Expuestas en la Basílica de San Pedro las catorce estaciones del Vía Crucis de Previati

Para contemplar el misterio de la Pasión del Señor
Desde el viernes 7 de marzo, las catorce estaciones del Vía Crucis de Gaetano Previati están expuestas en la Basílica de San Pedro. Permanecerán allí durante todo el tiempo de Cuaresma, con el fin de favorecer la contemplación de los misterios de la Pasión del Señor por parte de los fieles.
La iniciativa, que llega ya a su cuarta edición, nace de la colaboración entre el Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano —en particular, de la Dirección de los Museos y Bienes Culturales— y la Fábrica de San Pedro.
Las catorce obras pictóricas, pertenecientes al ciclo de la “Pasión de Cristo”, fueron realizadas por el artista ferrarese Gaetano Previati (Ferrara, 1852 - Lavagna, 1920) entre los años 1901 y 1902, y han sido colocadas en el crucero y a lo largo de la nave de la Basílica.
Fieles y peregrinos que visitan San Pedro pueden admirar los cuadros participando en la procesión del Vía Crucis, que se celebra todos los viernes a las 16:00 horas durante el tiempo cuaresmal.
Los grandes lienzos fueron sometidos hace algunos años a una cuidadosa restauración en los talleres de los Museos Vaticanos y actualmente forman parte de la Colección de Arte Moderno y Contemporáneo.
El rojo es el color que recorre todas las imágenes de este Vía Crucis. Es, en particular, el rojo púrpura del manto de Cristo, que remite a su realeza, pero sobre todo a su sufrimiento, a la sangre derramada en la Cruz. Se cuenta que el artista meditó durante diez meses el tema de la Pasión antes de dedicarse a la realización de los cuadros —de notables dimensiones: 121 x 107 cm—. Para revivir e inspirarse en los padecimientos de Jesús, Previati se procuró una gran cruz de madera, que en ocasiones llevaba sobre los hombros para identificarse con las escenas de la Pasión.
También la luz acompaña la parábola trágica del Señor: del primer cuadro se pasa al último, marcado por la oscuridad, que recuerda el momento de la deposición de Jesús en el sepulcro.
La obra del artista ferrarese llegó al Vaticano en 1972, durante las fases preparatorias de la Colección de Arte Religioso Moderno, promovida por san Pablo VI con el objetivo de restablecer el diálogo entre la Iglesia y la cultura contemporánea. La colección fue inaugurada el 23 de junio de 1973.