11 de septiembre: Santos Proto y Jacinto, mártires
Dos hermanos unidos en el testimonio de Cristo
De estos dos mártires, san Proto y san Jacinto, solo se conocen sus nombres, el lugar de sepultura y la fecha de su muerte, el 11 de septiembre, día en que la Iglesia los recuerda. Sin embargo, según fuentes antiguas como la Depositio martyrum de Roma y los Sacramentarios Gelasiano y Gregoriano, su martirio es un hecho histórico cierto, así como lo son la antigüedad y la difusión del culto que se les rinde.
Según la tradición, Proto y Jacinto eran hermanos y esclavos cristianos al servicio de Eugenia, hija del noble romano Filipo, prefecto de Alejandría de Egipto. Tras convertirse al cristianismo, Eugenia regresó a Roma y se dedicó a difundir la fe. Confió a sus dos esclavos a su amiga Basilisa, para que la instruyeran en el Evangelio.
Cuando Basilisa se convirtió, fue denunciada por su esposo y condenada a muerte junto con Proto y Jacinto, culpables de haberla conducido a la fe cristiana. Así, los dos hermanos sufrieron el martirio, probablemente mediante el fuego, como sugieren las huellas halladas en los restos de san Jacinto.
Los dos mártires fueron sepultados en el cementerio de Basilisa, en la vía Salaria de Roma, más tarde conocido como cementerio de san Hermeto. Fueron depositados en un cubículo que, en el siglo IV, el papa Dámaso hizo accesible a los fieles, como demuestra una lápida mandada colocar por él mismo.
Como sucedió con muchos mártires, se pensaba que también los restos de Proto y Jacinto habían sido trasladados durante los siglos VIII o IX a iglesias urbanas, para protegerlos y facilitar su veneración. De hecho, las reliquias de san Proto fueron llevadas a la iglesia de San Juan de los Florentinos, en Roma.
No obstante, un hallazgo excepcional tuvo lugar el 21 de marzo de 1845, gracias a una excavación arqueológica dirigida por el jesuita padre Marchi: se descubrió intacta la tumba de san Jacinto, todavía en las catacumbas de san Hermeto. Este hallazgo constituye un caso único, pues se trata de la única tumba de un mártir de las catacumbas que ha llegado íntegra hasta nosotros.
El examen de los restos mostró huellas de quemaduras en los huesos, lo que confirma que san Jacinto fue martirizado con el fuego, y probablemente también san Proto padeció el mismo suplicio.
Actualmente, las reliquias de san Jacinto se custodian y veneran en el Colegio de Propaganda Fide, en Roma.
