5 de febrero: Santa Águeda, mártir

La Santa que salvó varias veces su ciudad
La joven Águeda es una de las mártires más conocidas y veneradas de la antigüedad cristiana.
Fue asesinada durante la persecución de los cristianos ordenada por el emperador Decio (249-251) en la ciudad de Catania.
Encontramos información sobre ella en la Leyenda Dorada (1261-1268) de Santiago de la Vorágine y en los Acta Sanctorum (1643-1648), así como en los escritos de Metodio I, Patriarca de Constantinopla del siglo IX, y de Simeón Metafraste del siglo X.
Águeda nació en Catania, Sicilia, en el año 231, en el seno de una familia noble y acaudalada. Muy hermosa y piadosa, había consagrado su vida a Dios mediante la virginidad. Para aplicar el edicto del emperador Decio, que obligaba a los cristianos a renegar públicamente de su fe, el procónsul Quintiano llegó a Catania y desató una dura persecución.
Fascinado por la belleza de Águeda, el procónsul le pidió que se casara con él. Ante la negativa de la joven, la entregó durante treinta días a una cortesana con el propósito de corromperla y convencerla de aceptar el matrimonio. Sin embargo, a pesar de las amenazas y promesas, Águeda permaneció firme. Entonces, el procónsul la sometió a juicio y ordenó su encarcelamiento por ser cristiana.
Fue torturada y encerrada en una celda sin cuidados ni alimentos. Durante la noche, un anciano que llevaba medicinas entró en la celda de la santa y le ofreció curarla. Ella rechazó su ayuda, diciendo que confiaba su curación únicamente al Señor. El anciano sonrió y le reveló que era San Pedro, y que había venido a sanarla.
Días después, al ser llevada nuevamente ante Quintiano, Águeda declaró que había sido curada por Dios. Temiendo una revuelta, el procónsul ordenó que la devolvieran a prisión, donde Águeda murió el 5 de febrero del año 251.
Su cuerpo fue sepultado en un sarcófago de pórfido. En el año 252, durante una erupción del Etna, la ciudad de Catania estuvo en peligro. Los ciudadanos tomaron el velo que se conservaba en la tumba de Águeda y lo colocaron frente a la lava ardiente, que se detuvo de inmediato. A lo largo de los siglos, la intercesión de Águeda salvó en numerosas ocasiones a Catania de las erupciones del Etna.
Tras los milagros ocurridos en su tumba, entre ellos la curación de la madre de Santa Lucía, y gracias a la gran devoción que se extendió tanto en Occidente como en Oriente, Gregorio IX la canonizó en 1228.
Es patrona de Catania, Palermo, Malta y la República de San Marino.