12 de diciembre: Beata Virgen María de Guadalupe
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La evangelizadora del Nuevo Mundo
No hay latinoamericano que no conozca o que, en mayor o menor medida, no esté vinculado a la Virgen de Guadalupe. Es invocada como la Emperatriz del Continente Americano y Patrona de México, siendo la más amada por los pueblos indígenas, quienes la llaman “la Virgen morenita”, una joven nativa.
Su imagen se ha convertido en un símbolo de identidad para millones de mexicanos, incluso fuera del ámbito religioso. Representa un punto de encuentro entre las culturas prehispánica y europea, y a ella se le atribuye la difusión del Evangelio en el continente.
Su festividad se celebra el 12 de diciembre, ya que, según la tradición, entre el 9 y el 12 de ese mes de 1531, María se apareció en la colina del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México. El destinatario de sus mensajes fue San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un indígena que había sido bautizado siete años antes.
El nombre “Guadalupe” habría sido revelado por la propia Virgen a Juan Diego. Algunos sostienen que se trata de la transcripción al español de la expresión náhuatl Coatlaxopeuh, que significa “la que aplasta la serpiente” (cf. Génesis 3, 14-15).
En el lugar de la aparición se erigió una capilla, que más tarde se convirtió en un famoso santuario mariano, consagrado en 1622.
La tradición cuenta que, al amanecer, mientras Juan Diego pasaba por la colina del Tepeyac, escuchó un canto y luego una voz que lo llamaba por su nombre en su lengua materna. Al levantar la vista, vio a una Señora que se presentó como la “siempre Virgen María, Madre del Dios verdadero”. María le pidió a Juan Diego que se construyera una iglesia en ese lugar en su honor y lo invitó a acudir al obispo para transmitirle su deseo.
Juan Diego se presentó ante el obispo fray Juan de Zumárraga para contarle la aparición. Sin embargo, el obispo no le dio importancia a su relato y le pidió que regresara otro día. Desalentado, Juan Diego volvió a la colina del Tepeyac, donde se encontró de nuevo con la Virgen, quien le insistió en que no abandonara su misión de llevar el mensaje al obispo.
Al día siguiente, Juan Diego volvió a presentarse ante el obispo, quien le pidió una señal para creer en su relato. Juan Diego transmitió la solicitud a la Virgen María, y ella le pidió que regresara a la colina del Tepeyac al día siguiente.
Cuando Juan Diego volvió a su casa, encontró a su tío Bernardino gravemente enfermo y pasó la noche y el día siguiente cuidándolo. Al amanecer, salió en busca de un sacerdote para asistir a su tío moribundo. De camino, se encontró de nuevo con la Virgen, quien le preguntó a dónde iba. Juan Diego le explicó la situación y le pidió perdón por no haber cumplido la cita del día anterior.
La Virgen María lo tranquilizó, asegurándole que no se preocupara por la enfermedad de su tío, pues ya había sido sanado. Sin embargo, el signo prometido no era la curación de su tío. La Virgen le pidió a Juan Diego que subiera a la colina del Tepeyac y recogiera algunas flores, a pesar de que era invierno. Para sorpresa de Juan Diego, encontró rosas floreciendo. Después de recogerlas, se las llevó a la Virgen, quien las tocó y le pidió que las llevara al obispo como prueba de su mensaje.
Cuando Juan Diego se presentó ante el obispo y abrió su tilma (manto), las rosas cayeron al suelo y, en el tejido, apareció la imagen de la Virgen María, “la morenita”. Ante este prodigio, el obispo creyó en el relato de Juan Diego.