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3 de agosto: Santa Lidia

La primera discípula de San Pablo

Lidia es una santa cuyo nombre no figura en ningún martirologio oficial, pero que encontramos en una célebre página de los Hechos de los Apóstoles, escrita por el evangelista san Lucas.

San Lucas narra en primera persona —pues estuvo presente junto a san Pablo y otros discípulos— el viaje desde Tróade hacia Macedonia. Tras desembarcar en Samotracia, pasaron por Neápolis y finalmente llegaron a Filipos, una ciudad importante y colonia romana, donde permanecieron varios días.

El sábado salieron fuera de las murallas, junto a un río, donde se suponía que había un lugar de oración. Sentados allí, comenzaron a hablar con las mujeres que se habían reunido. Entre ellas se encontraba Lidia, originaria de Tiatira —en la actual Turquía—, comerciante de púrpura y mujer temerosa de Dios, que escuchaba con atención. El Señor le abrió el corazón, y acogió con fe las palabras de Pablo. Fue bautizada junto con los de su casa, y luego invitó con decisión a Pablo y a sus compañeros a alojarse en su casa, insistiéndoles con gran hospitalidad.

Lidia se revela así como una mujer decidida, generosa y valiente. Probablemente dirigía una empresa de tintes, dado su comercio de púrpura. Es recordada como la primera cristiana convertida y bautizada en Filipos.

Durante la estancia en aquella ciudad, Pablo y Silas (o Silvano) fueron arrestados y azotados por los magistrados romanos, acusados de alterar el orden público. Sin embargo, al ser ciudadanos romanos, fueron puestos en libertad. Antes de abandonar la ciudad, regresaron para despedirse de los cristianos reunidos en casa de Lidia, la primera creyente del lugar.

Después de este episodio, no se vuelve a tener noticia de ella, ni de su familia ni de su actividad. No obstante, un detalle mencionado por san Lucas ha llevado a que se le atribuya un patronazgo particular: al ser comerciante de púrpura, es venerada como Patrona de los tintoreros.

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