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1 de mayo: San José obrero

El humilde carpintero de Nazaret

«Un aspecto que caracteriza a San José, y que ha sido puesto de relieve desde los tiempos de la primera Encíclica social, Rerum Novarum de León XIII, es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajó honradamente para garantizar el sustento de su familia. De él aprendió Jesús el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan ganado con el propio esfuerzo».

Así escribía el Papa Francisco en la Carta Apostólica Patris Corde, con ocasión del 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia universal.

No cabe duda de que, cuando Pío XII instituyó en 1955 la fiesta de San José obrero, lo hizo con la intención de ofrecer al mundo del trabajo un protector y un modelo.

En efecto, el 19 de marzo se celebra a San José como padre putativo de Jesús, hombre justo, nacido del linaje de David y último patriarca que recibió mensajes del Señor a través de sueños. En este sentido, es uno de los santos más importantes dentro de la economía de la salvación y más queridos por la Iglesia.

El 1 de mayo, en cambio, se celebra a San José en su condición de trabajador, de carpintero, y como tal, Patrono de los trabajadores.

En este día se recuerda el entorno en el que vivió y trabajó el padre putativo de Jesús, y se redescubren la Sagrada Familia y la vida cotidiana del Hijo de Dios en Nazaret. Celebrar la fiesta de San José obrero es también subrayar que Jesús trabajó y, por tanto, conoció plenamente la condición humana, excepto en el pecado.

De hecho, en el Evangelio se le llama a Jesús “el hijo del carpintero”. En este día dedicado a San José se reconoce así la dignidad del trabajo humano, como deber y como forma plena de realización al participar en la obra creadora, prestando un servicio a la comunidad, colaborando con la acción del Creador y con su plan de salvación.

Como escribía san Juan Pablo II en la encíclica Laborem exercens: «La Iglesia está convencida de que el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia humana en la tierra».

Es evidente que la figura de San José, el humilde trabajador de Nazaret, favorece el encuentro con Cristo, el Salvador del hombre. Así se afirma, ante todo, que el trabajo ofrece al ser humano la posibilidad de participar en la obra creadora de Dios y de llevarla a su plenitud.

Por ello, la Iglesia invita a los fieles a reflexionar sobre las enseñanzas del Magisterio acerca del trabajo, especialmente a través de las Encíclicas Mater et Magistra de Juan XXIII, Populorum progressio de Pablo VI y Laborem exercens de san Juan Pablo II.

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