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29 de diciembre: Fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret

Modelo de vida para todos los creyentes

La Fiesta de la Sagrada Familia, formada por Jesús, María y José, se celebra el domingo siguiente a la Navidad. La razón es sencilla: mientras que en Navidad contemplamos el nacimiento del Hijo de Dios en Belén, rodeado de María y José, en la celebración de hoy, la Iglesia conmemora la vida cotidiana de la familia en Nazaret.

No sabemos mucho sobre el periodo que transcurre entre el nacimiento de Jesús y el inicio de su vida pública. Los Evangelios apenas ofrecen detalles al respecto. Solo mencionan que Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia, pero describen muy poco sobre su vida diaria junto a sus padres. Probablemente aprendió el oficio de carpintero de su padre. Luego, a los doce años, se perdió en Jerusalén y, tras tres días de búsqueda, María y José lo encontraron en el Templo entre los doctores de la Ley.

En ese tiempo, con 12 años, Jesús estaba a punto de alcanzar la madurez según las costumbres de su pueblo. Este episodio marcó simbólicamente el inicio de su misión. Permaneció en el Templo y fue encontrado tres días después. Este número tiene una profunda connotación simbólica, evocando los tres días de su pasión, muerte y resurrección. María y José, tras una angustiosa búsqueda, lo encontraron sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Podemos imaginar el sufrimiento de sus padres al no encontrarlo, su dificultad para comprender plenamente lo que estaba ocurriendo y, al mismo tiempo, la inmensa alegría de recuperarlo.

El Evangelio de la liturgia de hoy recuerda que incluso Jesús tuvo una historia familiar. Es el evangelista Lucas quien relata este episodio: la Sagrada Familia viajó a Jerusalén para la Pascua; durante el regreso, María y José se dieron cuenta de que Jesús no estaba con ellos en la caravana. Alarmados, regresaron a Jerusalén y, tras buscarlo, lo encontraron en el Templo. Después, Jesús regresó con ellos a Nazaret y vivió sumergido en el afecto familiar, creciendo en medio de las preocupaciones y cuidados de sus padres (Lc 2,41-52).

El Catecismo de la Iglesia Católica (534) comenta así este episodio: “El hallazgo de Jesús en el Templo es el único acontecimiento que rompe el silencio de los Evangelios sobre los años ocultos de Jesús. Jesús revela el misterio de su plena consagración a una misión que deriva de su filiación divina: ‘¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?’”.

La idea de que el Señor eligiera vivir la vida ordinaria de los hombres para comprender plenamente lo que significa ser humano es profundamente significativa. Acogido por el amor de una madre y un padre, Jesús experimentó todos los aspectos de la existencia: ser alimentado, expresar gratitud, hablar y escuchar, jugar y trabajar, soñar, reír, llorar, compartir el tiempo, las esperas, los esfuerzos, las noches y los días.

En Jesús, Dios vivió la experiencia humana en toda su plenitud, aprendiendo de la humanidad lo que significa ser verdaderamente humano. Este hecho ofrece un ejemplo sublime de humildad y cercanía, profundizando el vínculo entre Dios y la humanidad.

La Fiesta de la Sagrada Familia, originalmente celebrada de manera local en el siglo XVII, fue instituida por León XIII en 1895 para el tercer domingo después de la Epifanía y posteriormente extendida a toda la Iglesia universal por Benedicto XV en 1921. Juan XXIII la trasladó primero al domingo posterior a la Epifanía y finalmente a la fecha actual.

Esta celebración presenta un modelo de vida ideal para las familias de todas las épocas y culturas: para María y José, Jesús no era solo su hijo, sino también su Dios. Las acciones más simples para un creyente, como rezar, entrar en comunión con Él y escuchar su Palabra, coincidían con los diálogos cotidianos entre una madre, un padre y su Niño. Así, cada gesto, incluso el más sencillo, puede ser vivido como un sacramento en las familias cristianas.

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