4 de agosto: San Juan María Vianney, Patrono del clero con cura de almas
Una confianza inquebrantable en Dios
Un humilde párroco que, confiando únicamente en Dios, logró despertar a sus feligreses de la indiferencia y la tibieza espiritual, haciendo renacer en ellos la vida de la fe. Su testimonio como sacerdote entregado al Señor y a la salvación de las almas, dispensador incansable de la misericordia de Cristo, le convirtió en punto de referencia para necesitados, pecadores y buscadores de paz.
Es san Juan María Vianney, nacido el 8 de mayo de 1786 en Dardilly, cerca de Lyon, en tiempos convulsos marcados por la Revolución Francesa, que sembró un clima hostil hacia la religión.
El sueño de convertirse en sacerdote se vio obstaculizado por múltiples dificultades, tanto sociales como políticas. Sin embargo, tras años de lucha perseverante, fue ordenado en 1815.
Le fue confiada una pequeña parroquia en Ars-sur-Formans, un pueblo donde la vida religiosa languidecía. Cuando llegó, la fe era apenas un rescoldo. Pero gracias a su ejemplo, a su vida austera y a su entrega constante, Ars se transformó en un faro de fervor espiritual.
Vivía inmerso en la oración, animado por un amor ardiente al sacramento de la reconciliación, que administraba durante largas jornadas, guiando a las almas de vuelta al abrazo de Dios. Su existencia, sencilla y despojada de bienes materiales, irradiaba compasión, especialmente hacia los pobres y los pecadores.
Ars se convirtió en un lugar de peregrinación espiritual, un santuario sin muros donde la gente acudía no por monumentos, sino por un corazón que escuchaba.
A pesar de la fama que fue creciendo a su alrededor, permaneció siempre humilde, absorto en la oración y en el servicio generoso a los demás.
Sufrió también grandes pruebas interiores: tentaciones, noches oscuras del alma, ataques del espíritu. Pero su confianza radical en la gracia de Dios le sostuvo y le santificó aún más en el crisol del sufrimiento.
Falleció el 4 de agosto de 1859, dejando tras de sí una estela luminosa de vida cristiana auténtica, vivida en lo escondido. Fue beatificado por san Pío X el 8 de enero de 1905, canonizado por Pío XI el 31 de mayo de 1925 y proclamado Patrono de todos los sacerdotes en 1929.
