12 de septiembre: Santísimo Nombre de la Bienaventurada Virgen María
Como un perfume que acerca a Dios
La memoria del Santísimo Nombre de la Bienaventurada Virgen María nació en España en el siglo XVI y, posteriormente, fue extendida a toda la Iglesia por el Papa Inocencio XI en 1683. El Papa quiso agradecer a la Virgen la victoria sobre el ejército otomano durante el asedio de Viena, obtenida también gracias a la intervención del rey de Polonia, Juan Sobieski. Aquella victoria fue interpretada como un signo de la protección materna de María sobre la cristiandad.
El culto al Santísimo Nombre de María se difundió gradualmente a lo largo de los siglos en toda la Iglesia. Los Papas enriquecieron esta devoción con indulgencias, para alentar el vínculo de los fieles con la Madre de Jesús.
Desde los primeros siglos, los Padres de la Iglesia hablaron de la fuerza del nombre de María. Así, por ejemplo, san Ambrosio, en el siglo IV, escribió:
«Oh María, tu Nombre es como un perfume que lleva consigo la dulzura de la gracia divina. ¡Que este perfume descienda sobre mí y penetre hasta lo más profundo de mi alma!».
Ya en el siglo XII, la veneración por el Nombre de María estaba presente como signo de la creciente devoción mariana.
La Iglesia reconoce el poder de la intercesión de María: con su oración fiel, Ella vela por el pueblo cristiano, incluso en los momentos más difíciles de la historia.
Un signo visible de esta confianza se encuentra en Lourdes, donde, desde que se apareció a Bernardita, el Nombre de María es invocado día y noche por millones de peregrinos procedentes de todo el mundo. Todos se dirigen a Ella con esperanza y afecto, seguros de su cercanía maternal.
El Nombre de María posee una gloria del todo singular: fue inspirado por Dios a sus padres y pronunciado por primera vez por el Arcángel Gabriel con gran respeto. Desde entonces, todas las generaciones cristianas lo repiten cada día, en todos los rincones del mundo. Es un Nombre que une el cielo y la tierra.
Grandes Santos han ensalzado este Nombre. San Buenaventura exclamaba: «¡Cuán glorioso es tu Nombre, oh Santa Madre de Dios! ¡Cuántas maravillas encierra!». Y también san Bernardo afirmaba: «El solo Nombre de María pone en fuga a todos los demonios».
