel de los ángeles, el propio Catecismo afirma (336): «Desde su comienzo hasta la hora de la muerte, la vida humana está rodeada de su protección e intercesión». Como recuerda San Basilio el Grande: «Cada creyente tiene un ángel a su lado como protector y pastor, para guiarle a través de la vida».
Los ángeles de la guarda son, por lo tanto, constantemente con Dios. Actúan como ejecutores de su voluntad, presentan las buenas obras de los hombres y sus peticiones, interceden por ellos en las tribulaciones y necesidades. Protegen a los que les son confiados e inspiran, conduciendo al bien con consejos y recordatorios. El ángel permanece siempre la criatura que la Providencia le ha confiado. La certeza de tener un ángel al lado es fuente de seguridad, protección e incentivo para amar a Dios y a los hermanos.