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28 de abril: San Luis María Grignion de Montfort

Para ir a Jesucristo, es necesario encontrar a María 

Descubrió el camino más fácil, breve y seguro para llegar a Jesucristo y permanecer fiel a las promesas del bautismo: la Virgen María. Así, San Luis María Grignion de Montfort propuso a los fieles la consagración a Jesús por medio de la Madre de Dios. Escribía en su célebre Tratado de la verdadera devoción a María: «Por medio de la Santísima Virgen María vino Jesucristo al mundo, y es también por medio de ella como debe reinar en el mundo».

Nacido el 31 de enero de 1673 en Montfort-sur-Meu, un pequeño pueblo al oeste de Rennes, en Bretaña, recibió el nombre de Luis en honor a San Luis, rey de Francia. Con ocasión de su confirmación, quiso añadir el nombre de María para manifestar su profunda devoción a la Virgen.

Ingresó en el Seminario de Saint-Sulpice de París en 1695 y fue ordenado sacerdote el 5 de junio de 1700. Inició su ministerio sacerdotal en Nantes y posteriormente en Poitiers, como capellán del hospital, donde anunció el Evangelio entre los mendigos y el pueblo sencillo. Lleno de celo misionero, se entregó al servicio de la difusión del Reino de Dios, especialmente entre los más necesitados, en quienes veía el Rostro de Cristo.

Se cuenta que una tarde, en Dinan, encontró a un leproso en su camino, lo cargó sobre sus hombros y, al llegar a la puerta de su casa, exclamó: «¡Abrid a Jesucristo!», depositándolo en su propio lecho. Por su caridad hacia los pobres, era conocido como «el buen Padre de Montfort».

Tras visitar la Santa Casa de Loreto, fue recibido en audiencia por Clemente XI el 6 de junio de 1706, con la esperanza de ser enviado como misionero al extranjero. Sin embargo, el Papa le pidió que permaneciera en Bretaña como misionero apostólico, para reconducir a la población a la verdadera fe y combatir el jansenismo.

Eligió como lema «Sólo Dios», que encarnó plenamente en su vida de oración y silencio. Fue un gran predicador y escribió himnos y obras de espiritualidad. Empleó todas sus energías en fomentar el amor a Cristo entre los fieles, invitándoles a imitarle en el camino de la cruz: «La cruz es la sabiduría y la sabiduría es la cruz».

En sus predicaciones subrayaba que la finalidad de todas las devociones es Jesucristo:

«Si, pues, quiero inspirar una sólida devoción a la Santísima Virgen, no es sino para promover de manera más perfecta la devoción a Jesucristo y para mostrar un medio fácil y seguro de encontrar a Jesucristo. Si la devoción a la Santísima Virgen apartase de Jesucristo, habría que rechazarla como una ilusión del demonio; pero sucede todo lo contrario, como ya he demostrado y volveré a exponer en breve: esta devoción nos es necesaria para encontrar a Jesucristo de manera perfecta, para amarle tiernamente y para servirle fielmente» (Tratado de la verdadera devoción a María, 62).

Fundó la Congregación de las Hijas de la Sabiduría, la Compañía de María (Misioneros Monfortianos) y los Hermanos de San Gabriel.

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