3 de mayo: Santos Felipe y Santiago el Menor

Unidos en el martirio por Cristo
Los apóstoles Felipe y Santiago el Menor se conmemoran el mismo día porque sus reliquias fueron depositadas juntas en la Basílica de los Santos Doce Apóstoles, en Roma.
De Santiago, hijo de Alfeo, llamado “el Menor” por ser de menor estatura que el otro Santiago —el hijo de Zebedeo y hermano del evangelista san Juan—, sabemos muy poco. Lo cierto es que fue uno de los primeros discípulos de Jesús.
La tradición sostiene que era pariente de Jesús, quizás aquel primo al que hace referencia el evangelista san Mateo (Mt 13, 55).
Tuvo una notable influencia en el Concilio de Jerusalén, durante el cual se confirmó la vocación misionera de Pedro hacia los circuncisos y la de Pablo hacia los no circuncisos. En efecto, se produjo una cierta división del ámbito misionero: Pedro hacia los judíos, Pablo hacia los gentiles.
Tras la partida de Pedro, se habla de Santiago como el primer obispo de Jerusalén.
Según la tradición, murió mártir en el año 62. El Sumo Sacerdote del Sanedrín, Janán, provocó un motín para acabar con él: fue arrojado desde las murallas del Templo y rematado a golpes de bastón.
El otro apóstol, Felipe, era pescador de Betsaida, en Galilea, y también se cuenta entre los primeros discípulos de Jesús.
El evangelista san Juan lo menciona en varios episodios: antes de la multiplicación de los panes:
«Entonces Jesús, alzando la vista y viendo que una gran multitud acudía a él, dijo a Felipe: “¿Dónde vamos a comprar pan para que coman éstos?”. Lo decía para ponerlo a prueba, porque él sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno recibiera un pedazo”» (Jn 6, 5-7).
Lo encontramos también después de la entrada de Jesús en Jerusalén, cuando unos griegos que deseaban ver al Señor se dirigieron a Felipe (Jn 12, 20-22), y es él quien, durante la Última Cena, pidió al Maestro que les mostrara al Padre (Jn 14, 8).
Otros datos biográficos sobre él no pueden confirmarse con certeza.
Según la tradición, después de Pentecostés, Felipe habría atravesado Asia Menor, llegando hasta Escitia —la actual Ucrania— y luego a Frigia, en la actual Turquía asiática.
En su capital, Hierápolis, habría sufrido el martirio en una cruz decusada, es decir, en forma de X, y con la cabeza hacia abajo.
Tras diversas vicisitudes, sus reliquias habrían sido trasladadas a Roma y sepultadas en la Basílica de los Santos Doce Apóstoles, junto con las de Santiago.