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10 de abril: Santa Magdalena de Canossa

Renunció a los honores nobiliarios para entregarse a los pobres

La familia Canossa era una familia de gran prestigio. La célebre Matilde de Canossa desempeñó un papel destacado en enero de 1077, mediando entre Enrique IV y Gregorio VII, quien había excomulgado al emperador.

Una de sus descendientes, Magdalena de Canossa, de origen noble, nació el 1 de marzo de 1774 en Verona. Desde su infancia no le faltaron las pruebas: la muerte de su padre, el nuevo matrimonio de su madre, el trato severo de una institutriz francesa y diversas enfermedades. A los 17 años intentó en dos ocasiones ingresar en las Carmelitas, pero comprendió que aquella no era su vocación.

En una ocasión, recibió en su palacio a Napoleón, quien quedó impresionado por su pureza y sinceridad. Durante los años de la Revolución y de la guerra, tuvo que refugiarse en Venecia, donde visitó hospitales y descubrió su verdadera vocación.

De regreso a Verona, se enfrentó a las enormes necesidades de la población de su ciudad y comprendió que no bastaba con amar al prójimo como una gran dama repartiendo limosnas; era necesario entregarse por entero. Por ello, abandonó el palacio familiar y se trasladó a vivir al barrio más pobre de la ciudad.

Allí reunió a algunas compañeras y fundó el Instituto de las Hijas de la Caridad, dedicado a la enseñanza del catecismo y al cuidado de los enfermos. Fundó también los Hijos de la Caridad, para promover la educación cristiana de los niños.

Durante los últimos años de su vida estuvo gravemente enferma, padeciendo especialmente crisis de asma y fuertes dolores. Se consagró a aquello que aún podía hacer: la oración. Poco antes de morir, pidió a sus hermanas que la ayudaran a ponerse en pie para rezar tres Avemarías a la Virgen de los Dolores. En la última Ave María, entregó su alma. Era el 10 de abril de 1835.

Fue beatificada por Pío XII en 1941 y canonizada por san Juan Pablo II el 2 de octubre de 1988.

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