10 de febrero: Santa Escolástica

Hermana gemela de San Benito de Nursia, Escolástica ha unido su nombre de manera indisoluble al de su hermano, sirviendo a Dios en la contemplación y en la vida comunitaria. De su vida solo se conocen algunos episodios hagiográficos, narrados en el segundo Libro de los Diálogos de San Gregorio Magno, donde el tema principal es la vida de San Benito.
Escolástica nació en el año 480, probablemente el 2 de marzo, en Nursia, Umbría, en el seno de una familia de la alta sociedad. Su padre era descendiente de la antigua familia senatorial de los Anicios y su madre era condesa de la ciudad. Lamentablemente, poco después del nacimiento de los gemelos, su madre falleció. Su padre hizo el voto de consagrar a su hija a la vida monástica. Al quedarse solo, se dedicó a la educación de sus hijos hasta que decidió enviarlos a Roma para completar su formación en los estudios clásicos. Sin embargo, ambos quedaron profundamente decepcionados por la vida frívola que encontraron en la Urbe. Benito fue el primero en decidir convertirse en ermitaño, retirándose a una cueva en Subiaco. De este modo, Escolástica se convirtió en la única heredera del extenso patrimonio familiar. No obstante, pidió a su padre permiso para consagrarse plenamente a Dios en la vida religiosa. A pesar del dolor que le causó esta decisión, el padre aceptó, recordando el voto que había hecho.
Después de realizar el voto de castidad, Escolástica se trasladó a Subiaco, cerca del eremitorio de su hermano, junto con otras vírgenes consagradas. Años después, cuando Benito dejó Subiaco para fundar la famosa abadía de Montecassino, Escolástica quiso seguirlo junto con sus compañeras. A unos siete kilómetros de la abadía, en Piumarola, fundó su propio monasterio, adoptando la Regla trazada por su hermano. Este fue el primer monasterio femenino de la Orden benedictina.
Una de las principales preocupaciones de Escolástica era pedir a sus hermanas que observaran rigurosamente la regla del silencio y evitaran cualquier tipo de conversación con personas ajenas al monasterio, incluso si se trataba de devotos. Escolástica jamás rompió este voto.
Escolástica y Benito decidieron reunirse una vez al año en una casa situada a medio camino entre sus respectivos monasterios. El 6 de febrero de 547, sintiendo que su final estaba cerca, pidió a su hermano que no partiera y permaneciera con ella hasta el día siguiente. Pero Benito no accedió. Entonces, Escolástica oró al Señor, y una violenta tormenta se desató, impidiendo que su hermano pudiera marcharse. Benito, sorprendido, le preguntó: “¿Qué has hecho?”. Y ella respondió: “Te pedí que te quedaras y no quisiste; entonces me dirigí a Dios, y Él ha escuchado mi oración”.
Los gemelos pasaron la noche conversando sobre diversos temas espirituales. Pocos días después, el 10 de febrero, Escolástica murió. Benito tuvo la visión de su alma ascendiendo al cielo en forma de paloma. De inmediato, ordenó trasladar el cuerpo de su hermana a la abadía de Montecassino y lo depositó en la tumba que había preparado para sí mismo.
El 21 de marzo de ese mismo año, Benito también falleció y fue sepultado en la misma tumba junto a su hermana. Sobre una lápida de mármol se grabó una inscripción en latín: “San Benito y Santa Escolástica nunca estuvieron separados en espíritu durante su vida, así como tampoco lo estuvieron en la muerte”.