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25 de noviembre: Catalina de Alejandría, virgen y mártir

No renunció a la fe ante las amenazas

Según la tradición, Catalina fue una joven de origen noble en Alejandría de Egipto, conocida por su belleza y su elevada formación cultural. Hacia el año 305, durante una celebración ciudadana, habría entrado en contacto con el emperador romano (quizá Majencio o, más probablemente, Maximino Daya).

En aquella ocasión se negó a participar en los ritos paganos e invitó al soberano a reconocer a Jesucristo como Salvador, exponiendo sus convicciones mediante profundos razonamientos filosóficos.

Impresionado por su inteligencia y por su carisma, el emperador convocó a varios retóricos con la intención de hacerla renunciar a la fe y, al mismo tiempo, le propuso matrimonio. Catalina, sin embargo, no solo rechazó sus avances, sino que logró convertir al cristianismo a todos los que habían sido llamados para persuadirla. Enfurecido por ello, el emperador la condenó a morir en la rueda dentada, un instrumento de tortura que, según la tradición, se rompió milagrosamente. Posteriormente, la joven fue decapitada.
Otra narración sostiene que unos ángeles trasladaron su cuerpo al monte Sinaí, donde hoy se levanta un monasterio ortodoxo dedicado a ella.

Solo en Italia, más de cuarenta municipios la veneran como patrona, a los que se añaden numerosas aldeas, la Soberana Orden de Malta y diversas facultades de Derecho de universidades italianas.

Entre los símbolos tradicionales asociados a santa Catalina de Alejandría, uno de los más frecuentes es el amplio manto propio de los filósofos, visible en los frescos de la escuela giottesco-ríminense de la basílica de San Nicolás de Tolentino. Es habitual que aparezca representada con una corona y vestiduras regias, evocando su origen noble.
La palma que sostiene remite a su martirio, mientras que el libro recuerda su sabiduría y su condición de patrona de los estudios, de los docentes y de varias órdenes religiosas, como dominicos y agustinos. En ocasiones se la representa también con una espada, el arma con la que fue ejecutada, y sobre todo con la rueda, símbolo de su suplicio. Esta puede aparecer entera, rota, a sus pies o junto a ella, motivo por el que a menudo se la conoce como “Santa Catalina de la rueda”.

La presencia de la rueda ha generado, además, un vínculo iconográfico con distintos oficios que utilizan instrumentos similares, especialmente con los ceramistas, de quienes la santa es considerada patrona.

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