Una mujer reformadora de hombres
“«Era una mujer inquieta y andariega... enseñaba como maestra en contraste con lo que San Pablo enseñaba, ordenando que las mujeres no enseñaran». Este es el juicio del Nuncio Apostólico en España, el Arzobispo Felipe Sega, sobre Teresa de Jesús, conocida en el siglo como Teresa de Ahumada. Al definirla como una andariega, tenía razón, porque en 1577 ya había fundado 12 monasterios por toda España y había recorrido más de cinco mil kilómetros. Todo esto con los medios de la época, por caminos que apenas podían llamarse tales, con todas las dificultades que suponía trasladarse de una parte a otra del reino, especialmente para una mujer y, más aún, para una monja. Y pensar que en su vida llegó a fundar hasta 17 monasterios con escasos recursos económicos, problemas de salud y numerosas dificultades para encontrar casas disponibles que pudieran adaptarse como conventos religiosos. Su “culpa” original, para la época, fue ser mujer y, además, reformadora de la vida consagrada, incluyendo la masculina.