15 DE NOVIEMBRE: SAN ALBERTO MAGNO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA
El maestro de Santo Tomás de Aquino
Religioso, obispo, filósofo, teólogo, naturalista, químico y maestro de Santo Tomás de Aquino. Así fue Albrecht von Bollstädt, más conocido como Alberto Magno, un hombre de vasta cultura, especialmente en las ciencias naturales, que dejó una Suma teológica que sirvió como modelo para la célebre Suma teológica de Tomás de Aquino.
De origen germánico, nació en Lauingen, junto al Danubio (Baviera), a principios del siglo XIII, en el seno de una familia de la pequeña nobleza local. A los 16 años se trasladó a Bolonia para estudiar y continuó perfeccionándose en Venecia y Padua, donde asistió a cursos de letras y medicina. En 1223 ingresó en la Orden de los Dominicos en Padua. Posteriormente estudió teología en París y Colonia, donde también ejerció como docente. Sus primeros trabajos consistieron en comentarios a los escritos del Pseudo-Dionisio Areopagita.
Dotado de una inteligencia excepcional, destacó no solo en las disciplinas teológicas y filosóficas, sino también en la observación de los fenómenos naturales. Durante su estancia en París, profundizó en el estudio de las obras de Aristóteles, cuya influencia marcó toda su producción intelectual. Su objetivo era hacer accesible a la cultura latina el pensamiento del filósofo griego y armonizarlo con la tradición católica. Ya en vida era conocido como “Magno”.
En 1248 fundó, para los Dominicos de Colonia, la Escuela Superior de Teología (Studium Generale), donde permaneció como maestro regente hasta 1254. Enseñó en varias universidades europeas, despertando gran interés y entusiasmo entre sus alumnos. En París (durante tres años) y en Colonia (durante cuatro años, hasta 1252) tuvo como discípulo a un joven Tomás de Aquino, en quien reconoció un vigor intelectual extraordinario.
En 1250, durante el capítulo general de la Orden de los Dominicos en Valenciennes, colaboró con Tomás de Aquino para elaborar las normas de dirección de los estudios y definir el sistema de méritos dentro de la Orden.
A pesar de su deseo de continuar enseñando y dedicándose a la investigación científica, en 1254 fue elegido provincial de los Dominicos de la provincia teutónica, que comprendía unos cincuenta conventos. En calidad de provincial, en 1256 acudió a Anagni para defender los derechos de las órdenes mendicantes. En esa ocasión, el Papa Alejandro IV quedó tan impresionado por la figura de Alberto que le otorgó una cátedra en la Universidad Pontificia.
En 1260, de manera inesperada, Alejandro IV lo nombró obispo de Ratisbona, lo que llevó a Alberto de regreso a su tierra natal. Asumió su cargo diocesano, pero seguía siendo, ante todo, un intelectual. Por ello, pese a sus esfuerzos en la pastoral y en la administración de la curia, tres años después renunció al episcopado para retomar su actividad docente e investigadora. La muerte de su discípulo predilecto, Tomás de Aquino, en 1274, fue un golpe devastador para él, llevándole a afirmar: “La luz de la Iglesia se ha extinguido”.
En 1277, cuando el pensamiento de Tomás fue incluido en la condena de la filosofía aristotélica por parte del obispo de París, Alberto, ya anciano, viajó a la capital francesa para defenderlo.
Falleció en Colonia el 15 de noviembre de 1280. El 16 de diciembre de 1931, Pío XI lo canonizó y lo declaró Doctor de la Iglesia. En 1941, Pío XII lo proclamó patrono de los estudiosos de las ciencias naturales.