12 de agosto: Santa Juana Francisca de Chantal
Mujer libre, fuerte y siempre en búsqueda de Dios
Esposa, madre de cuatro hijos, viuda y fundadora de la Orden de la Visitación. La vida de Juana Francisca Frémyot de Chantal fue una continua búsqueda de Dios en todas las etapas de su existencia.
Nació el 23 de enero de 1572 en Dijon, en el seno de una familia noble e influyente. Su padre, Bénigne Frémyot, era magistrado y presidente del Parlamento de Borgoña; su madre, Marguerite Berbisey, falleció cuando Juana tenía apenas quince meses.
Desde niña, Juana buscó a Dios con pasión. Esta búsqueda espiritual marcaría cada paso de su vida. Su prima Françoise-Madeleine de Chaugy la describió como una persona alegre y vivaz, mientras que una tía suya subrayó la lucidez de su intelecto y la firmeza de su juicio. Estas cualidades delinean con claridad su carácter fuerte y brillante.
A los veinte años contrajo matrimonio con Christophe de Rabutin, barón de Chantal. Aunque fue un matrimonio concertado, resultó muy feliz. Tuvieron seis hijos, de los cuales solo cuatro sobrevivieron. Tras ocho años de unión, el barón falleció trágicamente en un accidente de caza en el año 1600. Viuda con tan solo veintiocho años, Juana encontró consuelo en su fe inquebrantable.
En un primer momento, regresó a Dijon para vivir con su padre. Más adelante, sin embargo, se trasladó a Monthelon, otra propiedad familiar, para residir junto a su suegro, quien la había amenazado con desheredar a sus hijos si no aceptaba convivir con él. El anciano, profundamente influido por una criada con la que había tenido hijos, permitió que aquella mujer sometiera a Juana a siete años de humillaciones y sufrimientos.
No obstante, aquellos años difíciles no fueron en vano para su camino espiritual: fue precisamente en esa “escuela” de prueba donde Juana aprendió una humildad verdadera, pero generosa. Ella decía: “Seamos humildes, pero con esa humildad generosa que solo teme el pecado, que depende únicamente de la voluntad de Dios y solo en ella se apoya. En pocas palabras, la humildad hace felices ya en esta vida a todos los que quieren gloriarse únicamente en la cruz de Jesucristo”.
Durante aquel tiempo, varios nobles le pidieron la mano, pero ella siempre rechazó tales propuestas: había decidido, en lo más profundo de su corazón, pertenecer por entero a Dios. Lo confirma una de sus frases más queridas:
“Demasiado mezquino es el corazón al que Dios no le basta, y es desdichado el que se contenta con menos que Dios”.
En 1604, durante una predicación de Cuaresma en Dijon, conoció a san Francisco de Sales, obispo de Ginebra. Una de sus frases impresionó profundamente a Juana:
“Hay que hacerlo todo por amor, y nada por la fuerza; hay que amar más la obediencia que temer la desobediencia”.
Desde aquel momento nació entre ambos una profunda amistad espiritual. Francisco se convirtió en su director espiritual y vio en ella una vocación especial. Con firmeza y dulzura, la guió hacia una entrega total a Dios.
Francisco de Sales le propuso fundar un nuevo instituto religioso femenino, abierto a mujeres de toda condición social. Pero para Juana el camino no fue sencillo: tuvo que soportar las presiones de su padre, que deseaba verla casada de nuevo, y preocuparse por el futuro de sus hijos.
Finalmente, en 1610, tras un largo discernimiento, dejó a sus hijos y la casa paterna para dirigirse a Annecy. El 6 de junio de 1610, junto a Francisco y otras tres mujeres, fundó la Orden de la Visitación de Santa María, que unía vida contemplativa con asistencia a los enfermos. La Orden creció rápidamente, primero en Francia y luego en el resto de Europa.
Tras la muerte de san Francisco de Sales, ocurrida el 28 de diciembre de 1622, Juana asumió la dirección de la Orden, que contaba ya con trece monasterios. La gobernó con sabiduría y determinación. A su muerte, el 13 de diciembre de 1641, en el monasterio de la Visitación de Moulins, el número de casas había ascendido a ochenta y siete.
Fue beatificada por Benedicto XIV el 21 de noviembre de 1751 y canonizada por Clemente XIII el 16 de julio de 1767. Hoy es venerada como patrona de todas las vocaciones femeninas.
