1 de septiembre: San Gil, abad
Un ermitaño fundador de una comunidad
Las noticias históricas sobre la vida de San Gil son bastante escasas. Según algunas fuentes, habría nacido en Atenas a comienzos del siglo VII y, posteriormente, se trasladó a Provenza, donde fundó un monasterio cerca de Arlés, del que llegó a ser abad.
Pasó gran parte de su vida como ermitaño en Provenza, donde es conocido con el nombre de Saint Gilles. Vivió en una cueva acompañado de una cierva que lo alimentaba con su leche. Un acontecimiento decisivo marcó su existencia: durante una cacería, al intentar proteger a la cierva, Gil fue alcanzado por una flecha que le causó una grave herida y lo dejó inválido. El autor del incidente fue un rey visigodo que, profundamente impresionado por la generosidad y el valor del ermitaño, decidió donarle las tierras sobre las que más tarde se edificó su monasterio.
Todavía hoy, los detalles de esta historia se reflejan en la iconografía del santo: aparece como un anciano de larga barba, vestido con hábito monástico y con el báculo abacial, siempre acompañado de la cierva. En ocasiones también se representa la flecha que lo hirió.
Tras la notoriedad alcanzada por este episodio, fue invitado a la corte francesa, y desde allí su fama de sanador se extendió por toda Europa. Murió probablemente en el año 725, y el monasterio tomó su nombre, llegando a ser conocido como la abadía de Saint-Gilles.
San Gil sigue siendo venerado por la Iglesia como uno de los Catorce Santos Auxiliadores y es invocado en particular contra las crisis de pánico y los trastornos mentales. Su santidad y los milagros atribuidos a su intercesión favorecieron la difusión de sus reliquias, especialmente en las iglesias vinculadas a los hospitales.
A finales del siglo IX, en el lugar donde se hallaba la cripta de san Gil se construyó una basílica. En ella, dentro de una tumba de época merovingia, se creía que se conservaba el cuerpo del santo. La zona, situada en la región de Nimes, recibió así el nombre de Saint Gilles du Gard. La abadía dedicada a san Gil se convirtió en un destino de peregrinación muy concurrido, sobre todo en el siglo X. Durante la Edad Media, el culto al santo se difundió también en la Europa oriental —en particular en Eslovaquia, Hungría y Transilvania— gracias a los colonos procedentes de Francia, Bélgica (Valonia) y Sajonia.
