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8 de febrero: Santa Josefina Bakhita

De esclava a “Madre morenita”

Era una niña feliz, perteneciente a una familia animista acomodada, que vivía en Olgossa, en la región de Darfur, en Sudán. Tenía nueve años, en 1878, cuando fue secuestrada por mercaderes de esclavos. Su vida se transformó inmediatamente en una pesadilla. El shock fue tal que ni siquiera pudo recordar su nombre, y sus secuestradores, en tono de burla, la llamaron “Bakhita”, que significa “la afortunada”.

Fue comprada por un rico árabe que la trató con una gran violencia, hasta el punto de que tuvo que permanecer más de un mes sin poder moverse. A los diez años, fue nuevamente vendida, esta vez a un general turco. También en esta ocasión sufrió atrocidades inimaginables.

En 1883, Bakhita fue vendida a un representante del consulado italiano, y su vida cambió. Encontró una familia acogedora, en la que trabajó como criada. Cuando estalló la guerra mahdista, el diplomático tuvo que abandonar el país y regresar a Italia. Bakhita le pidió que la llevara con él. En 1884, llegó al Véneto. Allí fue confiada a una pareja amiga de la familia del diplomático, en Zianigo (Venecia), donde trabajó como niñera de su hija.

En 1888, la pareja para la que trabajaba partió hacia África y, durante nueve meses, Bakhita y la pequeña fueron temporalmente confiadas al Instituto de los Catecúmenos de Venecia, dirigido por las Hijas de la Caridad (Canosianas). Allí descubrió la vida de Santa Magdalena de Canossa, fundadora de las Canosianas, y despertó en ella el deseo de dar a conocer a Jesús y dedicarse a los pobres.

Poco después, la pareja italiana regresó de África para llevarse a Bakhita y a la niña con ellos. Sin embargo, Bakhita se negó a partir, ya que deseaba completar su preparación para el bautismo. El 29 de noviembre de 1889, una decisión del Procurador del Rey declaró oficialmente su libertad. Así pudo continuar su catecumenado.

Fue bautizada el 9 de enero de 1890 y, en la misma ceremonia, recibió la confirmación y la primera comunión. Eligió el nombre de Josefina, en honor a su madrina, y mantuvo los nombres de Fortunata y Bakhita. Tenía una profunda devoción a la Virgen y recibió la medalla y el lazo azul de las Hijas de María. Poco a poco, sintió la llamada del Señor, y en 1893 la superiora de las Canosianas le permitió ingresar en el noviciado. Hizo sus primeros votos en 1896 y fue asigna a a la cocina.

En 1902 fue trasladada al convento de Schio, donde permaneció el resto de su vida. Allí trabajó como cocinera, sacristana y ayudante de enfermería durante la Primera Guerra Mundial. Posteriormente, fue nombrada portera del convento, lo que le permitió entrar en contacto con muchas personas que pronto la conocieron y la llamaron cariñosamente “Madre morenita”.

En 1927 pronunció sus votos perpetuos. En 1930, a petición de la madre superiora, una escritora entrevistó a Bakhita con el propósito de redactar su biografía. El libro fue publicado en 1931 con el título Una historia maravillosa.

A partir de 1933, junto con otra religiosa, recorrió Italia para promover la sensibilización hacia la causa misionera. A partir de 1939, su salud comenzó a deteriorarse, y ya no pudo abandonar Schio. Pasó el resto de su vida en oración, ofreciendo su sufrimiento por la conversión de los pecadores. Falleció el 8 de febrero de 1947 en Schio.

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