Consagrado en la Orden de San Agustín, aceptó por obediencia la dignidad episcopal. Fue un celoso pastor que mostró un gran amor por los pobres, hasta el punto de donar todo a los necesitados, sin reservarse ni siquiera una pequeña cama. Es San Tomás de Villanueva, en el siglo Tomás García Martínez. Nació hacia finales de 1486 en Fuenllana, Ciudad Real (España), de padres religiosos y caritativos, de quienes heredó un entrañable amor por los pobres.
Una búsqueda constante de la verdad, hasta el encuentro con Cristo y con su Cruz. Judía de nacimiento, filósofa y escritora, Edith Stein abrazó la fe católica y eligió consagrarse a Dios entre las Carmelitas Descalzas. Es Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Nació el 12 de octubre de 1891 en Breslavia (hoy en Polonia), en el seno de una familia judía. Su madre, una mujer fuerte y creyente, educó a sus hijos en el respeto y la responsabilidad. Sin embargo, durante la adolescencia, Edith perdió la fe, al no encontrar respuestas satisfactorias a sus hondas preguntas interiores.
Mediador y artífice de paz en las disputas entre los municipios enfrentados, San Andrés Corsini, religioso carmelita y obispo de Fiesole, fue incluso encarcelado por su celo en favor de la concordia.
Fue favorecida con fenómenos místicos, tuvo visiones del Infierno y del Purgatorio, y recibió incluso los estigmas, hasta el punto de suscitar las dudas de la Inquisición, que, tras un minucioso examen, certificó su autenticidad.
Mujer, laica, esposa, madre de siete hijos, y terciaria de la Orden de la Santísima Trinidad. Así fue la Beata Ana María Taigi, quien alcanzó la santidad en el estado matrimonial. Nació en Siena el 29 de mayo de 1769 y fue bautizada al día siguiente. Debido a dificultades económicas, su familia —sus padres eran Luigi Riannetti y Maria Masi— se trasladó a Roma cuando ella tenía seis años. En la capital fue confiada a las Maestras Pías Filipenses, donde, en tan solo dos años, recibió una educación completa.
Es el fundador del monacato cenobítico y el primero que redactó una regla para la vida comunitaria. Se trata de san Pacomio, nacido hacia el año 292 en la Tebaida, región del Alto Egipto, en el seno de una familia pagana. A los veinte años fue reclutado a la fuerza por los ejércitos imperiales de Constantino para hacer frente a las incursiones persas. Recluido en una guarnición de Tebas junto a otros soldados y privado de alimento, fue socorrido por los cristianos del lugar. Impresionado por su caridad, Pacomio oró al Dios de los cristianos, prometiéndole que, si lo liberaba de sus cadenas, consagraría su vida al servicio de los hermanos. Y así fue: una vez puesto en libertad, se convirtió y recibió el bautismo.
La Archibasílica del Santísimo Salvador y de los Santos Juan Bautista y Evangelista, comúnmente conocida como San Juan de Letrán, es la Catedral de Roma. Mater et Caput de todas las Iglesias de Urbe y Orbe, es un punto de referencia para la Iglesia Universal. El 9 de noviembre celebramos su consagración, que tuvo lugar en el año 324 por el Papa Silvestre. Hace exactamente 1700 años.
Jesús, “quédate con nosotros y comenzaremos a brillar como Tú brillas, a ser una luz para los demás” (Meditations on Christian Doctrine, VII, 3). Esta célebre frase del Cardenal John Henry Newman resume su pensamiento y su legado. Fue una figura incómoda en su tiempo, que suscitó reacciones diversas, incluso entre los católicos. A él se debe la apertura hacia los laicos y su participación en la evangelización en una Inglaterra del siglo XIX, aferrada a las tradiciones y reacia a las innovaciones. Newman no fue un hombre que se acobardara y promovió un laicado inteligente y bien instruido: “Quiero un laicado que no sea arrogante, ni precipitado en sus palabras, ni polémico, sino hombres que conozcan su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde se sitúan, qué creen y qué no creen, que conozcan su credo tan bien como para dar razón de él, que conozcan tan bien la historia como para poder defenderlo” (The Present Position of Catholics in England, IX, 390). Así, involucró a los laicos en la enseñanza y la catequesis, enfrentando oposición incluso entre el clero.
Durante cuarenta años se dedicó por completo a instruir, bautizar y acompañar a los esclavos africanos que llegaban a Sudamérica. Su entrega fue tan absoluta que se definió a sí mismo como “esclavo de los esclavos”, sirviendo con humildad y caridad. Es San Pedro Claver, quien vivió plenamente el Evangelio al servicio de aquellos que la sociedad de su tiempo consideraba simples despojos, ni siquiera verdaderas personas.
El pueblo la llamaba cariñosamente “Ceccolella”. Era conocida por su caridad y por no avergonzarse de extender la mano para pedir limosna en favor de los pobres. Y eso que era noble por nacimiento y por rango. Su nombre era Francesca Bussa de los Ponziani.
Nochebuena 1252 en Asís: Santa Clara estaba confinada en su cama en el dormitorio del monasterio de San Damián a causa de su enfermedad. Sus hermanas la dejaban sola para el rezo de maitines, pero a ella le hubiera gustado reunirse con ellas al menos esa noche. Así que pidió al Señor que le concediera su deseo, tal era su devoción al misterio del nacimiento del Salvador. Más de siete siglos después, el 14 de febrero de 1958, Pío XII proclamó a Clara patrona universal de la televisión y de las telecomunicaciones. El episodio sigue de actualidad, ya que, el día en que se celebra el nacimiento de la Santa al Cielo, el 11 de agosto, la Gobernación también la recuerda por su patronazgo de la Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas de Información.
Símaco, originario de Cerdeña, fue elegido Papa el 22 de noviembre del año 498, tras la muerte de Anastasio II. Sin embargo, su elección fue impugnada por un sector romano afín a los bizantinos, que eligió en su lugar al arcipreste Lorenzo. Para resolver la disputa, el rey ostrogodo Teodorico convocó a ambos contendientes en Rávena y decretó que sería reconocido como legítimo Papa aquel que hubiese obtenido el mayor número de votos. Símaco resultó ser el más votado y, en consecuencia, fue confirmado como Pontífice.
Pentecostés es la solemnidad que conmemora la venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles, y marca la conclusión del tiempo pascual. El nombre proviene del griego pentêkostê, que significa “quincuagésimo”, ya que se celebra cincuenta días después de la Pascua. En esta festividad se recuerdan tanto el don del Espíritu Santo como el nacimiento de la Iglesia. Tras la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, Él envía a sus discípulos una fuerza, es decir, el Espíritu Santo, para capacitarlos como testigos suyos en el mundo.
Gloria de Dios y salvación de las almas: este fue el binomio sobre el que San Antonio María Gianelli cimentó toda su vida, distinguiéndose especialmente por su caridad hacia las muchachas pobres, a quienes procuró un futuro digno.
Es uno de los primeros cuatro Doctores de la Iglesia en Occidente, quien promovió la evangelización de Inglaterra y dictó las normas del canto sacro que de su nombre ha tomado denominación. Gregorio fue llamado con justicia Magno, pues sus obras y virtudes bien lo atestiguaron. Nacido en una noble y rica familia romana en torno al año 540, tuvo una buena formación cultural. Sus estudios abarcaron el derecho, la Biblia y las obras de los Padres de la Iglesia, en particular San Agustín.
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