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12 de noviembre: San Diego de Alcalá, laico franciscano

Un humilde fraile taumaturgo

San Diego de Alcalá es recordado particularmente por su humildad, su caridad incansable hacia los pobres y su entrega a los enfermos y marginados. Ya en vida era tenido por santo, pues numerosos milagros se atribuían a su intercesión.

Nacido en torno al año 1400 en San Nicolás del Puerto, en la región de Sevilla, Andalucía, sintió desde joven una fuerte atracción por la vida solitaria, consagrada a la oración y al trabajo sencillo. Una vez ingresado en la Orden de los Hermanos Menores, abrazó con profunda humildad los oficios más modestos dentro de la comunidad religiosa.

En 1441 fue enviado como misionero a las Islas Canarias, donde soportó duras dificultades y no pocos sufrimientos con tal de anunciar la fe cristiana y servir a los más necesitados para gloria de Dios. En 1450 se hallaba en Roma, donde durante un tiempo atendió a los apestados en pleno brote epidémico; a su paso, numerosos enfermos recobraron la salud y comenzaron a multiplicarse los testimonios de curaciones milagrosas.

De regreso a España, pasó los últimos años de su vida en Alcalá de Henares, cerca de aMadrid, donde murio el 12 de noviembre de 1463.

En 1588, el papa Sixto V lo canonizó solemnemente, convirtiéndolo en el primer religioso de la Orden de los Menores en recibir aquel honor, y lo proclamó Patrono especial de los frailes franciscanos.

Un detalle digno de mención se refiere a su nombre: “Diego” es en realidad un apelativo que corresponde al nombre “Santiago” o “Jacobo” en español antiguo. Su devoción no sólo se extendió por toda España, sino que arraigó también profundamente en América Latina y en Filipinas. La ciudad de San Diego, en California, perpetúa su memoria y alberga una de las misiones españolas fundadas en su honor.

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