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28 DE ENERO – SANTO TOMÁS DE AQUINO, DOCTOR DE LA IGLESIA

El universo no tiene nada más grande que el alma humana.

«Como no podemos saber qué es Dios, sino más bien qué no es, no podemos investigar cómo es, sino más bien cómo no es». Así escribía Santo Tomás de Aquino. Nació en 1225 en Roccasecca, provincia de Frosinone, en el seno de una de las familias más importantes de Italia. Al ser el menor de la familia, fue destinado a la vida eclesiástica y, a los cinco años, ingresó en Montecassino como uno de los pueri oblati. A los quince años, comenzó sus estudios en la Universidad de Nápoles, donde se formó en filosofía aristotélica, gramática, ciencias naturales, ciencia árabe y filosofía griega.

A los diecinueve años, ingresó como novicio en la Orden de los Dominicos, lo que provocó una fuerte oposición de su familia, hasta el punto de que fue secuestrado en su camino a París. Sin embargo, finalmente se estableció en el convento dominico de Saint-Jacques de París, donde estudió teología, y filosofía en la facultad de artes entre 1245 y 1248. A finales de ese año, siguió a su maestro, San Alberto Magno, a Colonia, donde asistió a sus lecciones como ayudante en el Studium fundado por él.

Como bachiller en Sagrada Escritura, compuso su primera obra: Expositio super Isaiam ad litteram. A pesar de su juventud, con solo 27 años, el Maestro General de la Orden lo nombró bachiller de las Sentencias en París, a propuesta de Alberto Magno. Su tarea consistió en comentar los cuatro libros de las Sentencias de Pedro Lombardo, la obra teológica de referencia en la Edad Media.

Fue apodado “el gran buey mudo” por su carácter tranquilo y reservado, pero tras una brillante argumentación pública, su maestro predijo: «los mugidos de este buey resonarán en todo el universo». Al igual que su maestro, Santo Tomás se mostró abierto al resurgimiento de las obras de la antigüedad, especialmente las de Aristóteles.

En 1257 obtuvo el grado de doctor y dirigió una de las dos escuelas del Colegio de Saint-Jacques, ganando reconocimiento en toda Europa. Tras un trienio de enseñanza, regresó a Italia en 1259, donde fue predicador general de la Curia pontificia y promovió los estudios tanto en su Orden como en la fundación del Studium Urbis, a partir de las nuevas traducciones de textos griegos y árabes. Durante este tiempo, completó la Summa contra Gentiles e inició la Summa Theologiae, además de redactar las Quaestiones disputatae de potentia Dei y comentarios a las principales obras de Aristóteles, como la Metaphysica, Physica, De Coelo y la Ethica Nicomachea.

Dedicó los últimos nueve años de su vida a la redacción de su obra maestra, la Summa Theologiae. Falleció el 7 de marzo de 1274 a los cuarenta y nueve años, en la abadía de Fossanova, mientras se dirigía al Concilio de Lyon, a donde había sido enviado por el Papa Gregorio X como experto. Su cuerpo fue trasladado a la iglesia dominica de los jacobinos en Toulouse en 1369.

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