Santa Misa del Cardenal Fernando Vérgez Alzaga con los empleados de la Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas Informáticos

Con amistad y colaboración
Para todos era simplemente «el Padre Fernando», como se le conocía cuando aún no había sido creado Cardenal. De hecho, el entonces Padre Fernando Vérgez Alzaga llegó en enero de 2008 como Director de la Dirección de Telecomunicaciones, actual Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas Informáticos.
Fieles a este vínculo, los empleados y responsables de dicha Dirección quisieron expresarle su afecto reuniéndose en torno a la mesa eucarística el jueves por la mañana, 27 de marzo. El Cardenal presidió la concelebración en la iglesia de María, Madre de la Familia, en la sede de la Gobernación.
Concelebraron con el Cardenal el Rvdo. Don Felice Bruno, Jefe del Servicio de Correos y Filatelia, y el Rvdo. Don Alberto Fusi, capellán de la Dirección. Prestaron servicio litúrgico el diácono Massimo Fiore y el hermano paulino Michele Eriani.
Entre los asistentes se encontraban Sor Raffaella Petrini, Presidenta de la Gobernación; el abogado Giuseppe Puglisi-Alibrandi, Secretario General; el ingeniero Antonino Intersimone, Director de la Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas Informáticos, junto con el Subdirector Luigi Salimbeni.
La liturgia fue solemnemente animada por el coro de las Pías Discípulas del Divino Maestro, que prestan servicio en la centralita telefónica vaticana.
Al término de la celebración, el ingeniero Intersimone, en nombre de todos, dirigió un breve saludo al Cardenal y le hizo entrega, como muestra de gratitud, de una píxide.
A continuación, publicamos la homilía del Cardenal:
Querida Sor Raffaella Petrini, Presidenta de la Gobernación,
Estimado abogado Giuseppe Puglisi-Alibrandi, Secretario General de la Gobernación,
Apreciados Antonino Intersimone y Luigi Salimbeni, Director y Subdirector de la Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas Informáticos,
Distinguidos Jefes de Servicio, hermanos y amigos todos:
Permitidme que dirija un saludo especial, lleno de gratitud y reconocimiento, al Rvdo. Don Alberto Fusi, vuestro capellán desde hace tantos años. Gracias, Don Alberto.
Es para mí una profunda alegría, y os lo agradezco de corazón, que me hayáis invitado a celebrar con vosotros esta Eucaristía.
Sabéis bien que durante trece años, desde sus inicios en enero de 2008 hasta el 1 de octubre de 2021, tuve el honor de dirigir esta realidad que entonces se conocía como Dirección de Telecomunicaciones, y que hoy ha pasado a denominarse Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas Informáticos.
Por ello, conozco personalmente a muchos de vosotros y con todos he compartido no sólo tareas profesionales, sino también momentos de alegría y compromiso. Con gusto he acogido, pues, la invitación a celebrar esta Santa Misa para expresaros mi agradecimiento por vuestra amistad y vuestra constante colaboración.
El pasaje del Evangelio de San Lucas que acabamos de proclamar nos invita a reflexionar sobre el poder de Jesús, un poder tan grande que llega incluso a inquietar a algunos. Es cierto que las multitudes se maravillan ante sus signos, pero también hay quienes se muestran insatisfechos. En el fondo, pretenden poner a prueba al Señor, exigiendo señales aún mayores. Incluso reclaman una confirmación celestial de la autenticidad de sus milagros.
El evangelista contrapone dos fuerzas: la de Dios y la del maligno; y dos actitudes: estar con Jesús o estar contra Él. ¿Por qué esta oposición? En primer lugar, porque no se cree en la evidencia; no se permite al corazón abrirse a la acción del Espíritu Santo. Algunos no logran reconocer el «dedo de Dios» obrando en medio de ellos ni acogen su Reino.
El texto nos invita también a considerar cómo muchas veces queremos someter a Dios a nuestros pensamientos y expectativas, pretendiendo enseñarle cómo y cuándo debe manifestarse, según nuestros propios deseos.
Jesús nos llama a tomar partido: no habla de creer en Él, ni siquiera de amarle, sino de «estar con Él». Sólo en esta comunión, en este «estar con Él», se puede vivir la verdadera unidad. Estar «contra Él», por el contrario, significa dispersar, dividir, condenar.
Por eso, la comunión y la amistad son el antídoto contra Satanás, que siembra la cizaña y envenena las relaciones, también en el entorno laboral. Para vencer al enemigo, no tenemos más camino que permanecer unidos a Jesús. Esa es nuestra única posibilidad. De ahí la importancia de la oración, de los sacramentos —y, muy especialmente— de la Confesión y de la Eucaristía.
Nos encontramos en el tiempo privilegiado de la Cuaresma, y más aún en este año jubilar. Es un tiempo propicio para la conversión del corazón. Un año colmado de la misericordia de Dios, que enciende en nuestras vidas la esperanza y nos permite peregrinar juntos.
Con el deseo de que vuestro lugar de trabajo esté siempre impregnado de comprensión mutua, os auguro el mayor fruto en vuestras tareas y responsabilidades, asegurándoos mi oración y mi recuerdo en la Misa. Que la Virgen María os acompañe en este camino cuaresmal.
A continuación, el saludo dirigido al Cardenal por el ingeniero Intersimone:
Deseo saludar, en primer lugar, a la Presidenta de la Gobernación, Sor Raffaella Petrini,
al Secretario General de la Gobernación, el abogado Giuseppe Puglisi-Alibrandi,
y a todos vosotros, empleados de la Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas Informáticos,
aquí congregados con nosotros.
Me dirijo ahora a Su Eminencia,
Queridísimo Padre Fernando:
Con profunda emoción me hago portavoz del sentir común de los empleados de la Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas Informáticos, un sentimiento de sincero agradecimiento y de honda gratitud por todos estos años compartidos bajo su guía.
Para todos nosotros, Usted ha sido siempre un punto de referencia firme, una puerta abierta al diálogo, al estímulo constante a superarnos, a dar lo mejor de nosotros mismos. Ha sido un ejemplo luminoso tanto por las metas alcanzadas como por la manera en que ha afrontado —con sabiduría y serenidad— las dificultades que el camino nos ha ido presentando.
A Usted, Padre, se debe la creación de esta Dirección, la más joven de todas las que integran la Gobernación, y hemos sido testigos de su continuo crecimiento a lo largo de estos años, en experiencia, en capacidad de afrontar nuevos desafíos, siempre bajo su mirada atenta, benévola y alentadora.
Este es uno de esos momentos que uno desearía que no llegaran nunca. Pero, como buen Padre, nos confía ahora a manos seguras, que sabrán seguir apoyando nuestros esfuerzos y acompañando el trabajo que llevamos adelante día tras día.
En ocasiones como esta, las palabras parecen pocas, pero son esenciales:
Gracias, Padre, por todo lo que nos ha entregado, por todo lo que ha sembrado en cada uno de nosotros y que guardaremos siempre en el corazón como ejemplo y con un profundo afecto, en mi nombre personal, en el de todos los empleados y de nuestras familias, a las que Usted ha sabido reunir en tantos momentos entrañables de convivencia.
Permítame aprovechar esta ocasión para hacerle entrega de un obsequio, en nombre de todos nosotros, como signo de nuestro deseo de seguir sintiéndonos mutuamente cercanos, en el afecto y en la oración.