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  • 1 de octubre: Santa Teresita del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia

    Un «pequeño camino » al alcance de todos

    La «estrella de mi pontificado»: así definió Pío XI a Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz. Fue él mismo quien la beatificó, el 29 de abril de 1923, y la canonizó, el domingo 17 de mayo de 1925, en la basílica de San Pedro, ante una multitud de unos cincuenta mil fieles, de los que sólo una pequeña parte consiguió ocupar un lugar en la basílica vaticana. En aquella ocasión, el Pontífice destacó que Teresa, «consciente de su propia fragilidad, se abandonó con confianza a la divina Providencia para que, contando sólo con su ayuda, pudiera alcanzar la perfecta santidad de vida, incluso a través de duras dificultades, habiendo decidido luchar por ella con la abdicación total y gozosa de su propia voluntad».

  • 13 de septiembre: SAN JUAN CRISTOBAL, DOCTOR DE LA IGLESIA

    Sufrió por dar testimonio del Evangelio

    “Gloria a Dios en todas las cosas”: con estas palabras, el 14 de septiembre de 407, san Juan Crisóstomo, “Boca de oro”, llamado así por su arte oratorio y su elocuencia, concluyó su peregrinación terrena. Nacido en Antioquía en un año comprendido entre 344 y 354, se dedicó al estudio de la retórica y las letras bajo la dirección del célebre Libanio. Al terminar sus estudios, se sintió fascinado por el mundo y se dedicó al teatro y a los debates. Poco tiempo después, sin embargo, se preparó para recibir el bautismo y lo recibió un domingo de Pascua de un año indeterminado. Posteriormente asistió al Círculo de Diodoro, una especie de seminario donde se podían cursar estudios teológicos. Durante ese período, se interesó por la exégesis de las Sagradas Escrituras y aprendió el método histórico-literario de la escuela de Antioquía. A continuación, pasó seis años viviendo una existencia eremítica, primero en la colina de Silpio, cerca de Antioquía, y después en una cueva en soledad y penitencia.

  • 14 de septiembre: Exaltación de la Santa Cruz

    Sagrado signo del Amor de Dios

    “De nada nos gloriaremos más que de la Cruz de nuestro Señor Jesucristo: Él es nuestra salvación, vida y resurrección. Por Él hemos sido salvados y liberados” (Gal 6,14). Así reza la Antífona de entrada en la celebración de la Exaltación de la Santa Cruz. Esta festividad, que conmemora la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, es celebrada tanto por la Iglesia Católica como por la Iglesia Ortodoxa. Esta última otorga una importancia particular a esta solemnidad, casi comparable a la de la Pascua. El origen de esta celebración se remonta al culto de las primeras comunidades cristianas de Jerusalén, que adoraban solemnemente la Santa Cruz cada Viernes Santo.

  • 15 de agosto: Asunción de la Virgen María al Cielo

    "Por lo tanto, después de haber elevado nuevamente a Dios fervientes súplicas e invocado la luz del Espíritu de Verdad, para la gloria de Dios omnipotente, que derramó en la Virgen María su especial benevolencia, en honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para mayor gloria de su augusta Madre y para gozo y regocijo de toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los santos apóstoles Pedro y Pablo y Nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos como dogma revelado por Dios que: la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, al término de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial". Así, Pío XII, con la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus del 1 de noviembre de 1950, definió el dogma de la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma.

  • 2 de octubre: Santos Ángeles Custodios

    Mensajeros al servicio de Dios

    En la Biblia, la presencia de los ángeles es constante y recorre toda la historia de la salvación. Muchos episodios se refieren a su acción y a su papel como instrumentos y mensajeros de Dios. Baste recordar, en el Antiguo Testamento, la lucha de Jacob con el ángel, de quien recibe el nombre de Israel (Gn 32,25-29), y la escalera, soñada por él, que desde la tierra tocaba el Cielo y era bajada y subida por multitud de ángeles (Gn 28,12). Pero también el ángel que sale al encuentro de la esclava Agar y le anuncia el nacimiento de Ismael (Gn 16,7ss); o el ángel que precede al pueblo de Israel en su peregrinación por el desierto (Ex 14,19). Y de nuevo los dos ángeles que sacan a Lot y su familia de Sodoma (Gn 19, 1ss), o la intervención del ángel que detiene la mano de Abraham a punto de sacrificar a su hijo Isaac (Gn 22, 11-13). O también Daniel, que fue salvado de las llamas del horno por un ángel (Dan 3, 49), o el ángel que trae alimento al profeta Elías en el desierto (1 Re 19, 5-10).

  • 21 de agosto: memoria litúrgica de San Pío X

    El Papa del Catecismo y de la Primera Comunión a los niños

    «Nacido pobre, vivido pobre y seguro de morir pobrísimo». Así escribía San Pío X, nacido Giuseppe Melchiorre Sarto, en su Testamento. Un Papa de origen humilde, que llegó a la Cátedra de Pedro tras haber recorrido todas las etapas de su carrera eclesiástica: capellán, párroco, obispo, cardenal, patriarca.

  • 21 DE SEPTIEMBRE: SAN MATEO, APÓSTOL Y EVANGELISTA

    Un pecador salvado por la misericordia de Dios

    No hay mucha información histórica sobre el apóstol Mateo. Su nombre deriva de una abreviatura de Matías o Matanía, que significa «Don de Dios». El Martirologio Romano sitúa su muerte el 21 de septiembre y la traslación de su cuerpo desde Etiopía a Salerno, con escala en Paestum, el 6 de mayo. La tradición dice que fue asesinado mientras celebraba misa.

  • 22 de agosto: memoria litúrgica de la Santísima Virgen María Reina

    No una Soberana distante, sino una Madre tierna y cercana

    «Desde los primeros siglos de la Iglesia católica, el pueblo cristiano ha elevado suplicantes oraciones e himnos de alabanza y devoción a la Reina del Cielo, tanto en circunstancias gozosas como, mucho más, en momentos de grave aflicción y peligro; ni nunca se han desvanecido en la fe las esperanzas puestas en la Madre del Rey divino, Jesucristo, gracias a la cual hemos aprendido que la Virgen María, Madre de Dios, preside el universo con corazón maternal, como coronada de gloria en la beatitud celestial». Así lo recuerda Pío XII en su Encíclica Ad Caeli Reginam del 11 de octubre de 1954, con la que instituyó la fiesta litúrgica de la «Bienaventurada Virgen María Reina».

  • 23 de septiembre: San Pío de Pietrelcina

    Imagen viva de Cristo sufriente y resucitado

    "Quiero ser solo un pobre fraile que reza". Así solía decir San Pío de Pietrelcina, bautizado como Francesco Forgione, ante las miles de fieles que acudían a él. ¿Por qué tanta popularidad para un simple capuchino que vivía en un pequeño pueblo en el Gargano? El secreto era que todo aquel que le conocía veía en él una imagen viva de Cristo sufriente y resucitado.

  • 24 de agosto: San Bartolomé Apóstol

    Un israelita en quien no hay engaño

    Bartolomé, uno de los doce apóstoles que siguieron a Jesús poco después del bautismo en el Jordán, aparece en los Evangelios sinópticos en la lista de los Apóstoles, siempre junto a su paisano Felipe. 

  • 26 de agosto: memoria litúrgica del Beato Juan Pablo I

    El espacio de una sonrisa

    «El nuevo Beato vivió así: en la alegría del Evangelio, sin compromisos, amando hasta el final. Encarnó la pobreza del discípulo, que no es sólo desprendimiento de los bienes materiales, sino sobre todo superación de la tentación de poner en el centro el propio yo y buscar la propia gloria». Así se expresó el Papa Francisco, el domingo 4 de septiembre de 2022, en la Plaza de San Pedro, durante la beatificación de Juan Pablo I, nacido Albino Luciani.

  • 27 de septiembre: San Vicente de Paúl

    Una vida al servicio de los pobres y de los últimos

    «Dios ama a los pobres y, por consiguiente, ama a los que aman a los pobres». Así repetía San Vicente de Paúl a sus colaboradores. Nacido en Pouy, un pueblecito de las Landas francesas, el 24 de abril de 1581, en el seno de una familia de campesinos, nunca olvidó que de niño fue guardián de cerdos y vacas. Su padre le envió a estudiar a Dax, al internado de los Cordeliers, dirigido por los franciscanos, con la esperanza de que pudiera adquirir una educación que ayudara a completar los ingresos familiares.

  • 29 DE SEPTIEMBRE: ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL

    Anunciadores de los misterios de Dios


    Contemplativos de la gloria de Dios y mensajeros de la Buena Nueva. Así son los tres Arcángeles que se celebran el 29 de septiembre. Sus nombres reflejan su misión, no su naturaleza. Son los mensajeros del Señor, encargados de anunciar su voluntad, y forman parte, junto con los Santos, de la "multitud inmensa de adoradores del Dios viviente".

  • 30 DE SEPTIEMBRE: SAN JERÓNIMO, DOCTOR DE LA IGLESIA

    La Biblia en el centro de la vida

    «El rasgo distintivo de la figura espiritual de san Jerónimo sigue siendo sin duda su amor apasionado por la Palabra de Dios, transmitida a la Iglesia en la Sagrada Escritura. Si todos los Doctores de la Iglesia -y en particular los de la primera época cristiana- extrajeron explícitamente de la Biblia el contenido de su enseñanza, Jerónimo lo hizo de un modo más sistemático y en cierto modo único». Lo recuerda el Papa Francisco en su Carta Apostólica Scripturae Sacrae affectus, del 30 de septiembre de 2020, en el XVI centenario de la muerte de san Jerónimo.

  • 4 de octubre: San Francisco de Asís, patrón de Italia

    De la riqueza a la pobreza por amor a Cristo

    Un buen día, el joven Francisco paseaba a caballo por los alrededores de Asís cuando, por el camino, se le cruzó un leproso. Normalmente, los leprosos le aterrorizaban; no se acercaba a sus casas y se negaba a mirarlos. Cuando se encontraba con uno por la calle, apartaba la cabeza y se tapaba la nariz con los dedos para no respirar el mal olor que desprendían. Pero aquel día no se trataba de uno cualquiera. Desmontó de su caballo y le dio al leproso una moneda de plata, besándole la mano. Luego, siguió su camino. Pocos días después, con dinero en el bolsillo, fue a visitar a los leprosos del hospicio. Los reunió y empezó a repartir limosna, besando la mano de cada uno. Había vencido a sí mismo, y desde aquel momento dejó de tener miedo de los leprosos y les sirvió con humildad. Francisco se había transformado; ya no era el joven despreocupado que se paseaba por Asís vestido de juglar, haciendo bromas y bebiendo con sus amigos. Ya no era el derrochador del dinero que ganaba ayudando a su padre, Pietro di Bernardone, un rico comerciante, sino un convertido al amor por Cristo y por sus hermanos. Francisco era un hombre nuevo, quería llevar una existencia que ya no fuera superficial ni vacía. Comprendió que el Maestro a quien servir era Cristo y que su prometida sería para siempre Nuestra Señora la Pobreza. Corría el año 1205. Tenía 23 años. Había nacido, de hecho, en 1182, de una mujer llamada Pica de Bourlémont, originaria de Provenza, donde su padre fue a comerciar con telas. Su nombre de bautismo era Juan, pero le llamaron Francisco, precisamente por las raíces familiares de su madre. Hasta el episodio del encuentro con el leproso, había pasado su juventud divirtiéndose y sin preocupaciones. Se había alistado en la milicia que defendía Asís, en el bando gibelino, contra Perusa, en el bando güelfo, pero fue hecho prisionero en la batalla de Collestrada (1202). Fue encarcelado durante un año hasta que su padre pagó un rescate. Durante ese tiempo, cayó enfermo y comenzó un cierto acercamiento a la fe. Una vez de vuelta con su familia, pasó su convalecencia en la finca de sus padres, acercándose cada vez más a la naturaleza, en la que vio una señal del Creador. A pesar del calvario, siguió soñando con convertirse en caballero. Por ello, partió hacia Apulia para luchar bajo el mando de Gualtiero di Brienne. Sin embargo, en Spoleto volvió a enfermarse. Sus sueños se habían hecho añicos. En ese momento, oyó una voz que le decía que regresara a Asís. Estas experiencias le habían marcado; ya no era el joven de antes. Decidió dar su dinero a la Iglesia y en limosnas.

    Pero eso no le bastaba. Hizo un peregrinaje a Roma y encontró un pobre. Quiso experimentar lo que significaba vivir en la pobreza, así que cambió sus ropas por las del miserable y comenzó a mendigar a las puertas de una Iglesia. Al final del día, recuperó sus ropas, dio lo que había obtenido al pobre y regresó a Asís. Desde ese momento, entendió que la pobreza no lo asustaría. No muy lejos de su casa estaba la vieja Iglesia de San Damiano, ya en ruinas. Solo quedaba un gran crucifijo pintado sobre madera. Un día, el crucifijo cobró vida y le dijo estas palabras: “Francisco, ve, repara mi casa que, como ves, está toda en ruinas”. Su respuesta fue inmediata: “Con gusto, Señor”. Entonces, comenzó a vivir como ermitaño. La gente, sin embargo, lo tomó por loco y se convirtió en el hazmerreír de los ciudadanos. Su padre, preocupado porque pensaba que había perdido el juicio, lo llevó de vuelta a casa, lo encerró en su sótano y lo dejó solo con pan y agua durante varios días. Pero la intervención de su madre le permitió recuperar la libertad. El enfrentamiento con su padre llegó a un conflicto abierto, incluso patrimonial. De hecho, para recaudar dinero para restaurar la Iglesia de San Damiano, Francisco utilizó los ingresos de una venta de telas. Esta decisión no le gustó a su padre, quien lo denunció ante los consules de la ciudad. Luego, Pietro di Bernardone lo llevó a juicio ante el obispo Guido. En esa ocasión, Francisco realizó el gesto que ha pasado a la historia. En los locales de la antigua catedral de Asís, Santa María la Mayor, se despojó de toda su ropa para expresar su renuncia a toda propiedad terrenal. El obispo Guido, entonces, lo cubrió con su manto. Con este gesto, lo acogió bajo la protección de la Iglesia. Francisco declaró que Pietro di Bernardone ya no sería su padre, sino que lo sería el Padre de los Cielos. Estaba definitivamente libre de todo lazo o vínculo humano. Después de restaurar la iglesia de San Damiano, quiso reconstruir también otras iglesias, como Santa María de los Ángeles, conocida como la “Porziuncola”, y San Pedro de la Espina. Desprendido de todo, se vistió con una sencilla túnica e inauguró una nueva forma de vida. Recorrió ciudades y pueblos mendigando y anunciando la Palabra de Dios. Desde ese momento, nobles, burgueses, clérigos y laicos comenzaron a seguirlo y a vivir bajo su regla, después de haber renunciado a las preocupaciones y vanidades del mundo. Bernardo de Quintavalle fue el primero en dar todos sus bienes a los pobres. Algunos compañeros lo siguieron más de cerca. Se unieron a él Egidio de Asís, Pietro Cattani, Angelo Tancredi, Masseo, Leone y Ginepro. Pronto se convirtieron en doce. Francisco llamaba a sus compañeros “hermanos”.

    El 24 de febrero de 1209, Francisco acudió a la misa celebrada por un sacerdote en la capilla de la “Porziuncola”. Durante la lectura del pasaje de Mateo 10, 5ss, que hace referencia a la misión confiada por Jesús a los Apóstoles, comprendió que ése era el programa de vida al que estaba llamado.

    La primera Regla que escribió era un conjunto de citas del Evangelio y reglas de vida muy sencillas. Fue aprobada por Inocencio III en 1209. Con ella nació la Orden de los Hermanos Menores, que tenía como principios fundamentales la fraternidad, con vida en común, la humildad, el servicio a los últimos, la pobreza y el espíritu misionero.

    Conquistada por el ejemplo de Francisco, la joven Clara de los Offreducci, la tarde del Domingo de Ramos de 1211 o 1212, huyó de su casa para reunirse con él en la Porciúncula. Francisco le cortó el pelo y le hizo vestir el hábito franciscano. Al poco tiempo la siguió su hermana Inés: éste fue el comienzo de la Segunda Orden Franciscana.

    En 1217, en el Capítulo celebrado en Santa María de la “Porziuncola” en Asís, Francisco decidió enviar algunos hermanos a Francia, Alemania, Hungría, España y aquellas otras provincias de Italia donde sus discípulos aún no habían llegado.

    Comenzó así a enviar a los hermanos a predicar de dos en dos por las calles de pueblos y ciudades. Su forma de vida no consistía en permanecer en un monasterio, sino en compartir las dificultades y las pruebas de la vida con los demás. 

    Tres veces intentó Francisco llegar a Tierra Santa para convertir a los infieles. La primera, se embarcó en Ancona, quizá hacia 1212-1213, pero debido a una tormenta desembarcó en la costa de Dalmacia y regresó a Asís. Al año siguiente, intentó ir a Marruecos vía España, pero una enfermedad le obligó a regresar. La tercera vez fue en 1219, cuando se celebró el segundo capítulo general en la Porciúncula. Partió hacia Oriente vía Ancona. En agosto, llegó a Damietta sitiada por los cruzados; entonces, con el hermano Illuminato, quiso entrevistarse con el sultán al-Malik al-Kāmil, para anunciarle el Evangelio. No consiguió convertirlo, pero no fue objeto de persecución; al contrario, el sultán le dio un salvoconducto para viajar por sus dominios. En otoño de 1220 regresó a Italia.

    En 1219, un grupo de frailes menores vivía en la ermita de Olivais, cerca de Coimbra (Portugal). De allí partieron cinco frailes, primero a las regiones moras de Andalucía y luego a Marruecos, donde fueron martirizados por los sarracenos el 16 de enero de 1220. Un canónigo agustino, llamado Fernando, los había conocido en Coimbra. Impresionado por su testimonio, quiso entrar en la Orden de los Hermanos Menores, donde se convertiría en el famoso San Antonio de Padua.

    En 1223, Francisco quiso revivir el ambiente del nacimiento de Jesús. En Greccio, hizo preparar un pesebre, un asno y un buey. Los personajes eran los propios pastores y la gente del lugar. El altar para la celebración de la misa fue el pesebre y Francisco, que era diácono, cantó el Evangelio y luego predicó a los presentes, que habían acudido a conmemorar el nacimiento del Salvador.

    El 17 de septiembre de 1224, en La Verna, en las montañas del Casentino, meditaba sobre los sufrimientos de Cristo, cuando se le apareció un serafín que le imprimió los estigmas. En San Damián compuso en 1225 el famoso Cántico de las Criaturas. En junio de 1226 escribe su Testamento, donde subraya la importancia de conservar el espíritu original de la Regla, sin abandonar su vocación de ayudar a los últimos y a los necesitados.

    De regreso a Asís, sintiendo acercarse su muerte, se retira a la Porciúncula, habiendo llamado a su protector Iacopa de' Settesoli («hermano Iacopa»). Rodeado de sus frailes, les entregó su Testamento, que quiso que se observara como suplemento de la Regla, prohibiéndoles añadirle o interpretarlo. Murió el 3 de octubre de 1226, después de la puesta del sol.

    En la mañana del 4 de octubre, fue trasladado en solemne procesión desde la Porciúncula hasta la iglesia de San Jorge de Asís. En el camino, los restos mortales fueron mostrados a Clara y a sus hermanas en San Damián.

    Fue canonizado por Gregorio IX, en presencia de su madre Pica, el 16 de julio de 1228, tras uno de los procesos canónicos más rápidos de la historia de la Iglesia. Se examinaron unos cuarenta milagros realizados por él. Entre ellos, la curación de leprosos, hidrópicos y paralíticos. Pero también la fuga de náufragos, la liberación de prisioneros y la vuelta a la vida después de la muerte.  

    Sus restos mortales permanecieron en la iglesia de San Jorge hasta el 25 de mayo de 1230, fecha en la que fueron trasladados a la Basílica Inferior de Asís dedicada a él, construida por el Hermano Elías.

  • 5 de septiembre: Santa Teresa de Calcuta

    La pequeña pluma de Dios

    “Dios sigue amando al mundo y nos envía a ti y a mí para que seamos su amor y su compasión hacia los pobres”: con estas palabras, Santa Madre Teresa de Calcuta exhortaba a todos los que se cruzaban en su camino, invitándolos a participar en la caridad hacia los más necesitados. Estaba profundamente convencida de que, al servir a los más pobres entre los pobres, no se debía actuar meramente como asistentes sociales, sino como hermanos que buscan a otros hermanos. Pues su caridad no era una simple filantropía, sino una caridad vivificada por la fe. Para ella, la urgencia no solo radicaba en liberar a las personas de la miseria material, sino también en transmitirles el mensaje sublime de que Dios es Amor, un amor que se encarna en la atención y el cuidado hacia su sufrimiento. Su pensamiento, en este sentido, era muy claro: "Dios se ha identificado con el hambriento, el enfermo, el desnudo, el que no tiene hogar; hambre no solo de pan, sino también de amor, de cuidados, de reconocimiento por parte de alguien; desnudez no solo de ropas, sino también de esa compasión que pocos sienten hacia quienes no conocen; falta de techo no solo por carecer de refugio material, sino por no tener a nadie a quien llamar próximo".

  • 8 de septiembre: Natividad de la Bienaventurada Virgen María

    El cumpleaños de la Madre de Jesús

    La Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa se unen en la celebración de la Natividad de María. Esta festividad nació en Oriente y fue introducida en Roma por Sergio I en el siglo VII. En ese día, una procesión partía de la iglesia de San Adriano en el Foro y llegaba a la Basílica de Santa María la Mayor. Según el calendario litúrgico, se conmemora el 8 de septiembre. En Oriente, la Natividad de María ya se celebraba en el siglo IV, vinculada a la construcción de la Basílica de Santa Ana en Jerusalén. Este lugar de culto se alzaba en el sitio donde se encontraba la casa en la que María nació de Ana y Joaquín. Desde Jerusalén, el recuerdo de la Natividad de María pasó a Constantinopla, y la Iglesia de Oriente la celebra vinculándola a la Concepción. No se debe olvidar que solo de Jesús, María y Juan el Bautista la Iglesia celebra el nacimiento en la tierra, además del nacimiento en el Cielo.

  • Domingo 11 de agosto: Conmemoración de la muerte de Santa Clara de Asís

    Patrona universal de la televisión y las telecomunicaciones.

    Nochebuena 1252 en Asís: Santa Clara estaba confinada en su cama en el dormitorio del monasterio de San Damián a causa de su enfermedad. Sus hermanas la dejaban sola para el rezo de maitines, pero a ella le hubiera gustado reunirse con ellas al menos esa noche. Así que pidió al Señor que le concediera su deseo, tal era su devoción al misterio del nacimiento del Salvador. Más de siete siglos después, el 14 de febrero de 1958, Pío XII proclamó a Clara patrona universal de la televisión y de las telecomunicaciones. El episodio sigue de actualidad, ya que, el día en que se celebra el nacimiento de la Santa al Cielo, el 11 de agosto, la Gobernación también la recuerda por su patronazgo de la Dirección de Telecomunicaciones y Sistemas de Información.

  • San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia

    Es uno de los primeros cuatro Doctores de la Iglesia en Occidente, quien promovió la evangelización de Inglaterra y dictó las normas del canto sacro que de su nombre ha tomado denominación. Gregorio fue llamado con justicia Magno, pues sus obras y virtudes bien lo atestiguaron. Nacido en una noble y rica familia romana en torno al año 540, tuvo una buena formación cultural. Sus estudios abarcaron el derecho, la Biblia y las obras de los Padres de la Iglesia, en particular San Agustín.

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