30 DE SEPTIEMBRE: SAN JERÓNIMO, DOCTOR DE LA IGLESIA
La Biblia en el centro de la vida
«El rasgo distintivo de la figura espiritual de san Jerónimo sigue siendo sin duda su amor apasionado por la Palabra de Dios, transmitida a la Iglesia en la Sagrada Escritura. Si todos los Doctores de la Iglesia -y en particular los de la primera época cristiana- extrajeron explícitamente de la Biblia el contenido de su enseñanza, Jerónimo lo hizo de un modo más sistemático y en cierto modo único». Lo recuerda el Papa Francisco en su Carta Apostólica Scripturae Sacrae affectus, del 30 de septiembre de 2020, en el XVI centenario de la muerte de san Jerónimo.
Nacido hacia 345 en Stridon, en la frontera entre Dalmacia y Panonia, en el territorio de la actual Croacia o Eslovenia, recibió una sólida educación en el seno de una familia cristiana. Se trasladó a Roma y fue bautizado a los 19 años por el Papa Liberio. Estudió retórica entre 358 y 364 y se apasionó por los clásicos latinos. Tras finalizar sus estudios, realizó un largo viaje a la Galia y se detuvo en la ciudad imperial de Tréveris, actual Alemania. Allí entró en contacto con la experiencia monástica oriental propagada por san Atanasio. Se trasladó a Aquilea con algunos de sus amigos y experimentó un periodo de vida comunitaria.
Hacia el año 374, de paso por Antioquía, se retiró al desierto de Calcídica, para seguir una vida ascética y estudiar las lenguas bíblicas, griego y hebreo. En el desierto experimentó a Dios, su amor y su misericordia.
En Antioquía, fue ordenado sacerdote por el obispo Paulino, y luego fue a Constantinopla, hacia el 379, donde conoció a Gregorio Nacianceno. Continuó sus estudios y se dedicó a traducir del griego al latín las homilías de Orígenes y la crónica de Eusebio.
En el 382 regresó a Roma, al servicio del papa Dámaso, de quien se convirtió en estrecho colaborador. En el monte Aventino fundó un cenobio donde las mujeres de la aristocracia romana practicaban el ascetismo y el estudio profundo de las Escrituras.
En esa época emprendió la revisión de las anteriores traducciones latinas de los Evangelios y continuó su labor como traductor de las homilías y comentarios bíblicos de Orígenes. A la muerte del papa Dámaso, tuvo que abandonar Roma y, junto con algunos amigos y mujeres deseosos de continuar la experiencia espiritual y el estudio bíblico que había iniciado, se trasladó a Egipto. En el 386 se estableció en Belén, donde reanudó sus estudios filológicos. La importancia que concedía a los santos lugares se evidencia no sólo por su elección de vivir en Palestina desde el 386 hasta su muerte, sino también por su servicio a las peregrinaciones de los fieles que acudían a Tierra Santa. En Belén, cerca de la gruta de la Natividad, fundó dos monasterios «gemelos», masculino y femenino, con hospederías para acoger a los peregrinos, mostrando celo por acoger a quienes querían conocer los lugares de la historia de la salvación.
Jerónimo pasó a la historia por haber revisado y traducido los Evangelios y los Salmos, ya en Roma, con el impulso del Papa Dámaso, y por haber continuado con la traducción del Antiguo Testamento al latín a partir del original hebreo, durante su estancia en Belén. Es la llamada Vulgata. Hasta aquél momento, los cristianos del Imperio Romano sólo podían leer toda la Biblia en griego. Mientras que los libros del Nuevo Testamento habían sido escritos en griego, para los del Antiguo existía una versión completa, la llamada Septuaginta, traducida al griego por la comunidad judía de Alejandría hacia el siglo II a. C. En latín, en cambio, no existía una versión completa de la Biblia, sino sólo algunas traducciones, parciales e incompletas. A Jerónimo, y después de él a sus continuadores, se les atribuye la realización de una revisión y nueva traducción de toda la Escritura. Murió en Belén el 30 de septiembre de 420.